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El ambiente andaluz engulle las multitudinarias cruces en Cartagena
Las mujeres vestidas de flamencas al estilo de las ferias del sur predominan en una fiesta en la que Cantores de Híspalis llena la plaza del Ayuntamiento
MManoli y su amiga Sonia no dudaron ni un instante que la fiesta de las Cruces de Mayo de Cartagena era el lugar adecuado para ... sacar del armario el traje de flamenca que llevaban tiempo sin embutirse. «Qué mejor ocasión que esta. Yo lo tengo desde el año que fui a la Feria de Abril», decía la primera de ellas llegando a la calle Honda para tomar el aperitivo. Las sevillanas sonaron de música ambiente en distintas barras por todo el centro y el veterano grupo Cantores de Híspalis, a quien alguien apodó los Beatles de ese género, llenó la Plaza del Ayuntamiento al anochecer. Qué más pedir.
A pocas horas de que la capital andaluza inaugure su afamada feria de primavera, a 540 kilómetros de distancia las adoquinadas calles del centro de Cartagena se convirtieron en un real sin albero ni caballos, aún, pero con calor, flamenquito, farolillos y rebujito fresco. No se dejaron llevar por esa corriente ni los romeros de la Hermandad de San Ginés de la Jara ni el Grupo Folclórico Ciudad de Cartagena, de La Palma, que cartagenerizan una fiesta que no es exclusiva de la vecina comunidad andaluza y tiene centenaria tradición aquí sin necesidad de ponerle volantes ni lunares.
Los primeros montaron su cruz en la Glorieta, que fue un hervidero de gente todo el día. Los palmesanos tomaron con sus trajes típicos y los aperos del Campo de Cartagena la Plaza de la Condesa de Peralta, llenándola de tradición y buen gusto.
Tampoco sucumbieron las cofradías de Semana Santa. La marraja celebró su fiesta en la calle Cuatro Santos, pero montó su altar en el Callejón de Bretau, para reivindicar que fue ella la que hace justo cincuenta años recuperó del olvido la fiesta dedicada al culto de la cruz de Jesucristo. El caldero, la paella y las migas no faltaron durante toda la jornada en las barras montadas también por las cofradías California y del Resucitado en las calles donde se encuentran sus respectivas sedes, las del Aire y Palas. La fiesta se extendió también desde la Plaza del Rey hasta el Lago, donde celebraron su verbena los vecinos del casco histórico.
Último día
La celebración de las Cruces de Mayo fue multitudinaria en el día central. La mayoría de los colectivos y bares participantes no montarán hoy, pese a que pueden hacerlo hasta después de la comida. Descartaron hacerlo tras una larga jornada de sábado, que comenzó floja en algunos lugares pero que se fue animando por la tarde. Uno de los momentos culminantes se vivió en la Plaza del Ayuntamiento, repleta de público para escuchar las sevillanas del veterano grupo Cantores de Híspalis, que fue desgranando sus grandes y festivos éxitos.
Como ya es costumbre, avanzada la noche, el casco antiguo se transformó en un extenso centro de diversión, con todo lo bueno que ello conlleva, pero también con todos los problemas de ruidos, salubridad y seguridad que surgen. El amplio despliegue de la Policía Local no evitó que la gente orinara por las esquinas, pero sí males mayores entre algunos jóvenes pasados de rosca y ganas de gresca.
También se emplearon a fondo para atender decenas de llamadas de vecinos del centro denunciando exceso de ruidos y música alta fuera del horario establecido. De hecho tuvieron que acudir pasadas las once y media de la noche a ordenar que cesara la música en las terrazas de la plaza Juan XXIII. En las viviendas del entorno nadie podía estar, según sus propietarios.
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