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Un grupo de policías nacionales, esperando la llegada de los detenidos, ayer, en la puerta trasera de la Jefatura de Murcia.
Detenidos seis policías por la muerte de un cartagenero al que pegaron y tiraron al mar

Detenidos seis policías por la muerte de un cartagenero al que pegaron y tiraron al mar

Una investigación de seis meses concluye que supuestamente dieron un golpe letal a su víctima y trataron de ocultar el crimen

Gregorio Mármol

Martes, 7 de octubre 2014, 02:19

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Una fría noche del pasado mes de marzo cruzaron la frontera que separa el bien y el mal. La línea roja que no debe rebasar nadie, máxime si quienes se acercan a ella son servidores públicos que tienen que velar por el cumplimiento de la Ley. Pero el asunto se les fue de las manos y por ello tendrán que dar explicaciones ante un juez los seis policías nacionales detenidos ayer en Cartagena como sospechosos de matar a golpes a un hombre de 43 años y de arrojar su cuerpo al mar, hace seis meses.

El arresto fue practicado a primera hora de la mañana en la propia Comisaría por agentes de las brigadas Local y Provincial de Policía Judicial, que desde marzo llevaban el peso de las investigaciones con el apoyo de personal de la Unidad de Asuntos Internos desplazado desde Madrid. Los arrestados fueron incomunicados y trasladados por separado a dependencias de la Jefatura Superior de Policía en Murcia. Tienen en común que son jóvenes, pertenecen a la Escala Básica del cuerpo y trabajan habitualmente en el turno de noche de la Brigada de Seguridad Ciudadana ('zetas').

Precisamente, para el esclarecimiento del crimen ha sido clave la pista aportada por una persona que vio al fallecido, Diego Pérez Tomás, de 43 años, subir a un radiopatrulla sobre las cuatro de la mañana del lunes 11 de marzo, en las inmediaciones de su domicilio, ubicado en la calle Alcalde Estanislao Rolandi, en la populosa barriada de Las Seiscientas, según fuentes del caso. La víctima, que vivía sola desde la muerte de sus padres y tenía relación con pequeños traficantes de drogas del barrio, llamó esa noche en dos ocasiones a la centralita del 091, las mismas que fue visitado por dos patrullas. Decía sentirse amenazado.

Subió a un 'zeta'

Aparentemente, los policías que acudieron por segunda vez a su casa lo tranquilizaron. Pero sus compañeros criminalistas supieron que esa madrugada Diego no salió de casa con paso errante, intentando ocultar sus miedos en una cercana pinada, junto a las vías del tren, como hasta sus propios familiares creían que había ocurrido. En realidad, subió a la parte trasera de un 'zeta', que se dirigió hacia las inmediaciones de la playa de Cala Cortina, probablemente con el propósito de dejarlo allí, a tres kilómetros de su casa y sin posibilidad de regresar de otra manera que no fuera caminando. Así estaría entretenido durante un buen rato, debieron de pensar quienes lo llevaron.

Pero, según las conclusiones a las que han llegado los investigadores, Diego seguía nervioso y los agentes no tuvieron mejor idea que calmarlo a golpes, aunque no era agresivo. Más bien todo lo contrario. Tenía un carácter bonachón que le llevó a ser recadero de medio barrio (carecía de oficio), incluidos algunos traficantes de medio pelo que se criaron con él jugando en la calle.

Durante esos instantes, llegaron a la playa otras dos parejas de agentes uniformados que patrullaban no muy lejos de allí, según informaron otras fuentes cercanas a la investigación, que ha sido declarada secreta por la titular del Juzgado de Instrucción número 4, María Antonia Martínez. Todo apunta a que si dos de los agentes detenidos son presuntamente los autores materiales del golpe mortal, los otros cuatro pudieron encubrir a sus compañeros e incluso ayudar a arrojar el cuerpo al agua, en una zona rocosa frecuentada por pescadores.

El cadáver permaneció en el mar quince días. Un fuerte oleaje lo devolvió a la orilla de Cala Cortina, con infinidad de heridas sufridas por los embates. La autopsia reveló que la víctima recibió varios golpes antes de morir, y que en apariencia estos no fueron dados con ningún objeto contundente sino con las manos de los agresores. Uno o varios de ellos le habrían sujetado para evitar que se defendiera o huyera.

Descartada una trama

Para el esclarecimiento del caso fueron determinantes las escuchas realizadas en los vehículos que solían utilizar los seis agentes en sus turnos de vigilancia, así como el posicionamiento de los teléfonos móviles particulares de algunos de los implicados en las inmediaciones de Cala Cortina, la noche de la desaparición de la víctima.

Las fuentes consultadas por 'La Verdad' descartaron la existencia de una mafia policial o trama de funcionarios corruptos que se pudiera aprovechar de los supuestos trapicheos del muerto. A priori, todo es mucho más sencillo: «Se les fue de las manos», añadieron quienes comparten trabajo con los seis detenidos y aún no salen de su asombro por el desenlace del caso.

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