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Luis Miguel Pérez Adán
Sábado, 3 de mayo 2025, 08:57
Durante la Guerra de Sucesión Española, Cartagena se convirtió en un punto caliente de la lucha por el dominio del Mediterráneo. En 1706, la llegada ... de la escuadra inglesa bajo el mando del almirante George Leake a la ciudad marca un episodio fascinante y muchas veces olvidado en la historia de España. La famosa carta que Leake envió a la ciudad, que se conserva hoy en el Archivo Municipal de Cartagena, es un testimonio directo de cómo la presencia inglesa no solo respondía a la defensa de una causa dinástica, sino a un juego mucho más grande: el control de los mares y, por ende, el dominio global.
En el contexto de la Guerra de Sucesión, los ingleses se presentaban como aliados del Archiduque Carlos, aspirante a la corona española, luchando contra las fuerzas borbónicas de Felipe V. Sin embargo, al analizar la carta de Leake, es evidente que, más que defender un bando, lo que realmente estaban buscando los británicos era asegurar el control de puntos estratégicos clave en el Mediterráneo. Cartagena, con su puerto fortificado y su posición vital para el comercio y las rutas navales, representaba un trofeo esencial para cualquier potencia interesada en dominar la región.
Leake, en su misiva, hace una oferta aparentemente razonable: una rendición pacífica para evitar la violencia. A primera vista, podría parecer que simplemente buscaba reducir las tensiones y asegurar la victoria del Archiduque Carlos. Pero al leer entre líneas, es claro que su verdadera intención era afianzar el dominio inglés sobre Cartagena, algo que, aunque no logró concretarse, pone de manifiesto los intereses británicos más allá de la causa imperialista de los Austrias. Como ya se había visto con la ocupación de Gibraltar en 1704, los británicos no dudaban en utilizar las luchas dinásticas de Europa para justificar sus propios intereses de poder y control sobre territorios clave.
Las tropas inglesas desembarcaron en Cartagena en junio de 1706, reforzando las murallas de la ciudad y asegurando su puerto. La presencia de la escuadra inglesa, con alrededor de tres mil soldados, fue percibida por algunos como una ayuda para la causa del Archiduque Carlos. Sin embargo, a medida que la guerra avanzaba, los intereses británicos se fueron haciendo más evidentes. Leake no solo quería asegurarse de que Cartagena no cayera en manos de los borbónicos, sino también sentar las bases para una posible ocupación inglesa a largo plazo en la ciudad. Sin embargo, el poder de Felipe V y las dinámicas cambiantes de la guerra llevaron a que los británicos tuvieran que retirarse, dejando atrás una ciudad que volvería a ser leal a los Borbones.
En comparación con Gibraltar, donde los británicos sí lograron consolidar su presencia, la historia de Cartagena resultó ser un fracaso en términos de dominio territorial. La ocupación de Gibraltar en 1704 fue un acto de fuerza que perduró. A pesar de los intentos españoles de recuperar el territorio, los británicos nunca abandonaron el peñón, convirtiéndolo en una colonia estratégica que sigue siendo británica hoy en día. Este contraste entre la ocupación exitosa de Gibraltar y la retirada de las fuerzas inglesas de Cartagena no puede ser más revelador: mientras que Gibraltar se convirtió en un símbolo del poder naval británico en el Mediterráneo, Cartagena, aunque igualmente estratégica, fue devuelta a la órbita de los Borbones.
¿Qué hubiera pasado si la historia hubiera tomado otro giro? ¿Y si Cartagena hubiera permanecido bajo control británico? Dado su valor estratégico, la ciudad podría haber seguido el mismo destino que Gibraltar, con los británicos asegurando su control sobre el Mediterráneo y, posiblemente, convirtiéndola en una colonia británica. En un contexto histórico diferente, Cartagena podría haber sido otro enclave británico vital en el control de las rutas comerciales y hoy los carthaginensis hablaríamos en inglés. Hoy, más de tres siglos después de esos eventos, se puede reflexionar sobre lo que significó realmente la presencia británica en Cartagena y cómo, una vez más, la historia de España se muestra a través de los sucesos que ocurrieron en la ciudad. Cartagena, una de las ciudades más emblemáticas de España, fue testigo de cómo las potencias extranjeras intentaban utilizar sus luchas internas como una excusa para asegurarse el control de territorios estratégicos. La ocupación de Cartagena por parte de las tropas de Leake y su posterior retirada refuerzan la idea de que la ciudad, en muchos momentos de su historia, ha sido un peón en el ajedrez geopolítico de grandes potencias extranjeras.
Pero quizás lo más interesante de todo es cómo, en el caso de Gibraltar, los británicos lograron mantener su dominio y convertirlo en un punto clave de su imperio, mientras que en Cartagena, pese a su importancia, el control pasó de unas manos a otras. La historia de España, y en particular la historia de Cartagena, es un reflejo de cómo los intereses internacionales se imponen sobre las luchas internas, y cómo las ciudades clave en momentos críticos pueden cambiar de rumbo, dependiendo de las circunstancias y de las fuerzas que se encuentren en juego.
En este sentido, la carta del almirante Leake, hoy conservada en el Archivo Municipal de Cartagena, es mucho más que un simple documento de guerra. Es una pieza clave que nos permite entender cómo los británicos, en su afán de dominar el Mediterráneo, habrían estado dispuestos a convertir Cartagena en otro Gibraltar, si las circunstancias lo hubieran permitido. El paralelismo entre ambos territorios no solo es fascinante, sino que también nos invita a reflexionar sobre cómo el destino de las ciudades y las naciones puede estar marcado por los intereses de aquellos que, en ocasiones, las consideran simplemente piezas estratégicas en el tablero de poder global.
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