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Vista del Lago Ness, en Escocia, con las ruinas del Castillo Urquhart en primer término. AP

Cartageneros por el mundo

TOMÁS MARTÍNEZ PAGÁN

Domingo, 13 de octubre 2019, 10:56

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Como ya otras veces les he dicho, ¡el mundo es un pañuelo! Y si no, vean lo que me sucedió hace pocos días. A principios de mes tuve que viajar a Escocia por motivos profesionales. Concretamente, a la capital de la región de las Highlands (tierras altas) de Escocia, a la ciudad de Inverness, a tan solo 20 kilómetros del Lago Ness, ese enclave idílico cuyas turbias aguas se cree que ocultan al legendario Nessie, ese supuesto plesiosaurio, famoso en el mundo entero y que tantos chorros de tinta ha hecho correr.

Pues bien, lo primero que quiero decirles es que ir a Inverness entraña casi más dificultades que venir a nuestra Trimilenaria. Puedes ir en tren desde Londres. Ahora, eso sí, tardando entre 8 y 12 horas, vuelos varios, aunque desde aquí ninguno directo, y luego una carretera, no de las mejores, en eso le ganamos con diferencia. Nosotros elegimos volar hasta Glasgow y, desde allí, ir por carretera hasta destino, atravesando el Parque Nacional de los Cairngorms, entre ríos, pequeños lagos y todo verde, verde, y grandes bosques con mucha vegetación y, por supuesto, el encanto de las típicas viviendas escocesas y algún que otro castillo y, claro está, sus ovejas en las laderas y también las terneras angus autóctonas pastando en los inmensos prados.

Durante las cuatro horas de ruta, paramos a mitad del camino en una de los pocos establecimientos hosteleros que te encuentras en la ruta donde, por supuesto, no se vende alcohol, y donde nos tomamos un tentempié típico del lugar: un buen zumo y pastel caliente de carne de cabra, que estaba exquisito, la verdad, y unas patatas fritas pero claro, a su estilo, aunque con ganas también están sabrosas.

Diez vecinos de la Trimilenaria realizan un gran proyecto industrial en Inverness

Llegada a destino y entramos en unos de los muchísimos hoteles que tiene esta ciudad que, a pesar de tener una población de tan solo 65.000 habitantes, es un destino turístico habitual, lo que le hace tener una actividad grandísima. Y nada más entrar al hotel, mientras hablábamos nosotros, oímos que nos saludan con un «¡Hola, buenas tardes!». Sorprendido, me vuelvo y veo que se trata de una pareja de nuestra comarca que se encontraban de viaje de semana visitando el lago y demás atractivos de la zona. Lo que decía, un pañuelo.

Para cenar, habíamos quedado con nuestro grupo de diez cartageneros, que están realizando un gran proyecto industrial en la costa de Inverness. El punto de reunión acordado era el típico bar de la zona cercano al hotel y claro, como no podía ser de otra manera, mientras esperábamos a que todos llegasen, nos tomamos unas pintas de cerveza Tempest Long White Cloud, que estaba especial. De allí nos fuimos al Rospoll, situado junto al Río Ness y muy cerca del puente más emblemático que cruza la ciudad. Es un restaurante donde nuestros paisanos ya son conocidos y apreciados por el dueño, Steven, y su equipo de camareras, y nos dejamos llevar por sus recomendaciones.

Habitantes y guías

De aperitivo, tomamos unas bolitas de queso de oveja tempurizadas, ensalada tibia con sandía y queso Halloumi y sopa de cangrejos con mejillones. Continuamos con unos lomos de rodaballo al horno y un coulibiac, el típico pastel de hojaldre relleno de salmón escocés y una infinidad de ingredientes. Para terminar, una carne de ciervo con patatas, aderezado con la exquisita salsa de la casa. De postre nos pusieron un cranachan, el postre típico escocés, con frutos rojos, whisky escocés, avena, nata y queso con nueces. Acompañamos la cena con un tinto reserva chileno, un Marqués de Casa Conde del Valle de Cachapoal, recomendación de la casa, y terminamos con un café irlandés que, aunque estaba buenísimo, yo me sigo quedando con el que hacían en 'El Comodoro', en su época, en la Trimilenaria, seguido de un sorbito de Chivas 12, sin hielo, con toda su parafernalia.

Sería extraordinario que Cartagena tuviera una promoción como la de esta ciudad escocesa

Y en la sobremesa, mientras saboreábamos un Gin-tónic al estilo escocés, de esos que te ponen en un vasito tres mini cubitos y un sorbito de Ginebra del Lago Ness, tan mínimo que una tónica da para tres servicios, me di cuenta de cómo los ciudadanos de Inverness saben vender su ciudad, hasta el punto de que nuestros cartageneros nos la vendían a nosotros como si fuesen guías turísticos. Y todo ello gracias a que, desde su llegada, y llevan ya 9 meses allí, le obsequiaban en todos sitios con la guía 'Qué ver en Inverness en un día', y a que todo el mundo les proporcionaban recomendaciones continuamente. Es decir, todos los habitantes venden y promocionan ciudad.

De ahí que estuvieran tan puestos y nos dieran tanta información: la zona comercial en el centro, visita al Museo, que es gratuito, o a una de las muchas destilerías de whisky, el castillo de la ciudad, las islas del Lago Ness, el jardín botánico, el Infirmary Brigde, que se mueve al pasar, la catedral de San Andrés, la biblioteca Leaky's, una antigua iglesia donde se venden libros de segunda mano y la oferta estrella: la visita al Lago Ness, uno de los más extensos de Escocia y en el que también se puede visitar Nessieland, un museo ideal para familias en el que nos cuentan la historia de Nessie en fotos.

O conocer las bucólicas ruinas del castillo de Urquhart, visitar el pueblecito de Drumnadrochit, donde se encuentra el centro de visitantes al Lago, o el campo de batalla de Culloden, donde Escocia sufrió la más trágica y brutal derrota en 1745, unos campos donde cientos y cientos de hombres perdieron la vida y por los que, hoy cuidados y con piedras dedicadas a los clanes, resulta estremecedor pasear.

Y muchos otros lugares más que habían ido visitando a instancias de los habitantes de la ciudad, lo que me llevó a mí a pensar que, si en nuestra ciudad lo hiciésemos igual, sería extraordinario. La pena es que si actualmente le preguntas a algún cartagenero por nuestra oferta turística, la inmensa mayoría no conoce todo lo que tenemos para ofrecer en nuestra ciudad y su comarca, que es mucho, muchísimo, pero que falta ordenarlo y saber venderlo. Nuestro Mar Menor no es el Lago Ness, pero le podríamos sacar mucho más resultado y no estaría mal empezar con Salabrio o el demonio del mar, uno de los seres de leyenda que ya estaba presente en el medieval Reino de Murcia y que la escritora María Pilar Conn ha sabido recuperar y actualizar en su obra 'Salabrio y la Pandilla del Cabo', convirtiéndolo en un caballito de mar gigante y bueno, custodio de un tesoro del mar.

Instituto de Turismo

Y ahora que recientemente Francisco Bernabé ha sido nombrado nuevo director del Instituto de Turismo, sería buen momento para que todos los estamentos implicados en esta actividad creasen una guía que ponga a nuestra Trimilenaria en el lugar que le corresponde en cuanto a promoción nacional e internacional.

Confiando en poder verlo más pronto que tarde, termino hoy con una frase de San Agustín que muchos ya aplican en sus vidas: «El mundo es un libro y aquellos que no viajan solo leen una página».

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