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Encarna, Tere, Mercedes, Luisa, María Fuensanta, María y María del Carmen, ayer, en un bar del barrio murciano de La Paz.
«La ollica volvió... ¡para quedarse!»

«La ollica volvió... ¡para quedarse!»

Amas de casa y jubilados, cuyas pensiones sostienen a miles de familias, advierten de que la recuperación económica es un bulo

Antonio Botías

Miércoles, 26 de abril 2017, 01:42

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Cien personas. Con sus bocas y sus ropas, sus colegios y sus médicos. Un centenar de murcianos, en sus necesidades casi idénticos, salvo en la puerta que cruzan cada día para comer. Puerta que suele ser la de sus padres o suegros. Es una auténtica legión compuesta por los hijos, nietos y bisnietos de las ocho mujeres que ayer, mientras tomaban café en el barrio de La Paz, valoraban la situación económica actual. «¡No hay mejor barómetro que nosotras, nene!», bromeaba María del Carmen Castaño. Y no le faltaba razón.

Ni a ella al denunciar que apenas le han subido este año tres euros la pensión, ni a su amiga Encarna González, quien añadía cómo «la ollica volvió a muchos hogares... ¡para quedarse! Aunque lo peor es la impotencia de ver que nuestros hijos, estando muy preparados, no encuentran un empleo digno». Luisa, otra tertuliana, dio a sus vástagos carreras. Y hasta tiene un yerno que «es ingeniero en Telecomunicaciones. Pero los sueldos son lamentables», señala.

La mayoría de murcianos consultados por 'La Verdad' coincidían en señalar que la recuperación económica es «un espejismo». Y como apostillaba Carlos López, electricista desempleado desde hace un par de años, «lo sabemos porque vivimos en un desierto... de 'púas'». Así que los indicadores y las estadísticas, como aquel célebre programa radiofónico, van por barrios. O por pensiones. A Blas Cano, crítico taurino retirado, que nadie le hable de la suya. «Cuentan no sé qué de recuperación, pero lo cierto es que los trabajadores andan a media dieta. Y los pensionistas nos las vemos y nos las deseamos», lamenta.

Encarna González, si bien destaca que «hay mucha gente peor», recuerda entre bromas cómo antes «los hijos se casaban y se iban. Pero ahora, ¡se va uno y vienen tres! Y con mucho gusto arrimamos el hombro con nuestra pensión». Quizá la única cosa positiva que dejará la crisis cuando pase, en opinión de estas mujeres, será que «se ha vuelto a hacer familia», concluye María del Carmen.

Sin embargo, aunque aseguran que ponen sus ollas con una gran satisfacción y no pocas estrecheces, les produce náuseas poner el televisor. «Da vergüenza ver tanta corrupción, cómo se han llenado los bolsillos y, encima, nadie devuelve nada», denunciaba Encarna. «¡Aquí no pasa nada!», protestaba otra amiga. Pero sí pasan cosas.

En algunos sectores comerciales, por ejemplo, se ha destruido empleo en los últimos tiempos. Eso sucede con las casas de empeño de joyas que, como señala Mariano Monerri, empleado en Oro D'Italia, «se han reducido un 80% en los últimos dos años». Eso sí, también ha descendido «el número de personas que vienen a vender».

Las ventas se concentran en periodos muy señalados, como es el caso de las Navidades, cuando comienzan las clases en el colegio o «justo después de las comuniones». Muchos tardan apenas unas horas en desprenderse de las medallas y cadenitas que sus hijos reciben como regalos. «O los abuelos les adelantan las joyas que heredarán, porque ven que necesitan el dinero», apunta Mariano.

Mientras bajan las ventas en estos comercios, quizás porque a los murcianos necesitados ya no les queda nada de lo que deshacerse, crece el número de empeños. «Y muchos recuperan lo empeñado cuando cobran la pensión doble», explica Mariano, quien añade que «también vienen clientes que venden para comer». Para, otra vez, poner la olla.

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