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La Junquera: una nueva agricultura que cura la tierra
Alfonso Chico de Guzmán ha convertido la finca familiar de 1.100 hectáreas en Caravaca de la Cruz en un laboratorio contra la erosión: cultiva cereales de variedades ancestrales, planta arbustos autóctonos y crea charcas para conservar un paisaje que desaparece
Es viernes, doce del mediodía. El sol deslumbra y un buitre planea a baja altura sobre La Junquera, una finca de 1.100 hectáreas situada en uno de los territorios más aislados y solitarios del Sureste de la península:un paisaje casi castellano en Caravaca de la Cruz, en una esquina al pie de la Sierra de la Zarza donde se tocan la Región de Murcia, el Altiplano de Granada y el norte de Almería. El nacimiento del río Quípar señala la entrada a una propiedad que en los últimos años se ha convertido en un laboratorio contra la erosión. La fórmula es variable pero tiene un nombre, agricultura regenerativa, y supone un decidido paso más allá de los cultivos ecológicos certificados basado en tres premisas: conservación del suelo, retención del agua y fomento de la biodiversidad.
«No se trata solo de no contaminar, sino de evitar la erosión, regenerar el terreno y mantener el paisaje», explica a LA VERDAD Alfonso Chico de Guzmán y Escrivá de Romaní (Madrid, 1988), casi una década dedicado a mejorar la producción de las tierras de su familia de la manera más sostenible posible: «Sentí la obligación de traspasar La Junquera en las mejores condiciones a las siguientes generaciones. Hablando un día con mi padre, nos dimos cuenta de que pronto habría más piedras que tierra. Así que decidimos darle la vuelta a esto», recuerda.
Una primera etapa de cultivos biológicos no dejó satisfecho al joven neoagricultor, licenciado en Administración de Empresas en la Northeastern University de Boston (Estados Unidos), «porque no solucionábamos los problemas de fertilidad y erosión», relata. Hay estudios que calculan en veinte toneladas por hectárea y año la cantidad de tierra que se pierde en estos secanos donde llueve tan poco. Y el sustrato que 'vuela' es precisamente el más fértil.
Ciervos, zorros, tejones y aves esteparias viven en armonía entre cultivos cuya producción es apreciada en numerosos países europeos
Compartiendo preocupaciones y ensayos de prueba y error con otros propietarios, llegó a una solución: la agricultura regenerativa, en la que se apuesta por variedades autóctonas y adaptadas a las condiciones climáticas y de composición del terreno, combinada con actuaciones para evitar la desertificación. Por ejemplo: reforestación con arbustos autóctonos, creación de charcas (ya hay más de setenta en el latifundio), regeneración del terreno en curvas de nivel para retener el agua, control del ganado para evitar el sobrepastoreo...
Reserva de fauna y flora
Las ayudas de la Política Agraria Común (PAC) han sido un apoyo financiero importante para convertir una explotación agraria extensiva convencional en un reservorio de fauna y flora donde ciervos, jabalíes, zorros, tejones y aves esteparias conviven en armonía en un espacio donde las plantaciones se integran en la naturaleza. Solo unas pocas fincas en España, entre ellas Castillo de Canena (Canena, Jaén) y Vivencia Dehesa (Valdepajares de Tajo, Cáceres), se gestionan de una forma tan respetuosa con el medio ambiente como La Junquera.
No es fácil que una finca de secano dedicada al almendro y los cereales sea rentable, pero La Junquera ya da dinero: gracias a la cooperativa La Almendresa, que agrupa a veinte productores, sus almendras se venden en Alemania, Suiza, Holanda, Reino Unido y Austria. «Son un poco más caras pero también más saludables y ricas que las de almendros de regadío, y quien las compra sabe que está contribuyendo a la conservación de este territorio», señala con orgullo.

También comercializa aceite de oliva virgen extra, bajo la marca Hábitat, y plantas aromáticas. Sus variedades de cereales (trigo chamorro, centeno gigantón, avena y cebada) son ancestrales, con raíces más largas y mayor capacidad de fijar el terreno: aportan cosechas escasas pero estables y además son más apreciadas en un mercado que comienza a mirar hacia lo local.
El afán de la familia Guzmán por hacer compatible la rentabilidad de sus tierras con la protección del medio ambiente fue reconocido el pasado 11 de diciembre en la primera edición de los Premios a los Mejores Productores Sostenibles, que concede BBVA. Junto a La Junquera, en la relación de galardonados (seleccionados por Ecodes) figuran también la hortofrutícola Verdcamp Fruits (Tarragona), la cárnica Carnísima (Huesca), la ganadería lechera Los Caserinos (Asturias) y las empresas de fruta ecológica Mirabel Do Rosal (Galicia) y Pomona Fruits (Lleida).
Proyecto de vida
El resultado es que de la finca viven ya casi veinte personas, cuando tradicionalmente trabajaban dos aparceros y un pastor. En el resurgir de La Junquera ha sido muy importante la incorporación de la holandesa Yanniek Schoonhoven, licenciada en Desarrollo Sostenible por la Universidad de Utrecht. Con experiencia en la Fundación Commonland, dedicada a la restauración de ecosistemas, acudió a Caravaca de la Cruz para una investigación de su tesis doctoral. Ahora está casada con Alfonso Chico de Guzmán y dirige la Academia Regeneración, que recibe en La Junquera a estudiantes de toda Europa y funciona como un departamento de I + D + i de la finca.
El marqués de Ahumada está «encantado» con el giro verde que el menor de sus cuatro hijos ha dado a la hacienda comprada por sus antepasados hace 200 años
Diego Chico de Guzmán y Girón (1947), marqués de Ahumada, está «encantado» con el giro verde que el más pequeño de sus cuatro hijos ha dado a una hacienda propiedad de la familia desde hace dos siglos, cuando fue comprada en la desamortización que siguió al levantamiento de Riego. Ahora solo se encarga de la administración de la explotación agraria desde Cehegín, donde es propietario de un palacete en el casco antiguo que está abierto a las visitas.
Alfonso y Yanniek están «felices» en La Junquera, donde piensan criar a su hija Elena, de diez meses. También se sienten responsables de que este rincón de la España vacía recupere el aliento. Así que poco a poco están restaurando las viejas casas de la finca, donde ya se han instalado algunos de sus trabajadores. «Si hubiera más niños podríamos hacer turnos para llevarlos al colegio en Caravaca o Barranda», dicen esperanzados en el acogedor salón de su vivienda, donde cada noche se enciende una luz que alumbra este territorio de frontera.
AlVelAl, una asociación pegada al territorio
Guadix y el Altiplano de Granada, Los Vélez y Alto Almanzora (Almería) y la comarca del Noroeste murciano comparten un amplio espacio geográfico y numerosas señas de identidad, como las grandes áreas despobladas y una ganadería y agricultura extensivas cuyos productos estrella son el cordero segureño y la almendra. Con el objetivo de «fomentar y reconocer la dignidad de los profesionales de la agricultura, ganadería y ecoturismo» de este territorio nació la asociación AlVelAl, que agrupa ya a más de 300 productores y que está presidida por Alfonso Chico de Guzmán. AlVelAl apuesta «por una agricultura y ganadería ecológicas que mejoren la fertilidad del suelo y la gestión del agua» para que «sean posibles» unas comarcas «autosuficientes, dignas, llenas de vida y prosperidad».
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