«¡Viva Cartagena!»
LUIS MIGUEL PÉREZ ADÁN
Sábado, 15 de octubre 2016, 01:31
«Viva Cartagena!». Esta expresión independiente de su acepción sentimental, para el orgullo y reconocimiento de una ciudad, tiene su propio significado como frase hecha en forma de giro que, a lo largo del tiempo, ha prevalecido como fuente de nuestra riqueza lingüística, arraigado en el uso cotidiano en forma de dicho. Con el correr de los años se ha consolidado como un conjunto de palabras con que expresar algo que no coincide con el sentido literal de las mismas.
El enunciado literal había tenido su máximo sentido en la Sublevación Cantonal del año 1873, por parte de los republicanos federales. Sus partidarios la utilizaron en discursos, en arengas y, sobre todo, en sus manifiestos.
Pero, ¿cuándo adquiere esta frase un sentido diferente? Por lo investigado hasta el momento por los anteriores cronistas de la ciudad Isidoro Valverde y José Monerri, el cambio es producto de una anécdota que se originó en los escenarios del Teatro Circo de esta localidad.
Así dice uno de los escritos recopilados: «En Cartagena, un tenor mediocre dejó escapar un horrísono gallo. Sin dar tiempo a que el público le pitase, se adelantó hacia el proscenio, carraspeó y soltó un agudo '¡Viva Cartagena!', lo que le valió el gran y unánime aplauso del público. La anécdota se hizo tan famosa que se afincó en la lengua popular.»
Sucedió el 5 de febrero de 1927. El tenor Mario Cruz entonaba una romanza de la ópera 'Marina' cuando, al querer dar el do de pecho, sufrió un 'gallo'. Antes de que los espectadores pudieran reaccionar, el tenor gritó a pleno pulmón: «¡Viva Cartagena!». Y consiguió una atronadora ovación.
'Marin'a es una obra lírica española compuesta por Emilio Arrieta. En principio, fue una zarzuela en dos actos, con libreto de Francisco Camprodón, estrenada en el Teatro del Circo de Madrid el 21 de septiembre de 1855. A instancias del tenor Enrico Tamberlick, Arrieta la transformó en ópera en tres actos, y consiguió de esta manera un gran éxito entre sus contemporáneos. Son famosas piezas como la entrada de Jorge (aria Costas las de Levante), la barcarola de Marineros al principio del Acto II, la romanza 'Pensar en él', la habanera 'Dichoso aquel que tiene' y el brindis del Acto III: 'A beber, a beber y a apurar'.
Del tenor, Mario Cruz, contamos con pocos datos biográficos. Conocemos su debut en Cartagena en fecha temprana, junio de 1910, interpretando 'Bohemios', siempre formando parte de compañías medianas. No tuvo ningún éxito destacado y se le conoce más por su anécdota que por sus cualidades vocales.
Alfonso Santos García, en su libro 'Cines y teatros de Cartagena', publica un autógrafo de este tenor con un comentario alusivo a la famosa atribución. La rúbrica está tomada del álbum de firmas del café La Palma Valenciana y el comentario es el siguiente: «¡Viva ... viva Cartagena! / Grité con mi gracia fina / Apareciendo en la escena / En un acto de Marina. / Hoy calmoso, premedito / Que mi frase fue muy buena / Y la voz en grito repito: / ¡Viva ... viva Cartagena!».
Para salir de un problema
Pero anteriormente a los cronistas, en el periódico ABC (11 de Julio de 1952), Julia Maura, nieta de Antonio Maura y Montaner, escritora de novelas y ensayos, publicó un artículo en el que analizó el nuevo significado del «¡Viva Cartagena!»: «Esta lucha hace avivar el ingenio. Se llega a extremos verdaderamente increíbles para paliar la posible derrota. Tal vez el más usado, pero también el más eficaz, es el conocido '¡Viva Cartagena!'. Parece ser que, en la hermosa ciudad mediterránea, una vez un mal tenor dejó escapar un agudo 'gallo'. Y antes de que el público tuviera tiempo de exteriorizar su protesta, el infortunado divo se adelantó hacia las candilejas y soltó un patriótico y eficaz '¡Viva Cartagena!', que el público premió con una cordial y calurosa ovación, salvándose así del pateo que se cernía sobre él. Aunque tuviera poca voz, no era tonto el tenor aquél. Desde entonces, el '¡Viva Cartagena!' ha quedado como patrimonio de los mediocres, algo así como su escudo de armas o como su muro de protección».
Y así hasta hoy. En la actualidad, esta exclamación es empleada fundamentalmente por políticos y tertulianos periodísticos para expresar extrañeza ante el éxito alcanzado por alguien considerado como mediocre, descuidado, extraño o desahogado de alguien. «A ti te da igual cómo combine la ropa. Te pones unos pantalones azules, una camisa naranja y una corbata negra y, hala, ¡viva Cartagena!».
Desde entonces, un '¡Viva Cartagena!' viene a definir un recurso fácil o hábil, bien para salir de una situación comprometida o para conseguir una adhesión. Pues ¡Viva...!