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Daniel Vidal
Domingo, 15 de mayo 2016, 01:04
'Rocky' no solo mordió la mano que le daba de comer, sino que acabó matando a su dueño a dentelladas. Fue sobre las 20.35 horas de ayer cuando el 112 recibía una llamada alertando del trágico suceso que se acababa de producir en el carril del Puente del Reguerón, en Beniaján. Un perro había atacado a su dueño, que se encontraba ensangrentado y malherido, tendido en el suelo de su pequeña finca de la pedanía murciana. El hombre, Juan Sánchez, un soldador jubilado de 70 años, viudo, padre de un hijo, dos hijas y abuelo de dos nietas, había acudido como cada tarde al terreno para echar un vistazo a los materiales del almacén, controlar el huerto de limoneros y, como siempre, echar de comer a su 'Rocky', un enorme pastor belga que se había convertido en un buen compañero durante los últimos 15 años. «Al perro le quería muchísimo, salía a pasear con él todas las tardes», recordaba un vecino.
Y eso que, alguna que otra vez, 'Rocky' se mostraba agresivo y ya le había dado a Juan, conocido como 'el Paquito', algún que otro susto. «Sí, a Juan le atacó hace tiempo, y a mí también. Recuerdo que hace tres años le fui a echar de comer y me pegó un mordisco en la mano. Aún tengo la cicatriz. Entonces no lo denuncié porque me lo pidió Juan», explicaba 'Abu', el empleado de origen subsahariano que el fallecido contrató hace ocho años para ayudarle con la finca. «Era un gran amigo para mí», se lamentaba. Fue precisamente 'Abu' quien llamó al 112 después de presenciar toda la escena. Momentos dantescos junto a la caseta en la que habitualmente vivía encerrado el animal.
«Estaba empezando a dormir dentro de la casa y empecé a escuchar a Juan gritarle al perro. ¡'Rocky'!, ¡'Rocky'!, pero pensé que era como otras veces que le dejaba suelto por la finca. Hasta que, pasado un rato, escuché que me llamaba pidiéndome auxilio. Salí y me encontré al perro encima de Juan, mordiéndole. Estaba lleno de sangre, con muchas mordeduras... también en la garganta». Aun así, 'Abu' intentó salvar la vida de su jefe, de su amigo. «Grité al perro y 'Rocky' le soltó, pero seguía ladrando, muy nervioso. Fue entonces cuando llamé al 112, porque Juan seguía vivo. Yo le decía: '¡Juan, aguanta!'».
Pero el hilo de vida que dejó 'Rocky' en su amo no duró mucho tiempo. El personal sanitario de una ambulancia enviada desde el servicio de Urgencias del centro de salud del Infante Don Juan Manuel solo pudo certificar la muerte de Juan, bajo un árbol y una farola, en el exterior de la casa, junto al puente del Reguerón y la vía del tren. Demasiada sangre derramada tras el salvaje ataque del perro. De hecho, cuando llegó la Policía Nacional, 'Rocky' seguía ladrando, amenazante, «agresivo», reiteraba 'Abu'.
Los policías tuvieron que efectuar varios disparos para abatir al animal que, sin embargo, no alcanzaron el objetivo ya que no llegaron a matarlo. Al final, los agentes se llevaron al perro vivo, con una correa, mientras el cuerpo sin vida de su dueño yacía sobre el hormigón, cubierto con una sábana blanca.
«Yo mismo he llegado a pasear a 'Rocky' hasta Murcia, pero es verdad que muchas veces se ponía violento, siempre ladraba a las personas que venían de visita y a veces hasta me daba miedo salir de casa cuando Juan lo dejaba suelto», reconocía el empleado. La incredulidad por la desgracia del sábado noche se podía atisbar en sus ojos. Pero también la sensación de que esta desgracia quizá se veía venir entre los afilados colmillos del pastor belga.
'Abu', senegalés de Ambar, de 43 años, ayudaba ayer a pasar el trago a la familia de Juan, que llegaba al desierto y oscuro carril de Beniaján sin poder creerse lo sucedido. De hecho, el único hijo del fallecido se enteraba de la trágica muerte de su padre «por casualidad», según revelaba un agente de la Policía Nacional.
«Pasaba por aquí y, al ver los coches, se ha parado a preguntar qué había pasado. Le hemos dicho que era mejor que aparcara el coche. Es terrible», lamentaba el funcionario. Las últimas en llegar al lugar del suceso fueron las hijas de Juan -con sus bebés en brazos- cuyos llantos desgarradores cortaban a cuchillo el silencio sepulcral de la noche. Una noche en la que el perro dejó de ser por una vez el mejor amigo del hombre.
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