Borrar
Javier Maestre Gasteazi, con su hacha en el Barranco de la Hoz.

Ver fotos

Javier Maestre Gasteazi, con su hacha en el Barranco de la Hoz. ALEJANDRO MAESTRE

El eco de un hacha en el silencio del bosque

El Parque Regional de Sierra Espuña ensaya la gestión forestal no mecanizada para evitar la contaminación y el ruido de las motosierras

Domingo, 31 de enero 2021

Comenta

En la cabecera del Barranco de la Hoz, en las alturas de Sierra Espuña, junto a los pozos de nieve, se está clareando un bosque casi en silencio. Solo un sonido rítmico, amortiguado y seco alerta de que alguien trabaja en la montaña. Lo que se escucha es el hacha de Javier Maestre Gasteazi (Totana, 37 años), técnico superior en Gestión Forestal y Medio Natural, que apuesta por sustituir la motosierra por herramientas mucho más clásicas y menos contaminantes: el hacha y el serrucho.

Tiene sus motivos: «La motosierra es muy contaminante, no solo por el combustible que consume y el CO2 que emite, sino sobre todo por el aceite utilizado para lubricar la cadena, que sale despedido por todas partes; hicimos pruebas con un pigmento reactivo a la luz ultravioleta para demostrar que cortando un solo árbol resulta afectada un área de 250 m2», advierte. Una motosierra pringa la vegetación y el sustrato con entre dos y cuatro litros de este hidrocarburo cada día. Los suelos europeos se ensucian cada año con 21 millones de litros. Las emanaciones de los aceites lubricantes también son muy perjudiciales para la salud, según diferentes estudios.

Además de la lluvia de grasa derivada del petróleo está el ruido, de hasta 119 decibelios –la OMS recomienda no exponerse a más de 80, y siempre durante un tiempo limitado–. «Una persona pueden protegerse pero los animales no. Es muy molesto para la fauna, especialmente para rapaces como el águila perdicera, que está en peligro de extinción. Si la molestas se va. También para los visitantes, que pueden tener una experiencia muy desagradable en la naturaleza», explica este licenciado en Ciencias Empresariales que hace nueve años prefirió trabajar entre árboles en lugar de en entidades bancarias.

Talando un pino con un serrucho de diente japonés. ALEJANDRO MAESTRE

¿Es factible el laboreo a mano del bosque, sería rentable? Javier Maestre está seguro de que sí, pero para convencer a la administración tiene que demostrarlo. En eso consiste el proyecto experimental que está desarrollando en Sierra Espuña: una clara danesa sobre 18 hectáreas para sanear la formación de la masa arbórea. Entre noviembre pasado y principios de febrero habrá retirado 479 pinos de las variedades pinaster y carrasco para favorecer a los laricios. También instalará cinco albarradas y 500 metros de fajinas para frenar la erosión. El coste de estos trabajos –9.580 euros IVA incluido–, contratados por el parque regional, «es competitivo», asegura.

Sin embargo, no existen en España empresas que apuesten exclusivamente por estos métodos manuales. De momento está solo, aunque bien equipado con sus hachas Gränsfors Bruk, una firma sueca centenaria que sigue forjando a mano. Cada pieza que sale del taller está firmada por el artesano que la ha fabricado.

Ni incendios ni accidentes

Veterano motoserrista, Javier Maestre asegura que prescindiendo de este elemento mecánico se elimina el peligro de incendios y se minimizan los accidentes: «Un percance con la motosierra siempre es grave, con el hacha o la sierra apenas hay peligro si usas protecciones». Y añade una ventaja insuperable: con una mochila ligera y un equipo de tres kilos de peso es capaz de llegar caminando a cualquier sitio. El uso de la motosierra obliga a utilizar un vehículo para transportar hasta 25 kilos –entre la herramienta, latas de gasolina y aceite y extintor–. «Y donde no es posible llegar con una furgoneta, ese trabajo se queda sin hacer, aunque sea necesario», puntualiza.

Javier Maestre llega caminando a cualquier rincón de la montaña con una mochila y un equipo de tres kilos de peso

Por este motivo, Maestre defiende la silvicultura artesanal «al menos en zonas de alta importancia ecológica. Eso le daría un valor añadido al monte y además redundaría en la economía local, porque el coste por amortización de equipos y consumo de combustible que se evita se puede destinar a la contratación de más personal con un salario justo».

La mochila ligera en la que Javier Maestre transporta todo su equipo de trabajo. JAVIER MAESTRE

Derribar un árbol no parece una tarea para cualquiera: «Con la motosierra siempre te duelen las lumbares y las vibraciones pueden provocar trastornos neurovasculares y osteoarticulares; con el hacha y la sierra, no. El hacha se maneja igual ahora que hace mil años y es una actividad pausada y bonita, físicamente menos exigente. De todos modos, quienes nos dedicamos a esto tenemos que ir al fisio una vez al mes, nos duela algo o no», revela este emprendedor de la gestión forestal no mecanizada.

Inspirado por la lectura de 'El libro de la madera' –el 'best-seller' de Lars Mytting– y concienciado sobre la necesidad de no dejar huella en el medio ambiente, Javier Maestre aspira a que su futura empresa, Forestales de San Francisco, tenga una oportunidad en un futuro marcado necesariamente por una relación más respetuosa con la naturaleza. Nadie dijo que todas las 'startups' tuvieran que ser tecnológicas.

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

laverdad El eco de un hacha en el silencio del bosque