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Felipe Serrano, con el champán en la mano y sin desayunar. Edu Botella / AGM

«Soy rico y aún no he desayunado»

Felipe Serrano, un camionero jubilado de 67 años cliente habitual de El Obrador de Luz, repartirá el dinero entre sus cuatro hijos

Daniel Vidal

Las Torres de Cotillas

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Lunes, 23 de diciembre 2019, 07:17

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«He escuchado un escándalo. He bajado las escaleras y me he encontrado a mi padre en pijama, solo en el comedor mirando la televisión, dando botes con el décimo en la mano, y gritándome: '¡Lo tengo, lo tengo!'». Mila entendió entonces lo que acababa de suceder. El boleto, claro, era el del Gordo, el 26590, y su padre, el camionero jubilado Felipe Serrano, de 67 años, estallaba en un júbilo «que no se puede expresar», definía este domingo por la mañana Luz Laveda, la propietaria de El Obrador de Luz, donde Felipe compra habitualmente el pan y los dulces. La misma que repartió ni más ni menos que veinte décimos del primer premio de la lotería de Navidad entre gente «muy necesitada», clientes desde hace 14 años, que son los que lleva abierto el negocio «con mucho esfuerzo».

Luz Laveda, con el boleto en una mano y la botella de champán en la otra, se acordó de los bancos que le denegaron préstamos

Entre ellos al propio Felipe, que acudió al establecimiento exultante, escoltado por sus cuatro hijos, Mila, Laura, Pedro y Sonia, quien parecía vengarse con este premio de la «pensión de mierda» que le ha quedado a su padre. «Soy rico y aún no he desayunado», protestaba este afortunado torreño, que también criticaba que hubiera «tan poco champán para el Gordo». Sí, solo una botella tuvo tiempo de sacar Luz de su obrador, que no dio para la segunda explosión de burbujas, y mucho menos para colmar las ansias de celebración. Aunque solo había que mirar a los ojos de los agraciados para atisbar que las procesiones y los planes de futuro iban por dentro. Los hijos tiraban de su padre para ir a festejar, pero Felipe quería contar su felicidad. «Me tocaron 12.000 pesetas en 1978, que entonces era dinero. Pero así una cosa fuerte, nunca. Esta (por una de sus hijas) quiere un coche blanco y un apartamento para independizarse», contaba tan emocionado como satisfecho. El dinero de los padres ya se sabe a dónde va. «Teníamos miedo porque ha tenido problemas de corazón hace poco, y con todo esto podía darle algo. ¡Venga, papá, que nos vamos!», tiraban las hijas.

«Me voy a comprar un cochazo, porque tengo un Seat Ibiza de 2005 que es un trasto», planificaba Jessica, que fue de las primeras premiadas en llegar a El Obrador de Luz junto a su pareja, Álex. «El décimo está bien guardado en casa; te lo podemos enseñar por foto».

Jessica, madre de un hijo de once años, tuvo que mirar «veinte veces» el trozo de papel que tenía entre las manos, y cotejarlo con el que salía en la televisión, para creerse que ese trozo de papel acababa de transformarse en 400.000 euros. «Esto siempre se vive con ilusión, pensando que te puede llegar a tocar, pero llegado el momento no te lo crees. Estamos asimilándolo», se sinceraba Álex.

Quien también parecía asimilar la situación era Loli, que llegaba de pasear a su perro 'Turco' y asistía con una sonrisa al feliz espectáculo que se iba formando en la puerta de El Obrador de Luz, enfrente de su casa. La mala suerte del vecino más próximo. «No, yo no he comprado, pero me hicieron fija en el trabajo hace unos días. Esa es mi lotería». Suficiente motivo para hallar consuelo.

Luz, por su parte, no dejaba de llorar de felicidad en cada pregunta de los periodistas, en cada llamada de teléfono. Con el décimo en la mano y la botella de champán en la otra, se acordó de los dos bancos que le denegaron el préstamo para que su negocio pudiera salir adelante. «Los trabajadores siempre tenemos que quitarnos púas», reconocía Luz, que se quedó con un décimo del Gordo y que ayer, después de levantarse, un día más, a las cinco de la mañana y saberse afortunada, seguía preparando tartas para eventos. «Aún me quedan cuatro por hacer y aquí estamos liados». ¿Es que un décimo no da para retirarse? «No lo sé. Ven dentro de un año y te lo digo. De momento vamos a acabar con el trabajo que nos han encargado».

Una mano desde el cielo

La viva imagen de la emoción la representaba este domingo Eva Macho, madre de cuatro hijos e hija del lotero Diego Macho, fallecido hace un par de años. Eva, en apuros económicos, eligió el 90 en la administración de Las Torres de Cotillas porque «era el número que buscaba mi padre en los cartones del bingo». Esta limpiadora, que este domingo acudió al despacho rodeada de sus hijos y su pareja con los ojos bañados en lágrimas, está convencida de que su padre les ha echado «una mano desde el cielo».

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