«Un buen día se sacan incluso 120 euros»: el boom sin freno de los 'riders' toma las calles de Murcia
Cada vez son más y dicen que la capital del Segura es una ciudad ideal. Los repartidores de comida a domicilio creen que existe una imagen equivocada de su trabajo
Todos tienen en común que se ganan la vida sobre dos ruedas: Óscar, que tenía un restaurante en Colombia; Carmen, que era profesora en Ecuador; Carlos, que conducía un moto-taxi en Caracas; Martín, que dejó el trabajo en la carpintería de su padre también en Venezuela; o Steven, que salió de Nicaragua por la situación que atraviesa su país. Todos forman parte de la galaxia de mochilas cuadradas y coloridas de repartidores de aplicaciones y plataformas de envío de comida a domicilio. Son los 'riders'. Sobre una bici, una motocicleta o, en su gran mayoría, en patinete eléctrico.
Y este universo, que sigue creciendo en ciudades como Murcia, orbita a las horas de mayor demanda de pedidos alrededor de las zonas de la ciudad donde se concentran restaurantes, bares y cafeterías. Son casi las dos de la tarde, en el punto donde confluyen el Paseo Alfonso X con la Plaza Circular. En una jornada cualquiera, la estatua del Rey Sabio y los bancos aledaños se convierten en su lugar de encuentro entre idas y venidas. Steven acaba de recoger un pedido para entregar cerca de aquí. «No es un trabajo en el que estés en movimiento todo el tiempo, tenemos nuestros ratos de estar con los compañeros», cuenta este nicaragüense.
Esta isla de los 'riders' habla con acento latino. Por allí pasan Umberto, Wilmer, Josué... Un caso paradigmático es el de la comunidad venezolana: esta forma de ganarse la vida se ha convertido en el refugio de muchos de los que salieron en masa de su país en los últimos años. Su perfil es muy similar entre ellos: son jóvenes y llegaron a España hace un año, o menos, buscando una un trabajo que les ayude a dejar atrás la crisis económica y política en la que se encuentra sumida Venezuela. «Tengo libertad de coger mi horario, saber cuántos días voy a trabajar a la semana, incluso cuánto voy a ganar», dice Umberto, de 28 años y que vino hace año y medio a Murcia.
El perfil del 'rider'
-
Jóvenes Entre 20 o 30 años es la edad de muchos de estos 'riders', para los que es su única ocupación.
-
Latinos Los venezolanos llegados en el último año predominan en esta actividad junto a ecuatorianos o colombianos. Steven es de Nicaragua: «Estoy agradecido con España. Nos ha abierto las puertas».
-
Autónomos Destacan la independencia de la profesión. Umberto: «Yo escojo cuándo quiero trabajar y cuánto quiero ganar».
-
Pocas mujeres Muy pocas se adentran en un oficio con mucha presencia masculina. Francelys: «Es cuestión de gustos. Yo no he tenido ningún problema».En patinete. Es el medio más común para moverse por Murcia fácilmente. Wilmer: «Murcia es bella».
-
Sobrecualificados El 36,3% ha finalizado una carrera universitaria, mientras que otro 28% tiene estudios secundarios postobligatorios, según un estudio de 2023 del CES.
-
Pedidos y fines de semana De viernes a domingo se concentra la demanda semanal. También condiciona la meteorología: el frío o la lluvia influyen a la hora de pedir comida para llevar.
-
En patinete Es el medio más común para moverse por Murcia fácilmente. Wilmer: «Esta ciudad es bella».
La llegada de Wilmer es más reciente, un mes para ser exactos. Tiene 19 años: «No está siendo difícil adaptarme. Estoy aprendiéndome las calles. Murcia es bella». Junto a él Francelys, de 27, una de las pocas chicas que se mueven en un mundo predominantemente masculino. Ella y su novio se dedican a lo mismo, aunque él trabaja para una cadena de hamburgueserías.
«Para no estar haciendo nada y coger malos vicios, mejor hacer esto»
'Las Delicias de Cali' es el nombre del local del que Óscar era dueño en Colombia. Ha pasado de dirigir a sus empleados al frente de ese establecimiento a repartir por Murcia los pedidos a otros restaurantes del centro. Con un grueso y desgastado anorak de plumas, destaca entre los habituales 'riders' del Paseo de Alfonso X por su edad. Tiene 51 años, cuando muchos de los demás apenas pasan de los treinta, ni siquiera de los 20 en algunos casos. Sin embargo, eso no es una barrera para él, que a lo mejor no escucha la misma música que esos chavales ni viste como ellos: «Hay compañerismo y se llevan bien unos con otros». «Somos una bandada gigante», bromea con una sonrisa, «pero no le hacemos mal a la gente».
Lleva ocho años en España y antes vivía en Elche. Llegó a Murcia para poder regularizar su situación. De su paso por la localidad alicantina ya adquirió experiencia como repartidor de paquetería y otros envíos. Un compañero de piso le abrió camino con las plataformas de reparto de comida a su llegada a Murcia. «Para no estar haciendo nada y tener malos vicios, por lo menos se trabaja en esto. Le cambia la vida a la gente», opina.
«Vamos a ver, con el tiempo...», dice Óscar sobre la posibilidad de abrir las puertas de su propio restaurante en España, como el que tuvo que dejar en su país. «Poco a poco. Primero hay que ir evolucionando», suspira.
Cambios en los contratos
Esta semana su profesión volvió a situarse en el foco de la actualidad después de que Glovo anunciara que renunciaría a su modelo de contratación para regularizar a sus repartidores. Lo hizo un día antes del juicio a su CEO por tenerles como falsos autónomos y tras dos años de esquivar la ley y adeudar 267 millones a la Seguridad Social. Ha sido celebrado por el Ministerio de Trabajo y por los sindicatos mayoritarios, para los que supone un éxito en defensa de los derechos laborales de estas personas. Los 'riders' lo ven con más escepticismo. «Estamos esperando a ver si deciden qué van a hacer, si van a contratar a todos o no», dice Francelys. Muchos de ellos no tienen claro qué puede suponer el cambio contractual.
Pero también son bastantes los que se muestran abiertamente en contra. Umberto y Steven son dos de ellos. «Yo me siento cómodo así. No quiero atarme a un contrato», reconoce el primero de ellos. Este venezolano teme perder ingresos con un salario fijo y apuesta por otro tipo de medidas como rebajar la cuota de autónomos. «La gente se quedaría asustada si echamos cuentas de lo que genera un repartidor», asegura Steven. En quince días le han pagado más de 700 euros.
«Era maestra de parvulario en Ecuador. He venido acá a adaptarme a otra cosa»
En apenas dos meses en Murcia, Carmen, de 28 años, no esconde que se ha perdido en alguna ocasión y que ha acabado dando vueltas una y otra vez a la misma «cuadra» (manzana). Pero también cuenta que siempre encuentra quien le eche una mano: «Todos nos ayudamos entre todos. Si no conoces una dirección, paras a alguien y te la dice». Lo que más le confunde, sonríe, son los nombres de algunas calles.
Es joven y tímida, pero cuenta que en Ecuador era maestra en un parvulario. En España, empezó limpiando casas y después comenzó a trabajar como repartidora para una de estas plataformas de comida a domicilio. «He venido acá a adaptarme a otra cosa», admite del giro que ha dado en su vida. Le gustaba su trabajo con niños y niñas, pero lo de ser 'rider' le parece mejor que la limpieza. «No es tan difícil», dice sobre la autonomía de una profesión en la que está rodeada de hombres: «Si hay pocas mujeres no es porque sea complicado. Es que les sale trabajo en otras cosas y se van».
«Repartir está bien. Ahorita está aún un poco bajo, pero dicen que irá mejorando. Recién empecé», dice sobre cómo le marcha hasta el momento en esta actividad. Se echa a la calle sobre las once de la mañana para el turno de los pedidos de mediodía y, de nuevo, por la tarde a partir de las siete: «Por el momento no he tenido problemas con los clientes. Todos me han tratado bien».
Vivir «relativamente bien»
Glovo es la más grande, pero hay más plataformas, como Deliveroo, Uber Eats o JustEat. En 2023, un estudio sobre este sector realizado por el Consejo Económico y Social de la Región calculaba que en la Comunidad hay entre 900 y 1.200 'riders'. Un tercio cuenta con estudios superiores.Sobre su profesión, opinan que existen muchos prejuicios y que el reparto de comida a domicilio con estas herramientas les deja ingresos más que les permiten vivir «relativamente bien». «Hay fines de semana que puedes ganar en un buen día 90 o 100 euros», detalla Umberto. «Un domingo, se sacan 100 o 110, incluso 120 euros», cuenta Francelys. Defienden la independencia que tienen y la autonomía para organizar sus jornada de trabajo: desde que arrancan a las 11 de la mañana hasta que se apagan los fogones de las cocinas al filo de la medianoche. «Ahora tengo una pila nueva [para el patinete] y puedo trabajar la jornada completa», cuenta Francelys. Ninguno de ellos habla de Seguridad Social, de asistencia médica o de pensiones para la jubilación. Viven al día, del punto A al B, sumando trayectos y calculando ingresos.
Y, como en todo mercado, existe una oferta y una demanda. No todos salen ganando: Josué es de los recién aterrizados en España y se encoge de hombros resignado cuando se le pregunta si entran muchos pedidos. El trabajo les expone a tener que andar desenvolviéndose con lluvia, frío o con los termómetros disparados. Pero Carlos lo ve desde un punto de vista más pragmático que le explica a su paisano: «Ahorita, en este tiempo, debería estar más frío. La cosa está floja estas semanas. Cuando hace frío, la gente sale menos y hay más pedidos», analiza con pragmatismo. «Murcia es pequeña, es fácil moverse», según Francelys. Los 'riders' coinciden en la cómodo que es moverse por el centro de la ciudad, donde además se condensa buena parte de la actividad hostelera. El paraíso para cualquier repartidor. Según Umberto, «hay buena demanda y buena movilidad». Para Steven, funciona así de sencillo: «Llevar, traer, subir, bajar...».
Avanza la conversación y la hora más intensa del turno de mediodía se echa encima. No dejan de mirar de reojo su teléfono. Los pedidos entran a la aplicación. Enseguida se ponen en movimiento. Alguien quiere comer. «Fue un placer. Ya saben dónde estamos», se despide Steven, con ese almuerzo por entregar. Sus patinetes y sus mochilas, a toda velocidad, son ya un rasgo más del paisaje urbano.