La almadraba de La Azohía cierra la campaña al alza y multiplica la captura del pez limón en Cartagena
Crecen un 3% las capturas, especialmente de bonito y albacoreta, lo que compensa la falta de variedades como la melva y el emperador
Juana Martínez
Cartagena
Martes, 22 de agosto 2023, 00:34
Este año las redes de la Almadraba de La Azohía aumentaron sus capturas un 3% respecto a 2022. Este incremento se debe sobre todo a ... especies como el bonito. «Junto con la albacoreta y la lecha nos ha salvado la temporada este año», detalló Juan Paredes, uno de los actuales gerentes de la firma Almadraba de La Azohía.
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Esta última especie ha cuadruplicado sus ejemplares. «Hemos pasado de pescar 150 lechas a 600», relató Paredes. Estos ejemplares, que también se conocen como pez limón, son de los pescados azules más apreciados.
Sin embargo, hay otros ejemplares que apenas se han dejado ver. «No hemos pescado casi ninguna melva ni emperador», lamentó el veterano pescador. Aún así afirmó que «ha sido un buen año, aunque no de los mejores».
Su empresa, fundada por su abuelo en 1946, es la única que sigue practicando en el Mediterráneo este arte de pesca milenario. En España hay otras cuatro y se encuentran en las localidades gaditanas de Tarifa, Zahara de los Atunes, Conil de la Frontera y Barbate. Se diferencian de la cartagenera por su especialización en el atún rojo.
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70 atunes rojos
Los pescadores de La Azohía se han hecho con 70 ejemplares de este codiciado pescado que «siempre ayuda a subir las ventas». En total han logrado 18.700 kilos del conocido como jamón del mar. La costa oeste de Cartagena está en la ruta de migración de estos animales, que cada año emprenden un viaje de más de dos mil millas náuticas desde las frías aguas del océano Atlántico, donde se alimentan, a las más cálidas del Mediterráneo central, donde se reproducen.
Las corrientes marinas y el lebeche ayudan a que atunes, bonitos, y albacoretas, entre otras especies, se acerquen más hacia la costa, en la línea de paso de los bancos de túnidos. Los marineros crean un laberinto de redes ancladas al fondo, del que los peces no pueden escapar. Una vez que entran, se les va guiando por varias cámaras hasta el centro de la trampa, llamada 'copo', en cuyo fondo hay una red que sirve para sacarlos a la superficie. En el copo esperan los barcos con pescadores y buzos, que izan las jarcias con sus propias manos en la llamada 'levantá'. Tras la captura, el proceso de selección y envasado se lleva a cabo manualmente en el mismo barco. Después se llevan las piezas a la lonja para subastarlas.
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