«El desierto del arte se cruza en soledad y, a veces, hasta el abismo»
Antonio Soler. Escultor
BOTÍAS SAUS
Viernes, 27 de enero 2017, 01:14
Se marcha Antonio Soler a exponer a París. Y asegura que tanto sacrificio le ha costado como poco apoyo ha tenido en su propia tierra. Porque aquello de profeta donde uno nació no es cosa pasada, al parecer. Aunque lo cierto es que apenas tiene tiempo de pensar en esas cosas, entregado como anda en varios proyectos que se podría considerar monumentales. Es el caso de los bloques de miles de kilos de mármol que pronto acometerá para arrancarles su esencia, que luego devendrá en nuevas obras.
-¿Cómo logra un murciano exponer en París?
-Después de años de lucha en solitario llegas a la conclusión de que tienes que dar a conocer tus obras fuera. Cada vez. Se logra exponer en París gracias a la perseverancia y el sacrificio, con otros artistas y amigos y en la más absoluta soledad a nivel institucional. No hay que olvidar que en nuestro espacio está la palabra Murcia y junto a nuestro nombre esta la bandera de nuestro país.
-¿Qué obras acercará a la ciudad del Sena?
-Llevo ocho esculturas: cuatro de bronce, tres de mármol y una de madera. Son un ejemplo de los tres materiales principales en los que mejor me expreso, aunque los he tocado todos.
-En su última aparición presentó a la matrona de Murcia para una asociación, ¿cómo surgió la idea?
-Una llamada de la presidenta Carmen Celdrán diciéndome que le gustaría que los Premios Antonio Díaz Bautista fueran de una obra mía y que le gustaría que fuera una matrona.
-Le reconocen una gran labor a la hora de esculpir el mármol, ¿cómo ha logrado esa especialización?
-Me siento cómodo con el mármol: es el material que más me provoca y emociona. Lo vivo y lo disfruto, aunque es difícil decirle a alguien esto porque es duro. La satisfacción final no la puedo comparar con otros materiales. Para mí la escultura es el juego de la luz y para eso el mármol es único.
-¿Y eso le llevó a Madrid?
-El reto de los altares en mármol de Carrara para Santa María Magdalena de Madrid, después de ser seleccionado entre otros escultores incluso de fuera de España, es un logro personal importante en mi trayectoria.
-¿Qué otras iniciativas lleva entre manos?
-Muchos proyectos. Pronto tendré otra exposición en Málaga y una individual en Mazarrón que afronto con ilusión. También un monumento en mármol de Carrara de diez metros de altura.
-Eso parecen palabras mayores.
-(Risas) Pues sumelé otro proyecto en Barcelona, aún en proceso, para esculpir un bloque de veintiuna toneladas y hacer una gran cápsula del tiempo. Pronto presentaré otra obra sobre la figura de un gran torero, entre otros encargos.
-¿Cómo se inspira antes de empuñar la gubia?
-Soy incapaz de hacer alguna distinción entre el sentimiento y la manera en que traduzco esa sensación en la escultura. Siempre digo: «No esperes la inspiración. Llega mientras trabajas». Y sin pasión no hay arte. Sé qué es lo que siento al esculpir, lo mismo que sintieron los que se han emocionado tocando un trozo de mármol a lo largo de la historia.
-¿Cree que en la Región se apoya lo suficiente a los escultores?
-Apoyo ninguno. Creo que puedo decirlo ya a estas alturas: el desierto del arte se cruza en soledad y algunas veces hasta el abismo. Es increíble la diferencia cuando sales y te das cuenta verdaderamente de lo que pasa aquí. Fuera eres reconocido por tus trabajos y aquí pretenden que vivas de las promesas futuribles, nunca cumplidas. Hablo con la paciencia de años.
-¿Cuál es la escultura de sus sueños, la que le gustaría crear?
-Que llegue el día en el que pueda desarrollar plenamente mi obra. La verdad que no lo he pensado en ese sentido. Sé que voy camino de satisfacer ese sueño con alguno de los proyectos venideros. Todo lo que hago me emociona y para mí son sueños cumplidos.
-Pero algo destacará...
-Me gustaría realizar una gran escultura y saborearla en el tiempo, sin prisas, un poco volviendo a otros tiempos. Las prisas de hoy en día han desvirtuado el cortejo y mimo al bloque sin darte tiempo a acostúmbrate a la presencia de la obra, viéndola pasar con rapidez por tu vida y llevándose cada una un poco de ti. Después de la batalla al escultor solo le queda un espacio vacío.