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Pascual Parrilla, el médico que ha situado el área quirúrgica de La Arrixaca entre las mejores del país, en un quirófano. GUILLERMO CARRIÓN/ AGM
Un bisturí «con mando en plaza»

Un bisturí «con mando en plaza»

La Arrixaca es hoy uno de los mejores hospitales del país en el área quirúrgica gracias a Pascual Parrilla

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Domingo, 2 de septiembre 2018, 13:59

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Pascual Parrilla (Torrent, 1945) se ha tomado este verano dos semanas de vacaciones. Desconectado y casi incomunicado en la zona norte de La Manga -hace varios meses no tuvo más remedio que jubilar a su viejo BMW y desde entonces no tiene coche-, ha dedicado la mayor parte de este tiempo a disfrutar de sus cinco nietos. «Nunca había estado tantos días seguidos fuera de La Arrixaca», confiesa, ya de vuelta a su minúsculo despacho de la tercera planta del hospital, mal iluminado, atestado de libros, papeles y recuerdos. Para el exjefe del servicio de Cirugía General y padre del trasplante hepático en la Región, los pasillos y quirófanos de La Arrixaca son no ya un segundo hogar, sino una especie de prolongación de sí mismo. «He pasado aquí más tiempo que en mi casa», admite.

A punto de cumplir, en octubre, 73 años, el cirujano ha ido paulatinamente cediendo responsabilidades a su equipo, aunque como profesional emérito -el Servicio Murciano de Salud (SMS) le concedió este título en 2016- continúa al pie del cañón, acudiendo cada día a su despacho, a las sesiones clínicas y, de forma puntual, entrando al quirófano. Dejó la jefatura de Cirugía General por razón de la edad, pero no hay duda de que mantiene en el servicio toda la autoridad acumulada durante décadas de apabullante trayectoria. En las próximas semanas, el SMS sacará a concurso la jefatura vacante, y será entonces cuando pase el testigo. Así ha ocurrido ya en el Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria (IMIB). Antes del verano, Parrilla dejó la dirección de este organismo en manos de su mano derecha, el también cirujano y catedrático Pablo Ramírez.

El equipo que realizó, en 1988, el primer trasplante hepático en la Región (Parrilla, sentado en el centro).
El equipo que realizó, en 1988, el primer trasplante hepático en la Región (Parrilla, sentado en el centro). TOMÁS

Su familia le pide, casi le ruega, que aproveche este momento para descansar, colgar la bata blanca y disfrutar de sus nietos y de la jubilación. Pero es difícil imaginarse a Pascual Parrilla pasando las mañanas en el paseo del Malecón o matando las horas mirando al mar. Apartarle por completo de La Arrixaca sería casi como amputarle un miembro, y dejar a la sanidad pública regional sin el veterano profesional supondría una enorme pérdida de talento. Así que Parrilla continuará, como emérito, ligado al hospital, aconsejando y asesorando sobre todo en las líneas de investigación que se desarrollan en el servicio de Cirugía General.

Nadie en la sanidad pública regional ha podido igualar su capacidad de influencia, pero lo suyo «no es poder, sino autoridad»

Miles de pacientes

Parilla atesora más de cuarenta años de trayectoria, repleta de hitos y reconocimientos. Ha operado a miles de pacientes y formado a centenares de médicos. Es un gigante dentro y fuera del quirófano, una voz respetada en todos los ámbitos, un bisturí «con mando en plaza», como señala José Luis Aguayo, jefe de Cirugía General del Morales Meseguer y uno de los más cercanos discípulos del maestro. Durante décadas, nadie en la sanidad pública regional ha podido igualar su capacidad de influencia. Los sucesivos consejeros de Sanidad y gerentes del SMS han ido llegando y abandonando la escena mientras él permanecía en La Arrixaca, siempre (o casi siempre) manteniendo hilo directo con el Palacio de San Esteban.

Por todo ello, algunos se refieren a él, con cierta maledicencia, como el «dios Parrilla». Pero lo cierto es que si algo le ha espantado siempre es el uso arbitrario del poder y la mediocridad que a veces habita en los despachos de gobiernos y gerencias. «La autoridad y el poder son cosas distintas. Parrilla tiene autoridad», resume José Luis Aguayo.

Traslado de un hígado en el aeropuerto de San Javier, en 1990.
Traslado de un hígado en el aeropuerto de San Javier, en 1990. JUAN LEAL

A velocidad de crucero

El exjefe de Cirugía de La Arrixaca cree firmemente en el mérito, la única herramienta de la que se valió para avanzar en su carrera pese al clasismo de la España heredera del franquismo. Hijo de un barbero y practicante represaliado por el franquismo, Pascual Parrilla tuvo una infancia «dura pero muy feliz» en Torrent (Valencia). Cursó el Bachillerato elemental a velocidad de crucero y sin bajar del sobresaliente. Se sacó el primer curso con tal facilidad que su maestro le animó a prepararse las materias de Segundo en verano para examinarse en septiembre. Dicho y hecho. Consiguió una beca de 8.000 pesetas del ayuntamiento de su pueblo para continuar sus estudios en los Escolapios de Valencia, y tampoco defraudó. Junto a su hermano Juan José, quien más tarde sería jefe de Ginecología y Obstetricia de La Arrixaca, se levantaba todos los días a las seis de la mañana para coger a tiempo el tranvía.

En 1988, convenció al entonces ministro de Sanidad para poner en marcha el programa de trasplante hepático

A los 15 años, y literalmente con pantalones cortos, se convirtió posiblemente en el estudiante de Medicina más joven de España. «No fue por vocación. Entré en Medicina porque era lo que estudiaba mi hermano», confiesa. Pronto descubrió que no se había equivocado.

Hizo la carrera en Valencia y acumuló 21 matrículas de honor, más premio extraordinario. Con el título bajo el brazo se fue a Bolonia a sacarse la tesis. No necesitó más de seis meses, y el tribunal italiano le reconoció con el premio Victor Manuel II. Comenzó entonces su periodo de residencia en el Clínico de Valencia. «Vivíamos en el hospital, no podíamos ni salir de allí», recuerda. En esa etapa conoció a su mujer, Cristina. Ella era enfermera y vivía en un piso junto a otras compañeras. Una de las chicas contrajo meningitis y Parrilla fue a atenderla junto a otro residente. «Cuando se curó, nos invitaron a cenar, y allí surgió todo. Enseguida nos casamos», rememora.

Casi todo en su vida ha sido así de meteórico. En 1971 terminó la residencia y un año después ya era profesor adjunto. En 1975 ganó ante un tribunal una plaza en la Universidad de Murcia, de la que es catedrático. Llegó a la Región sin vinculación alguna más allá de lo profesional, y aquí se quedó. Durante un par de años ejerció en el Hospital Provincial, hasta que en 1977 se convirtió en jefe de Cirugía General de La Arrixaca.

El SMS sacará en las próximas semanas a concurso la jefatura de Cirugía General, vacante desde su jubilación

No todo fue rodado, sin embargo, en este ascenso vertiginoso. «Los poderes fácticos de la época no le pusieron facilidades», señala José Luis Aguayo. Muchos 'popes' veían en él a un recién llegado, ajeno a los círculos y apellidos de la pequeña élite local. Pero su liderazgo fue pronto indiscutible. Comenzó a formar un brillante equipo que ha convertido a La Arrixaca en uno de los hospitales más reputados de España en el campo de la cirugía.

Trasplante de hígado número 500, en el año 2003.
Trasplante de hígado número 500, en el año 2003. M. BUESO

Símbolo del servicio

El programa de trasplante hepático, que acumula más de 1.500 intervenciones, se ha convertido en el principal símbolo de este éxito. El primer trasplante de hígado en España se llevó a cabo en el año 1984, en Barcelona. En 1986 se realizó la segunda intervención, esta vez en Madrid. El Ministerio pretendía implantar el modelo británico, con trasplantes solo en las dos principales ciudades españolas. Pero Pascual Parrilla estaba decidido a poner en marcha un programa propio en la Región, y nada ni nadie pudo frenarlo.

En mayo de 1988 llegó el momento. Un paciente se debatía entre la vida y la muerte, y un nuevo órgano era su única esperanza. «Nos avisaron de que en Almería había un posible donante, y vimos que había un vuelo desde Barcelona a Almería con parada en San Javier. Compramos billetes para dos enfermeras y tres cirujanos y nos fuimos. Los pasajeros se quedaron a cuadros, porque algunos iban hasta con la bata», recuerda Parrilla. «Conforme aterrizábamos vimos luces en el aeropuerto. La Policía nos estaba esperando para escoltarnos al Hospital de Torrecárdenas». Una vez allí, extirparon el órgano del donante y se volvieron en dos helicópteros fletados gracias a la ayuda del director del hospital almeriense.

Al Ministerio no le gustó aquello. Parrilla recibió una carta en la que se le conminó a no repetir la hazaña. Pero si algo caracteriza al cirujano es su constancia y su capacidad de persuasión. Tras llamar a algunas puertas se plantó delante del entonces ministro de Sanidad, Julián García Vargas. Cuando salió del Ministerio, el programa de La Arrixaca ya estaba autorizado.

Fue clave en la creación del IMIB, instituto que ha dirigido hasta ahora

Si hoy la Región es una de las comunidades líderes en donación y trasplante es en buena medida gracias a Parrilla y a su equipo, pero el trasplante hepático es solo un programa más dentro de un servicio enormemente potente, con multitud de unidades superespecializadas que han conseguido grandes resultados. Otro tanto puede decirse de la investigación en campos como el esófago de Barret. Deja un servicio con cuatro catedráticos: Pablo Ramírez, Francisco Sánchez Bueno, Ricardo Robles y Luisa Martínez de Haro. Previsiblemente, alguno de ellos será ahora su sucesor.

Sin protagonizar titulares y con un papel más bien en la sombra, Parrilla fue también clave en la puesta en marcha, en 2014, del Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria (IMIB). El proyecto nació no sin dificultades, pero ha supuesto un salto cualitativo para la sanidad regional.

Ahora, y una vez hecho el rodaje, Parrilla ha abandonado la dirección, aunque nadie duda de que seguirá al pie del cañón en La Arrixaca. A otro ritmo, con más tiempo para la familia y ya sin responsabilidades de gestión. Pero la luz de su despacho seguirá encendida mucho tiempo.

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