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Sebastián Revuelta 'Chani', Manolo, Dani, Tomás Martínez y Rafa Saavedra, que lleva una cataplana, en el restaurante Los Jardines. LV
Una cataplana en La Atunara

Una cataplana en La Atunara

TOMÁS MARTÍNEZ PAGÁN

Domingo, 11 de agosto 2019, 09:19

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Dejar amigos por donde uno pasa siempre es bueno, como el atender bien a quien te visita, te consulta o, por cualquier motivo que te da la vida, establece relaciones contigo, ya sea en el terreno profesional como en el personal. Y atender con amabilidad da como resultado que, cuando llegas a nuevos destinos transcurrido un tiempo, te reencuentras con esas personas que antaño conociste y atendiste y que guardan un grato recuerdo de aquellos momentos que compartísteis.

Pues bien, hago esta introducción a mi artículo de hoy por la visita que, días atrás, hice a La Línea de La Concepción, en plena celebración de La Virgen del Carmen. Cuando llegué allí, llamé a mi buen amigo Sebastián Revuelta, 'Chani' para los amigos. Quería informarle de que me encontraba allí por cuestiones de trabajo y quería aprovechar para darle un abrazo y tomar unas 'cañitas' con 'pescaito' frito con él. Su respuesta inmediata fue: «¿En qué hotel estás?». Y a las puertas del mismo, puntual como un inglés, a las ocho de la tarde pasó a recogerme para ir a tomar unas cañas.

Me llevó hasta Gibraltar para tomar la primera, en una taberna inglesa de un buen amigo y para que viese también el nivel de construcción y turismo que tienen en El Peñón. Y mientras disfrutamos de la 'birra', me sorprendió cuando me dijo: «Al final, La Patacha se va de vuestro puerto».

Los dos 'woks' unidos por bisagras, de origen portugés, centralizan los aromas del mar y de la tierra

Extrañado le pregunté: «¿Y cómo sabes tú eso?» y claro, enseguida caí; como es directivo de una compañía naviera, lo sabía de primera mano, y me comentó: «Una singularidad como esa, no entiendo que salga de un puerto turístico como el de Cartagena» y, ciertamente, yo tampoco lo entiendo, pero nuestra Trimilenaria es así.

Feria de La Salvaora

Desde allí emprendimos la ruta que él había organizado para que yo conociera su tierra en lo histórico, lo turístico y, sobre todo, a nivel gastronómico. Empezamos por la feria, conocida por La Salvaora, donde nos tomamos, en la caseta de su peña de amigos, el primer rebujito con puntillitas y choco. En un ambiente festero, me contó la historia de esta feria espectacular en contenido, que en sus inicios servía para 'salvar' a los feriantes de otras ferias en las que no habían obtenido el éxito deseado. Así, en la Línea de la Concepción lograban aumentar sus ganancias, conociéndose así por el nombre de 'La Salvaora'.

Se celebra a mediados de julio. Comienza siempre un viernes con la coronación, seguido de un sábado de cabalgata y un domingo rociero, que da inicio a una semana llena de casetas, albero, trajes de gitana, rebujito y sevillanas. Normalmente coincide con la festividad de la Virgen del Carmen, patrona de los marineros y del popular barrio de La Atunara.

Continuamos la visita con el monumento a Camarón de la Isla, que vivió en La Línea, antes de dirigirnos hacia la Playa de La Atunara, que es ese pedazo de la costa de La Línea en el que algunas veces hemos visto en televisión las persecuciones de narcos y los desembarcó de hachís, que conviven con las barcas de pescadores, los chiringuitos y los niños jugando junto al mar.

Desde hace más de 40 años, convierten estas escenas de película en imágenes cotidianas, porque no es de extrañar ver cómo una lancha huye a toda velocidad de un helicóptero de vigilancia aduanera al amanecer, cualquier día en este idílico lugar.

La playa está entre los núcleos de La Atunara y la Línea de la Concepción. Es una de las últimas playas del litoral del Mar Mediterráneo de la provincia de Cádiz y tiene unos 1500 metros de longitud y 90 de anchura media. Se trata de una playa muy transitada, ya que tiene un magnífico paseo marítimo en el que están instalados algunos restaurantes conocidos por sus 'pescaitos' y las almejas de La Atunara. En el momento en que yo la visité más aún, ya que durante la festividad de la Virgen del Carmen, sacan la imagen del puerto, para que recorra las calles de La Línea, antes de comenzar con la verbena de la que ya anteriormente les hablé.

Ortiguillas, jibia y vino blanco

Seguimos con nuestro recorrido y antes de llegar al restaurante donde había reservado para cenar, me llevó al número 14 de la calle Cartagena, donde está el Bar Salas, y allí nos tomamos las clásicas ortiguillas, verdaderamente exquisitas, y una tapa de jibia frita deliciosa, acompañadas del vino blanco de la casa.

Y paseando por el barrio y tras visitar la parroquia de Santiago, llegamos a Los Jardines, el restaurante de Rafael Saavedra, un singular local que abrió en el año 2001, aunque Rafael lleva toda su vida en el mundo del pescado, pues la tradición le viene desde sus abuelos que ya eran pescadores y tiraban de copo. Este es el arte de pesca típico de la zona. Rafa también tiene su propia pescadería en el mercado de abastos.

Con lo que les he dicho ya se pueden imaginar el material que tiene en su freiduría. En la entrada del local, una barca con sus espetos de jurel, que con solo verlos y oler el aroma que desprendían te invitaban a probarlos.

Nada más posicionarnos en la barra, se incorporaron a la reunión dos directivos de la compañía de Chani, Manolo y Daniel, y acompañados por el propio Rafael, nos pusimos a hablar sobre las similitudes entre Cádiz y Cartagena. Mientras, nos servían el especial de la casa para picar, una bandeja con cuatro compartimentos y cuatro tipos distintos de pulpo, a cuál de ellos más sabroso, una singularidad de gran sabor y totalmente novedosa para mí.

A continuación, nos sentamos alrededor de la mesa y Rafa nos dijo que todo estaba ya preparado y se puso a servirnos un albariño, un Álvaro de Bazán, de las bodegas Gran Bazán del grupo Baigorri, del cartagenero Pedro Martínez, que estaba redondo. Elena, la jefa de sala, nos comentó que estaban preparando una 'cataplana' por encargo de Revuelta y yo que no sabía lo que era, pregunté.

Resulta que la cataplana es un artilugio de origen portugués que consiste en dos 'woks' unidos por unas bisagras y unas pinzas que sirven de cierre. Una especie de concha divina que centraliza los aromas del mar y de la tierra cuando se introducen en ella. Viendo mi interés por el tema, los responsables de cocina, Rafa y Tarek, nos explicaron el proceso de elaboración de la cataplana de marisco con todo detalle antes de ponerla, como manda la tradición, en el centro de la mesa y abrirla ante nuestros ojos dejando que nos invadiesen los aromas a mar, a cilantro y a huerta.

Tarek y unos 'sorbitos'

Como verán, siempre hay lugar para sorprenderse, y esto fue lo que a mí me ocurrió con este plato que nunca antes había probado y que realmente es exquisito y que me gustaría que algún día se pudiese probar en la Trimilenaria, eso sí, al estilo cartagenero.

Terminamos la velada con unos postres caseros elaborados por Tarek y unos 'sorbitos', como ellos llaman a nuestros chupitos. Y aquí termino también yo con una sabia frase de Cicerón: «El placer de los banquetes debe medirse no por la abundancia de los manjares, sino por la reunión de los amigos y por su conversación».

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