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Raúl Gómez, en la Fundación Manantial, en Madrid. :: cedida
«La locura no se ve y da mucho miedo; nos toca un poco a todos y por eso hay rechazo»

«La locura no se ve y da mucho miedo; nos toca un poco a todos y por eso hay rechazo»

«Hay mucho más estigma hacia la enfermedad mental en los profesionales de lo que se reconoce» Raúl Gómez Psicólogo

Javier Pérez Parra

Jueves, 12 de junio 2014, 01:27

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Raúl Gómez es psicólogo y director de Recursos de Atención Social de la Fundación Manantial, organización que atiende en Madrid a enfermos de esquizofrenia y otras psicosis. Esta tarde (20.00 horas, aula de cultura de Cajamurcia) participa en unas jornadas sobre el estigma en la enfermedad mental que organiza la Fundación Cattell Psicólogos.

- En una sociedad que ha evolucionado tanto como la nuestra, ¿todavía está estigmatizada la enfermedad mental?

- Sin duda. El estigma está asociado a lo diferente, lo distinto, lo que no está establecido. La locura no se ve y da mucho miedo. Es algo con lo que podemos identificarnos todos, porque es una experiencia humana que hace sufrir. Dígame si lo humano y lo que nos hace sufrir no nos toca un poco a todos. En ese sentido, el estigma es una manera de protegernos. Rechazo al diferente, al que está loco. Le aparto, le envío a un manicomio o le doy una medicación para que esté contenido, como decimos los profesionales, y así me quedo tranquilo.

- ¿Cómo combaten ese estigma desde su fundación?

- Hay muchas líneas de trabajo: campañas en medios de comunicación, guías informativas, talleres de psicoeducación, charlas informativas... Pero en la fundación tratamos de combatir ese estigma sobre todo desde el cambio de mentalidad de los profesionales, los usuarios y las familias. Si nosotros que estamos dentro no cambiamos nuestra actitud hacia este problema, no podemos pedirle a la sociedad que lo haga. Y sinceramente creo que hay mucho más estigma del que se reconoce en los profesionales, y también en usuarios y familiares.

- Antiguamente, a estos pacientes se les condenaba a quedarse al margen de la sociedad. ¿Forma parte de ese cambio de mentalidad concienciar de la importancia de la integridad social y laboral?

- Claro, es que esa es una de las bases: demostrarnos entre todos que la integración social y laboral es posible. De hecho, en la fundación trabajan 200 personas con enfermedad mental en una fórmula de empleo protegido. Los pacientes generalmente se quejan de las escasas oportunidades que tienen para conseguir un empleo. Una sociedad que no les acepta en un bar, en una clase de una universidad, ¿cómo les va a aceptar en un trabajo?

- ¿Siguen faltando recursos en España para conseguir esa integración?

- Se ha avanzado, aunque hay que continuar trabajando en la generación de recursos. Pero no solo en eso. Los trabajadores podemos seguir &lsquopsiquiatrizando&rsquo la relación en una residencia que no se parezca a un hospital, partiendo de un modelo biológico de relación donde la enfermedad es un problema del cerebro y la medicación es la opción terapéutica más eficaz y, por decirlo de alguna manera, interesada. Tenemos que buscar fórmulas terapéuticas complementarias a la medicación.

- ¿Hay estigma también en el lenguaje o estamos excesivamente preocupados por lo políticamente correcto? Lo digo porque usted ha hablado de locura.

- Claro que el lenguaje crea realidad. Tenemos que tener mucho cuidado con lo que decimos porque lo que expresamos tiene mucho que ver con lo que pensamos, y lo que pensamos tiene mucho que ver con las actitudes del día a día. Pero yo aprendí a hablar de locura y de psicosis escuchando a un psiquiatra, Fernando Colinas. No hay nadie que me haya enseñado más en la relación de normalidad, entendimiento y empatía con el psicótico. En los años 80, los profesionales que iniciaron la reforma psiquiátrica en España reivindicaron el concepto de loco como una manera de subrayar que la locura tiene que ver con la experiencia humana y por tanto con algo que puede darse en cualquier de nosotros. Desde ahí, a mí me gusta llamar al loco, loco. Si yo lo vivo y lo siento así, mi manera de hablar con ellos, de pedirles una responsabilidad, es distinta. Y eso es lo que de verdad reduce el estigma.

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