La mano del Papa Francisco fulmina a monseñor Ureña
El pago de una indemnización de 105.000 euros a un diácono le cuesta el cargo al arzobispo de Zaragoza y exobispo de la Diócesis de Cartagena
ANTONIO PANIAGUA
Jueves, 27 de noviembre 2014, 02:00
Ya es la segunda vez en pocos meses que el Vaticano interviene en España para poner orden en sus diócesis. Primero fue en Granada, para apoyar al exmonaguillo que fue víctima de abusos sexuales, y ahora en Zaragoza, donde la Santa Sede ha forzado la retirada del arzobispo, Manuel Ureña, bien conocido en la Región pues durante años, entre 1998 y 2005, encabezó la Diócesis de Cartagena. La razón del actual cese encubierto de Ureña es que tomó la decisión de indemnizar con 105.000 euros a un diácono con la excusa de no poderle ordenar sacerdote. La cantidad, que a la Curia le pareció desorbitada, concitó extrañeza en Roma, a la que no gustó cómo el prelado manejó todo el asunto, plagado de denuncias turbias. Lo poco que se sabe es que el aspirante al ministerio, destinado en Épila, denunció el acoso repetido del párroco de ese pueblo aragonés.
El arzobispado de Zaragoza evitó dar explicaciones. En la capital aragonesa comenzó a extenderse la noticia de que el diácono pudo ser víctima de acoso. El candidato al ministerio sacerdotal, que ahora tiene 27 años, dijo sufrir conductas inapropiadas por parte del párroco de Épila (Zaragoza), Miguel Ángel Barco. Fueron meses en los que no le dieron tregua al diácono, que soportó una convivencia conflictiva con Barco.
Al final, el candidato a sacerdote no aguantó más y optó por abandonar. Y Ureña trató de zanjar el asunto con una reparación económica generosa. Pero la solución acordada disgustó a la Curia romana, que determinó el cese fulminante del prelado, aunque oficialmente se presentó el despido como una jubilación anticipada por motivos de salud.
Se trata de una verdad a medias, pues aunque es cierto que Ureña ha pasado en varias ocasiones por el quirófano -a causa de complicaciones cardíacas y de próstata- y de una lesión en la rodilla izquierda, podía haber aguantado más tiempo en sus responsabilidades. De hecho, el retiró de Ureña, que en marzo cumplirá 70 años, causó sorpresa.
La indemnización se elevó a 60.000 euros, cifra que se completó con otros 45.000 que fueron a parar a Hacienda, según informa 'El Heraldo de Aragón'. La cantidad íntegra se abonó mediante una transferencia bancaria bajo el concepto de 'nómina de noviembre'.
El sacerdote Miguel Ángel Barco se mostró ayer muy afectado por unos hechos en los que involuntariamente se ha visto involucrado. Además de negar tajantemente las acusaciones del diácono, asegura que hasta ayer desconocía que el arzobispo le hubiera indemnizado con tal suma.
En el Vaticano no ha gustado ni el procedimiento ni la gestión del problema, dado que se atribuye a Manuel Ureña una dejación de funciones, pues nadie atendió las quejas de la víctima del supuesto acoso. El arzobispo dedicaba más tiempo al estudio de la filosofía y el pensamiento que a la administración cotidiana de los asuntos de la Diócesis, tarea que dejó al cuidado de sus subordinados, según dicen sus detractores.
Acogidos al silencio
Por ahora, la jerarquía eclesiástica ha preferido acogerse al silencio. Ureña canceló todos los actos que tenía previsto celebrar ayer, a fin de evitar responder preguntas incómodas. El arzobispo emérito tuvo que rendir cuentas el martes ante el Colegio de Consultores, un organismo integrado por diez presbíteros y al que está encomendada la misión de asesorar al administrador diocesano, Manuel Almor. Ureña adujo que la cantidad acordada era justa, dado que el joven tenía rehacer su vida y reorientar su carrera profesional.
Aunque en otras ocasiones también se ha ayudado jóvenes que veían frustrada su ordenación, esta vez algunos dirigentes de la Diócesis ven desmesurada la indemnización.
Aparte de la polémica en sí, al arzobispo no le faltaban adversarios. Le acusaban de estar abstraído en sus libros y de tomar decisiones cuando ya era demasiado tarde. Así, el gobierno diario estaba en manos de un grupo conocido como el 'lobby'. Algunos logros que se anotaba, como el alto número de seminaristas, eran en realidad artificiales. Las nuevas vocaciones provenían de Latinoamérica y desertaban con la misma facilidad con que eran reclutados.
Por otro lado, algunas fuentes apuntan a que sus relaciones eran tirantes con el expresidente de la Conferencia Episcopal y arzobispo emérito de Zaragoza, Elías Llanes, quien no veía con buenos ojos la gestión de Ureña y enviaba informes al respecto al Vaticano. La consecuencia de todo ello ha sido el cese fulminante de quien fue obispo de Cartagena. A quien el Papa Francisco no ha dado ni la oportunidad de explicarse.