El mal estado de las baterías de costa en Cartagena obliga a reforzar la seguridad para evitar accidentes
El vandalismo ha abierto caminos en algunos de los complejos militares que constituyen un gran riesgo en caso de tener que hacer un rescate
Caminar por las baterías de costa se ha convertido en los últimos años en un deporte de riesgo. Explorar sus mecanismos y entrañas es ya ... sinónimo de andar con la vista puesta en el techo por aquello de que no se le venga a uno el mundo encima. Mientras el Estado no pone apenas fondos para mantener este ingente patrimonio que, hasta finales del siglo pasado, dio resguardo al Arsenal frente a ataques enemigos desde mar y aire, son cada vez más los foráneos que acuden a Cartagena, y particularmente a su sierra, para conocer estos parajes que estuvieron por décadas vedados a los civiles y poblados por los reclutas.
Durante la pasada década, muchos de estos lugares ingresaron en la infame lista de Hispania Nostra que coloca todos los años su semáforo rojo sobre aquellos elementos patrimoniales cuya supervivencia está en peligro. De las baterías de costa prácticamente todas figuran, desde Cenizas, pasando por la Chapa, Aguilones, Fajardo, la Pajarola o Roldán. También aparece paradójicamente San Leandro. El único de estos elementos que tiene todos los enteros para entrar más pronto que tarde en la lista verde del patrimonio recuperado gracias al Ayuntamiento y sobre todo al aire que insuflan los fondos europeos. Su apertura como centro de interpretación del sistema defensivo se espera para antes de que acabe el año.
No figura en la lista roja curiosamente otras baterías como Castillitos y Jorel, en Cabo Tiñoso. Una junto a la otra, su fácil acceso por la carretera recién reasfaltada por Costas e las instantáneas que circulan por Instagram han convertido su paisaje único y escarpado sobre el mar en un auténtico polo atractor de aspirantes a influencer. Las redes municipales de Turismo no pierden ocasión en presumir de semejante joya, la cual, sin embargo, esconde también la cara b de un abandono en sus instalaciones cada vez más palpable fuera de la fachada principal que remata un inmenso escudo de España y sus negros cañones Vickers. Imágenes de lo que hay bajo estos mastodontes de la artillería es la del peligro para cualquier despistado aventurero.
Con el fin de evitar accidentes -o al menos alertar de los riesgos- Costas colocó hace ya varios años carteles avisando del peligro de desprendimientos. Y es que en lugares como la Chapa no son pocos los barracones que ya carecen de techo, como una antigua cantina para militares que, entre tanto expolio, todavía conserva un bonito mural del faro de Portmán. Pero pasear por las terrazas desde las que un día se operaron las unidades de artillería antiaérea ya suponen un peligro evidente. También las garitas, que presentan un estado deplorable pese a que todavía se puede apreciar en ellas los dibujos que servían a los guardas para atinar a indicar el punto cardinal desde el cual se acercaban los navíos de mar a tierra. Recientemente en el Pleno municipal, desde MC se reclamó potenciar la visita a este espacio arreglando la carretera de acceso a la playa del Lastre y el faro, la cual resulta peligrosa cuando coinciden sobre el asfalto dos vehículos que circulan en sentidos opuestos.
En Cenizas, el panorama tampoco es nada halagüeño. Su mítica portada de aires precolombinos está ya muy necesitada de una mano de pintura y los vándalos han abierto sendas aperturas en los túneles por los que ingresaban las vagonetas cargadas de munición y proyectiles. Arrancados los barrotes de las verjas, entrar se convierte en un peligro, pues en caso de accidente un rescate se haría especialmente complicado. Misma tónica en la cercana batería de Negrete, donde el suelo de los barracones, hecho a base de tablones de madera, se ha convertido en un trampa perfecta donde partirse una pierna.
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«Si me llego a caer en Aguilones o la Pajarola, lo mismo no lo cuento»
Lo que debía ser una tarde rutinaria de entrenamiento acabó convirtiéndose en una pesadilla para el cartagenero José Torrecillas. Mientras recorría las antiguas fortificaciones que rodean la ciudad, sufrió un grave accidente al ceder el suelo bajo sus pies en la batería de Fajardo, una de las construcciones históricas del cinturón defensivo de Cartagena.
«Me fui a entrenar como habitualmente hago por estas zonas. Ese día decidí ir al castillo de Galeras y después bajé a Fajardo. Cuando llegué al final, en la batería, hay una garita de vigilancia. Encima está la estructura de un antiguo proyector de luz. Allí me senté un rato a descansar antes de volver», relata Torrecillas.
Pero lo que parecía un momento de pausa se transformó en segundos en un accidente. «El suelo empezó a inclinarse y romperse. Salí despedido por el aire y caí tres metros más abajo. El suelo se había venido abajo. Tuve suerte de caer en tierra y no en la escalera que había al lado».
El militar sufrió una fractura en el sacro, hematomas y cortes por todo el cuerpo. Hoy todavía sufre dolor en el pecho y la espalda. «Tengo toda la nalga derecha inflamada y heridas en la cabeza. Tras la caída recuerdo que me costaba respirar y no podía moverme», explica.
Por suerte, un cabo primero de la Escuela de Infantería de Marina General Albacete y Fuster (Eimgaf) que se encontraba en la zona acudió a auxiliarle. «Me puso en posición de seguridad y me colocó la camiseta bajo la cabeza porque sangraba. Me dieron agua y sombra, y llamaron al 112».
Sin embargo, la llegada de los servicios de emergencia se vio entorpecida por una situación insólita: la ambulancia no podía acceder al recinto porque la barrera de entrada estaba bajada. «Estuvieron más de 30 minutos parados sin poder pasar, intentando averiguar de quién eran las llaves. Llamaban al Arsenal, a la Eimgaf, al Ayuntamiento... Nadie tenía claro de quién eran las competencias», lamenta Torrecillas. Finalmente, un vehículo de Infantería de Marina consiguió abrir el paso para que los sanitarios llegaran hasta él.
«Estuve tirado casi 40 minutos hasta que pudieron socorrerme. Si me llega a pasar esto en otra batería, como Aguilones o La Parajola, por donde no pasa ni un alma, lo mismo no lo cuento»,
Tras el accidente, José Torrecillas asegura que ha puesto el caso en manos de un abogado.
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