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A. SALAS
Domingo, 31 de agosto 2008, 02:41
Sangre y pasiones derramadas por las calles empinadas de Granada, son la materia prima del juglar murciano Javier Tárraga, especialista en romances de ciego. Con un espectáculo personalísimo y ecléctico, el recitador de San Javier se reencontró con su pueblo natal, donde nunca hasta ahora había mostrado su arte embrujador y su voz cinematográfica, potente y matizada, que atrapa con tentáculos de emoción.
Al fin encontró la llave de la despedida este químico investigador, huido de los despachos y laboratorios para cultivar la poesía oral, en otros tiempos también los muñecos con guante y los cuentos populares, hoy sobre todo los romances con música, acompañado de su violín y de un dúo de cuerdas que dan fondo a su discurso cambiante. Éste Tárraga es un poco Mister Hyde, se adentra con piel y sentidos en un romance de Mariana Pineda, asesinada en Granada, el escenario de sus maravillosos dramas de amores y navajas, para descolgarse después con un poemario musicado que oscila entre el teatro del absurdo, entre la comedia y la tragedia, para dejar caer su triste pálpito de la vida.
Una crítica existencial que a este científico poeta se le cuela por las rendijas de su espectáculo. A toda luz su oscuridad, a ciertas risas, su triste recompensa, recitó llevado por el cataclismo de emociones que volcó en su reaparición en San Javier. En ese regreso a la tierra, se fabricó in situ una máscara de arcilla que, de forma contradictoria, lo descubrió. Acertar en la vida es un azar secreto e inesperado, enigmas que Tárraga dejó escapar de su singular baúl de profesional de la oralidad, de veterano actor de teatro.
Como un cofre de piedras preciosas, fue destapando sus romances viejos, veteados de pasiones, acompañado por su violín, a capela, a oscuras o a la leve luz de una vela. Hipnótico y dúplice, arrastró al público de la última velada juglaresca en el Auditorio de San Javier hasta donde quiso, a la libertad escénica total.
Tárraga puso el punto final al Encuentro Internacional de Juglares, aunque le precedió el excelente contador de cuentos costarricense Juan Madrigal, que devolvió a los espectadores a una infancia de tonadas repetitivas e inocentes retahílas. Por la tarde había actuado en la pinada de Roda el príncipe camerunés Boniface Ofogo, quien renunció a reinar en su pueblo por recorrer el mundo contando hermosas historias de África.
Palabras
Cuentan que había un poblado sólo de bocas , comienza el príncipe sus cuentos sobre la humildad, la justicia o la solidaridad, poblados por princesas, animales y viejas sobrenaturales.
Con la romería de juglares a San Blas estaba previsto que ayer concluyese el Festival de Juglares, que ha triunfado en San Javier con su devoción a la palabra. Como recitó el trovador Tárraga, «hay frentes erigidos con palabras que sólo otra palabra desintegra».
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