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Pepa García
Viernes, 26 de abril 2013, 23:15
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Los actos comienzan el 30 de abril con la Noche de las Migas, un acto popular en el que participan las peñas migueras y que instituyeron en los setenta del pasado siglo un grupo de profesores foráneos ante la sorpresa de que en Caravaca no presumían de sus ricas migas, porque se veía como un plato de pobres. La Plaza de los Caballos del Vino concentra la actividad en la que por fin explotan la fiesta. Se puede participar sin problemas, aunque conviene, para integrarse, acudir con algún caravaqueño que haga de 'partenaire'.
El primer gran momento de las Fiestas de la Vera Cruz se produce el 1 de mayo por la tarde, cuando los Caballos del Vino celebran el concurso de caballos a pelo y la primera carrera de las fiestas, sin enjaezamiento. Los caballos suben como locos por la Cuesta de la Quiniela (c/ Gregorio Javier), solo controlados por dos caballistas, lo que hace que se desboquen con frecuencia. Asomarse a esta calle para ver estas carreras es todo un espectáculo digno de presenciar. La actividad continúa luego, con los premios, en la plaza de los Caballos del Vino.
Para ver las carreras de los Caballos del Vino del 2 de mayo, lo mejor es que lo haga en las calles con más sabor, como la del Hoyo o Cuesta de la Simona, donde los caballistas realizan por la mañana, tras la misa conmemorativa de la aparición de la Vera Cruz en El Templete, la primera carrera del día grande.
Igualmente, el desfile de los 60 Caballos del Vino y de los bandos moros y cristianos se realiza por el casco histórico, por lo que les recomiendo que los vea pasar por la calle Mayor (donde está el desacralizado Convento de las Carmelitas -hoy privado- y la Iglesia de la Compañía -también desacralizada y sala de exposiciones-) o en la esquina de la muerte, donde el alcalde hace la ofrenda floral a la Vera Cruz en nombre del pueblo.
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