«El Señor se ha llevado a un ángel a su lado»
El sacerdote Miguel Conesa Andúgar, de 36 años, se hizo cargo de la parroquia de Bullas el pasado septiembre
Fuensanta Carreres
Lunes, 10 de noviembre 2014, 00:53
Al sacerdote Miguel Conesa Andúgar, fallecido a los 36 años, le esperaban ayer en la parroquia de San Pedro de Espinardo, la misma donde recibió su primera comunión y dio su primera misa, para que oficiara dos bautizos. Los servicios del joven párroco en su pedanía eran frecuentes, pese a que nunca estuvo destinado allí, por el intenso arraigo y apego del sacerdote a Espinardo, donde centenares de vecinos y familiares lloraban ayer su muerte y se deshacían en elogios hacia su persona: «El Señor se ha llevado a un ángel a su lado. Era buena persona, entrañable, extrovertido, siempre dispuesto a todos... le queríamos muchísimo», lamentaba ayer Amelia, una de las feligresas, entre lágrimas, en la sacristía de San Pedro, donde esta tarde se oficiará el funeral por su eterno descanso. El sacerdote falleció en el accidente ocurrido en Cieza. Viajaba en el autobús acompañando a los feligreses de la parroquia de Nuestra Señora del Rosario de Bullas, en la que apenas llevaba dos meses destinado, en su peregrinación al Cerro de los Ángeles.
En el hogar de Miguel Conesa, en la calle Santo Cristo de Espinado, sus padres, Salvador y Aurora, y su único hermano, Salvador, sacaban fuerzas de la fe para atender a las decenas de vecinos y familiares que, desde primera hora de la mañana, les acompañaban y recordaban cómo desde muy niño, cuando apenas contaba nueve años, Miguel Conesa sintió la llamada de la vocación y tuvo claro que consagraría su vida al sacerdocio. «Siempre, desde muy pequeño, supo que era su camino. Jugaba a las procesiones, montaba altares, ayudaba en misa... siempre tuvo una vocación muy fuerte», recordaba ayer su madre, apenas unas horas después de conocer la noticia de su muerte en el accidente. El hermano pequeño de Miguel, Salvador, le definía de forma tan sencilla como categórica: «Mi hermano era la persona más feliz que nunca he conocido».
Una opinión compartida por sus amigos y vecinos de Espinardo, con los que siempre mantuvo un intenso vínculo. «Era muy cariñoso, buena persona, cercano; siempre estuvo ahí para escuchar a todos», rememoraba ayer uno de sus amigos. A muchos de ellos les casó él mismo, y después bautizó a sus hijos. «Le buscaban siempre», recordaba su madre, quien no supo que su hijo había fallecido hasta las cinco de la madrugada.
Apenas terminó el instituto, Miguel Conesa empezó a estudiar Historia del Arte en Murcia, y un año después, al cumplir los 19, ingresó en el seminario de San Fulgencio. Fue ordenado presbítero el 13 de julio de 2003. «El día que se ordenó sacerdote nos dijo que era el más feliz de su vida», recordaban ayer Salvador y Aurora. Su primer destino como coadjutor fue la parroquia de San Miguel de Murcia, con el entonces párroco y hoy obispo de la Diócesis Manuel Lorca Planes; de allí, a Las Palas, La Pinilla y Tallante, en el Campo de Cartagena; y los últimos años, en la urbanización Mediterráneo, también en Cartagena. Allá donde fue, logró ganarse el cariño de los fieles, que ayer le recordaban en las diferentes parroquias y ofrecieron rezos por su eterno descanso. El velatorio se celebró en el Tanatorio de Jesús de Murcia, desde donde se trasladará el féretro hasta Espinardo a primera hora de esta tarde.
Recién trasladado a Bullas
Hacía poco más de un mes que el Obispado había decidido trasladar a Miguel Conesa a la parroquia Nuestra Señora del Rosario de Bullas, tiempo más que suficiente para que sus feligreses le lloraran ayer con el mismo cariño. «Era una buenísima persona; alegre, dispuesto, entregado, cercano...». Miguel Conesa hacía malabares para atender a cuántos fieles le requerían. De hecho, el sábado no dudó en acompañar a los feligreses de su nueva parroquia en Bullas en la peregrinación al Cerro de los Ángeles, en Madrid, donde se encuentra el convento de las Carmelitas Descalzas que fundó la Madre Maravillas de Jesús.
Sus planes pasaban por descansar unas pocas horas en Bullas, oficiar misa de buena mañana en la parroquia, y trasladarse a Espinardo para oficiar los dos bautizos en la parroquia de San Pedro Apóstol, donde a las cuatro de esta tarde se oficiará su funeral por deseo de la familia. «En esa Iglesia le bautizamos, hizo la comunión, ayudó en misa de niño, dio su primera misa... A él le hubiera gustado así», decía ayer su padre, Salvador Conesa. Ramón, el sacerdote que ayer oficiaba en San Pedro la misa dominical, también atesora recuerdos de la niñez de Miguel Conesa, siempre vinculada a la iglesia. «Desde muy niño le recuerdo ayudando en la iglesia, su vocación fue muy temprana», recordaba ayer el cura. En la parroquia que casi le vio nacer, hoy llorará su pérdida la pedanía murciana de Espinardo.
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