Parque de la Rosa en Cartagena, un parque de risa

Fue concebido hace dos décadas como un jardín especial, un «espacio público especialmente pensado para personas invidentes o que sufren alguna minusvalía», decía el antiguo arquitecto municipal Jesús López, autor del proyecto, cuando lo presentó en noviembre del año 2000. El Parque de la Rosa iba a carecer de peldaños, iba a ser señalizado con paneles en relieve, dispondría de una serie de bandas en el pavimento para la orientación y, «lo que es más importante, tiene dos características especiales que son el aroma y el ruido». El proyecto iba a combinar las zonas de ocio, paseo y descanso, con olores de diferentes plantas y sonidos que debían permitir orientar a un ciego.

Pero el mayor jardín de la zona norte del casco urbano de Cartagena, que ocupa casi cuatro hectáreas entre Barrio Peral, la Barriada Cuatro Santos y Ciudad Jardín, hace años que carece de todo eso. Hasta tal punto, que muchos vecinos le llaman irónicamente el «parque de la risa», porque nada tiene que ver con el proyecto inicial y su deterioro va a más conforme pasa el tiempo.

Sus calles de arena están repletas ahora de obstáculos y cárcavas. Los tablones de madera que delimitan los pasillos de obra del parque están desprendidos y son un peligro más para los escasos niños que corretean algunas tardes. También la limpieza brilla por su ausencia, pese a que el parque está incluido en el contrato municipal vigente de conservación de espacios verdes, y las hileras de palmeras lucen largas hojas secas como flecos.

La dejadez también se manifiesta en la acumulación de unas sacas con material de obra depositadas hace meses en la parte central. Y una de las dos fuentes de agua potable, rota también mucho tiempo. Un descolorido e irónico cartel adorna la puerta del acceso norte: «Cerrado por obras de mantenimiento».

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