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Lunes, 17 de septiembre 2018, 08:11
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Bajo una lámina de agua, rodeado de una vegetación que crece asilvestrada en esa improvisada laguna, el muelle portuario al que hace dos mil años llegaban y del que partían las naves romanas llenas de mercancías aguarda la orden de retomar las obras para su conservación. Ese mes se cumplen dos años de su descubrimiento, en plena Calle Mayor, por parte de los promotores de la restauración del inmueble modernista que había encima: la Casa Llagostera. Desde entonces, la pugna entre propietarios y Consejería de Cultura sobre la compatibilidad de conservar los restos subterráneos y permitir la reconstrucción del inmueble ha sido continua. En primavera se llegó a un principio de acuerdo, que cuenta con todas las autorizaciones, pero debe materializarse. Hasta que sea así, Cultura apuesta por la inmersión como mejor forma de conservarlo.
«Cuando salió a la luz fue porque se bombeó el agua que en ese lugar tiene la capa freática que marca la cercanía del mar por encima de los restos. Por eso, dejar que se inunde es la mejor manera de garantizar que no se va a deteriorar», explicó el director general de Bienes Culturales, Juan Antonio Lorca. Es peor mantenerlo a la intemperie, aunque sea bajo mantos de geotextil que minoren la erosión atmosférica, según el criterio de los arqueólogos de la Comunidad, recogido y aplicado por Lorca. En esta situación seguirá el puerto hasta que se dé la orden de retomar el proyecto de reconstrucción de la Casa Llagostera, con las nuevas condiciones.
La estructura de muros cruzados encontrada en septiembre de 2016 forma un muelle de cientos de metros de superficie con un frente de arenisca y piedra caliza en buen estado, un canal de desagüe perfectamente conservado y varios muretes transversales que hace dos mil años formaban el área de operaciones de carga y descarga. Un segundo fragmento de muro, con una superficie de losa pulimentada y acanalada, confirma la importancia del hallazgo.
Cultura obligó a respetar esta estructura y ofrece a cambio que el edificio que unirá, encima, la casa modernista (número 25 de la calle Mayor) y el Edificio Selecciones (número 23) tenga un piso más de lo previsto, para albergar viviendas u oficinas. Perderá uno de los dos sótanos para aparcamientos y tendrá una sola entrada principal, que dará también acceso restringido al yacimiento.
La Comunidad conjugó la obligación de mantener intacto el muelle encontrado en el foso de cimentación del edificio y los derechos de sus promotores a continuar con su reconstrucción. Las modificaciones dan viabilidad al plan inicial de los arquitectos Juan Gómez y Francisco Marín, que pueden retomar el proyecto cuando lo deseen. Cultura lo subordina todo a la conservación 'in situ' de las ruinas y a la preservación de la fachada modernista de colorido azulejo, sostenida ahora por andamios, así como la escalera y otros elementos desmontados del interior del inmueble, proyectado hace 120 años por el arquitecto Víctor Beltrí para la familia que le dio nombre.
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