Avispero popular
PRIMERA PLANA ·
Ninguna de las partes que batallan en la guerra suicida del PP parece mejor pertrechada en capacidades y valores para sacar adelante al partido. Con sus acusaciones mutuas de corrupción y espionaje se han situado en el mismo precario nivel de respetabilidad éticaEn 1986, la embajadora de EE UU ante la ONU, Jean Kirkpatrick, escribió un artículo titulado 'El mito de la equivalencia moral'. Su objetivo era responder a quienes mantenían que, desde el punto de vista de los principios morales, no había grandes diferencias entre la política exterior de EE UU y la de la URSS durante la Guerra Fría. El concepto de equivalencia moral cuajó y suelen utilizarlo quienes defienden que ninguna parte en un conflicto es peor que las otras. Eso tiene sus riesgos porque no siempre es así. La comunidad internacional se equivocó en la guerra de los Balcanes y cuando intervino ya era tarde. La ONU terminó por constatar que no había equivalencia moral entre los combatientes. Los bosnios y los croatas podían ser acusados de violar los derechos humanos, puesto que también mantenían centros de detención, pero no acometieron limpieza étnica sistemática como hicieron los serbios. La verdad se supo demasiado tarde.
La guerra fratricida entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso exhibe un fatal pronóstico para el PP porque la espiral de ataques brutales que se han propinado les sitúan en el mismo precario nivel de respetabilidad ética. Ninguna de las partes en conflicto parece peor que la otra. Ambas producen similar recelo. Presunta corrupción en un bando, presunto espionaje y chantaje en el otro. Ayuso sale mal parada porque es difícil justificar que su hermano se beneficiara económicamente de una contratación directa de la Comunidad de Madrid en plena pandemia. Solo ahora, después de que el PP ha implosionado, ofrece esa información que le requería Génova desde octubre. Pero Casado y su mano derecha, el murciano Teodoro García Egea, tampoco salen indemnes tras las acusaciones de espionaje a Díaz Ayuso y sus familiares. La torpe gestion de la crisis, con un despiadado cruce de acusaciones retransmitido en directo por televisión, les deja igualmente tocados. En términos políticos todos han utilizado armamento nuclear. El PP es hoy un avispero con dinámica autodestructiva.
Ambos bandos se presentan ante la opinión pública como víctimas de una deslealtad manifiesta y proclaman que son ellos los que en este conflicto actúan movidos por principios de rectitud y honestidad. Dará igual quién logre imponer su relato. El escenario que deja esta batalla es devastador para el PP, sumido en una convulsión histórica del que se beneficia tanto PSOE como Vox, un competidor directo que no tenía en anteriores crisis.
Son los barones territoriales, con el gallego Núñez Feijóo a la cabeza, quienes intentan forzar una rápida salida de la crisis para evitar un cisma total. El pasado viernes, según se supo ayer, Casado y Ayuso se vieron en Génova 13. El presidente popular cedió y dio por buenas las explicaciones de la lideresa, no sabemos si por convicción o por conveniencia. La crisis, sin embargo, no está en absoluto cerrada. Por varias vías, Díaz Ayuso presiona para forzar la destitución de García Egea como secretario general, una posibilidad a la que se resistirá Pablo Casado porque, además de su mano derecha, es su muro de contención. Si cae García Egea, el siguiente quizá sea él. Pero fuera de Génova el murciano solo tiene el apoyo expreso del presidente Fernando López Miras, que el viernes se puso de su lado, aunque sin dudar de la honestidad de Díaz Ayuso. Una posición más prudente y que denota la incertidumbre en el PP regional sobre el desenlace final. García Egea y López Miras han ido de la mano y la suerte de uno siempre ha condicionado la del otro. En muchos territorios, por el contrario, el secretario general de los populares ha dejado un rastro de cadáveres políticos que aún tienen capacidad para jalear su marcha. Es la factura de haber, directamente o por vía interpuesta, intervenido a fondo en la elaboración de las listas, a diferencia de Cospedal, que dejaba hacer. La caída de García Egea dejaría a López Miras sin su principal apoyo y más expuesto de cara al congreso regional donde debe revalidar su liderazgo. Ahora mismo es cierto que los apoyos a una posible candidatura alternativa de la alcaldesa de Archena, Patricia Fernández, se reducen a la 'vieja guardia' encabezada por Ramón Luis Valcárcel, pero también lo es que en los chats de los militantes murcianos es abrumador el respaldo a Díaz Ayuso. Probablemente porque suscita mayor confianza como cabeza de cartel en unas posibles elecciones generales para competir con Vox y ganar a Sánchez. El temor de los militantes y los cuadros medios de los populares a verse superados por Vox es palpable. Los de Abascal huelen el miedo y no cesarán de avivarlo. «Esta crisis política puede llevarnos a La Moncloa antes de lo esperado», nos dice hoy en una entrevista Abascal, crecido por los resultados de Castilla y León y por el cataclismo del PP.
Las acusaciones lanzadas por Casado y Ayuso deben aclararse por el bien de un partido de gobierno que, al igual que el PSOE, ha desempeñado un papel central en la democracia española. Aunque la verdad de lo ocurrido termine por aflorar, quizá ya sea tarde. La confianza en el PP está muy dañada y pocos pueden esperar, vista la temeridad con que se conducen los protagonistas del lío, que se sabrá salir del hoyo de la mejor de las maneras. Ninguna de las partes en conflicto parece mejor pertrechada de capacidad y valores para lograrlo. Y eso es un grave problema para un país necesitado de sólidos partidos a ambos lados del centro político, pero alejados de la radicalidad.