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¡Ave, César! ¿2025?

Las cosas por su nombre ·

TOMÁS MARTÍNEZ PAGÁN

Domingo, 10 de junio 2018, 09:25

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Empiezo hoy justificándoles el título. Ave, César, por ser éste el saludo con que los gladiadores se dirigían al César antes del combate y eso es lo que parece la llegada del tren de alta velocidad (AVE) a nuestra Trimilenaria; y el 2025 porque es el año en que tiene previsto hacer su llegada aunque, como bien podrán observar, lo he puesto en interrogante porque todavía no está cerrado, y aunque dicen que entrará en superficie por la Plaza de México, en la estación de tren de toda la vida, muchos cartageneros todavía no lo tienen muy claro.

En mi último viaje en AVE a Madrid desde Albacete coincidí, primero en la estación y después en el coche número dos, con un cartagenero de pro con el que enseguida 'pegué hebra', uniéndosenos posteriormente un directivo de una multinacional de Cartagena que aun no siendo cartagenero lleva muchos años en la Trimilenaria y la siente como cosa propia. La conversación se inició al hilo de la pregunta de «hasta cuándo tendremos que continuar desplazándonos a Alicante o Albacete para poder viajar a Madrid en alta velocidad». La respuesta más inmediata fue consolarnos con que pronto lo tendremos más cerca, en la estación del Carmen de Murcia, pero rápidamente nos trasladamos a la polémica sobre cuándo le tocará a Cartagena entrar en el mapa del AVE en la red nacional.

Casualmente, ambos contertulios habían participado semanas atrás en las conferencias organizadas por Fermed, que es el 'lobby' de apoyo al Corredor Mediterráneo, en las que desplegaron todos los medios de que disponen en Héroes de Cavite bajo el eslogan «Quiero Corredor», y en las que el secretario general del ente empresarial comentó durante su conferencia que «si el AVE llega en superficie costaría 67 millones de euros, y si lo hace soterrado saldría por 137 millones, pero que en ambos casos se tendrían que descontaminar los terrenos del Hondón, donde estaba la antigua factoría de Explosivos Río Tinto y que supera en superficie, entre la autovía y la antigua carretera de La Unión, los 600.000 metros cuadrados, lo que alargaría el plazo previsto y por ello las fechas dadas por el Ministerio tendrían nuevos retrasos».

En el tren hacia Madrid me encuentro con un empresario, cartagenero de pro, que lamenta que nadie mida los proyectos de ciudad a largo plazo

Es más, al tratarse de unos terrenos con acumulación de metales pesados, sería necesaria la intervención del Consejo de Seguridad Nuclear, con lo que el 2025 no sería probablemente la fecha real de llegada del AVE. Todo esto suscitó una nueva cuestión, la de realizar una propuesta factible de un Plan de Ciudad a 15 años en el que quede definido el futuro crecimiento de la Trimilenaria por la zona de ERT y Zinsa, bajando asimismo la autovía a cota cero para que no divida la ciudad, sino que la integre y se utilicen así todos estos miles de metros cuadrados para diseñar un plan de ciudad con grandes avenidas, buenos parques, viviendas asequibles y todo lo que conlleva una ciudad moderna.

En cuanto a nuestra magnífica estación de tren, quedaría fabulosa convertida en un gran centro cultural y comercial que integrase las zonas de la vieja y la nueva ciudad, trasladando la nueva estación a la zona de Mandarache, tal y como se pensó en un principio, integrándose también aquella zona con la ciudad junto con otra zona de crecimiento en paralelo: la de la Avenida Víctor Beltrí a lo largo de todo su trazado hasta Torreciega; pero insistiendo también en las grandes avenidas, los parques y la calidad de construcción y precios lógicos de mercado.

Ahorrar dinero y ganar tiempo

Con un proyecto así lograríamos ahorrar en la inversión del AVE y se obtendrían compensaciones empresariales en ambos polos de desarrollo de ciudad, generando un plan de crecimiento a 15 años con el que daríamos paso a ver la Cartagena del futuro. Aparte del proyecto de ciudad en sí obtendríamos más ventajas, como la de acelerar la llegada del AVE y la recuperación de tres zonas de abandono continuado en los últimos años, algo que seguro interesa a todos los agentes de desarrollo, inversión, rentabilidad y servicios. Todo ello aprovechando las inercias de las partes que intervienen. Lo malo es que, como recalcó el empresario de pro, casi nadie mide los proyectos con visión global y a largo plazo, sino que la mayoría de las veces solo van a tapar huecos en el día a día y así nos va. Nos jugamos todos una comida, apostando a que en el 2025 aún no tenemos AVE. Ya les contaré.

Tras llegar a Madrid, el cartagenero de pro y yo compartimos taxi hacia la Castellana a dónde íbamos los dos. Durante el trayecto me invitó a cenar en uno de esos clásicos renovados con que cuenta Madrid, Zalacaín.

Enseguida pude comprobar que se trataba de un cliente habitual que conocía toda la historia de este emblemático local que inició su andadura en 1973 de manos de la familia Oyarbide y que este año celebra su 45 aniversario. Fue el primer restaurante español en tener tres estrellas Michelin y por él han pasado grandes figuras, pasando por la Casa Real, la sociedad política y empresarial y lo más granado del país.

Buque insignia gastronómico

A finales del pasado año reabría este clásico buque insignia de la gastronomía de Madrid, totalmente renovado, con mucha luz y con una extraordinaria bodega como la que siempre tuvo, ahora en superficie, y con unos ventanales maravillosos que dan al jardín interior. Nos saludó la primera jefa de sala en la historia del restaurante, Carmen González, quien, buena conocedora del exquisito gusto de mi acompañante, nos dio su recomendación. Para empezar, una crema de zanahoria y jengibre acompañada de Grissinis; después, las famosas croquetas Zalacaín de ave y ternera. Continuamos con una ensalada de bogavante aderezada con Jerez y un pulpo asado con crema de Parmentier y cristal de patata, un plato de categoría en presentación y sabor, y unas zamburiñas con crema de lima y cebolla encurtida.

Después, unos raviolis rellenos de setas, trufa y foie de oca, seguidos por un tartar de lubina con un poco de caviar en superficie, todo un platazo, y una pluma ibérica macerada en pasta de jalapeños, reducción de soja y curri, excepcional de sabor, para terminar con su clásico steak tartar, que preparan en directo dándote probar para dejar el punto de picante a tu gusto. Y para terminar, los obligados crepes zalacaín, también preparados en directo, con su crema de naranja, mantequilla y azúcar.

Y si la comida fue exquisita, los vinos no quedaron atrás. El sumiller fue maridando los platos con hasta cuatro denominaciones de origen distintas y excelentes. Y a la hora de pagar, nueva sorpresa cuando pido la cuenta y me indican que está todo pagado. Me comprometí con mi amigo a que la próxima correría de mi cuenta y él, tan ágil de mente como siempre, me respondió: «Cuando llegue el AVE». Cartageneros de categoría que hay, aunque no se les vea actuar de manera tan espléndida en la Trimilenaria.

Dijo Miguel de Cervantes: «Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades». Tomen nota.

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