La abuela de acero
Josefa García tiene 86 años, problemas cardíacos y demencia, y acaba de volver a su residencia de Santomera tras un mes de pelea contra la Covid-19 en el hospital. También superó un cáncer hace casi 40 años. «Es una campeona», define su hija María José
Cuando cocinaba y su familia tenía la suerte de relamer sus platos, a Josefa le salían de rechupete la ternera en salsa, el arroz con ... verduras y costillejas y la ensaladilla rusa, solo por poner algunos ejemplos. Ahora, a sus 86 años y con una demencia galopante que ya no le permite recordar una receta ni tampoco a su familia, Josefa ya se ha convertido en una verdadera especialista en burlar a la vieja de la guadaña, con la que todos tendremos que vernos cara a cara alguna vez en esta vida.
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Tal y como detalla su hija María José, su madre «fue una de las primera contagiadas dentro de la residencia» Manuel Campillo, en Santomera, que ha terminado siendo uno de los principales focos de infección en la Región de Murcia con 70 usuarios afectados y 16 ancianos fallecidos. Josefa García Collado (Murcia, 1933) recibió el positivo por coronavirus el 12 de marzo, y durante un mes estuvo haciendo frente a la enfermedad aislada en su habitación de la residencia.
Sin embargo, el agravamiento de los síntomas asociados a la Covid-19, y sobre todo una importante insuficiencia respiratoria derivada de una neumonía, aconsejaron el ingreso hospitalario de esta paciente de alto riesgo, que además ya llevaba muchas semanas de batalla en el cuerpo. «No podía respirar, así que se la llevaron en ambulancia al Reina Sofía», relata María José.
«Estaba tan delicada que prefería no realizar la videollamada para que no tuviera que hacer ningún esfuerzo»
En realidad, la batalla la lleva librando Josefa toda la vida. Creció en la guerra y durante la posguerra, superó un cáncer de estómago cuando no había cumplido los 50 años y después una fuerte trombosis, y estos dos últimos años ha sufrido un importante deterioro físico por culpa de unos serios problemas cardíacos. De hecho, el corazón de Josefa está controlado al milímetro ahora a través de un 'hoster'. Y ya lo que faltaba era el coronavirus.
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Al Reina Sofía llegó Josefa «muy grave», recuerda su hija. Y allí ha estado ingresada otro mes «con una neumonía muy fuerte». Según explicaron los médicos a los familiares, la enfermedad empezaba ya a afectar «a la sangre y al riñón». Con todo, esta bordadora jubilada no ha llegado a pisar la UCI ni un solo día durante su ingreso hospitalario. Y eso a pesar de que María José llegó a pensar alguna que otra vez que ya no iba a volver a ver a su madre, que «no iba a salir de esta».
Echando ahora la vista atrás, señala María José que esos momentos los pasó «muy mal, muy mal». Días de incertidumbre que se pasaban «llorando», pensando que Josefa «se iba», y optando por no hacer la videollamada diaria en la que podía ver la carita de su madre porque «estaba tan delicada que prefería que no hiciera ningún esfuerzo». Las disyuntivas de la pandemia. Querer ver a tu madre porque podría ser la última vez que la veas o no querer verla para que no sea la última vez que la veas. Decidió muy bien María José teniendo en cuenta que, desde la semana pasada, Josefa ya está en su cuarto de la residencia. «Ha tenido que estar una semana aislada como medida de seguridad, porque le hicieron cuatro test antes del negativo y todos salieron positivos. Ahora ya está en su habitación», explica su hija.
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«Los médicos nos dieron la enhorabuena; dijeron que estuvo muy débil y que la recuperación fue impresionante»
María José alaba el «excelente trabajo» del personal sanitario del Reina Sofía, que ha sido la «clave» para que hoy Josefa pueda hacer prácticamente una vida normal. Eso sí, aún no puede ver a su familia, ya que las residencias siguen cerradas a cal y canto. «El 2 de marzo la acompañamos a una prueba a Reina Sofía, y el día 3 fue el último día que la vimos. Sí que nos hemos visto por videollamada, pero acariciarnos y eso, no». Y en la voz de María José se atisba cuánto encierra ese 'eso'.
Josefa no es consciente de la enfermedad que contrajo ni de la prueba que ha superado. «Le decíamos que estaba malita y nos contestaba que ya se iba a casa». Llevaba razón Josefa. «Nos llamaron los médicos para darnos la enhorabuena, me dijeron que había estado muy débil y que la recuperación había sido impresionante». Es lo que tiene ser una auténtica abuela de acero, coincide su hija.
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–Hoy, que su madre puede leer esta página, ¿qué le diría?
–¡Que es una campeona! ¡Cuánto te queremos, mamá!
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