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Los problemas de cobertura en la cabaña de piedra donde vive rodeada de naturaleza desde hace cinco años, en un lugar que prefiere no identificar, anticipaban una conexión complicada, pero un viaje imprevisto para someterse a las obligaciones de la promoción editorial –y para coger naranjas en el huerto de unos amigos en Sagunto– facilitan una entrevista sin sobresaltos con LA VERDAD. La periodista Beatriz Montañez (Almadén, Ciudad Real, 1977) decidió confinarse por voluntad propia para resetearse después de una mala experiencia profesional tras alcanzar la popularidad en programas televisivos como 'El intermedio'. Pasó de los focos a una casa medio en ruinas sin electricidad ni agua caliente, de las alfombras rojas a una existencia solitaria en convivencia con zorros, gamos y ruiseñores. Esa experiencia la ha recogido en un libro, 'Niadela' (Errata Naturae), en el que describe con precisión y sensibilidad los secretos y los placeres de la vida al aire libre. También con crudeza: imposible olvidar el capítulo en el que cuenta cómo se rebanó accidentalmente el dedo pulgar cuando cortaba leña con una motosierra.
–A usted nadie tuvo que pedirle que se confinase.
–Llegó un momento en mi vida en que me habían pasado tantas cosas, y algunas de ellas muy negativas, que sentí que tenía que parar y aclarar qué me estaba pasando y hacia dónde quería ir, estaba un poco perdida. Desde fuera, la gente se cree que porque trabajas en la tele, tienes dinero y reconocimiento, no puedes hacer algo así. De hecho, tuve muchas críticas por parte de amigos y familiares, que me decían que estaba loca por aislarme en la montaña, que cómo me dejaba un trabajo así. No veían normal que renunciase a unas circunstancias supuestamente maravillosas para irme a una casa en el monte, y más en las condiciones en que estaba esa casa.
–¿Por qué tomó una decisión tan radical?
–Cometí el grave error de pensar que mi trabajo en televisión era el final de mi carrera vital, como que mi vida ya estaba hecha. Tenía reconocimiento, dinero, un buen puesto... pero me pregunté: ¿y ahora qué, esto es lo que voy a hacer toda mi vida?Yme dije que no, porque no me acababa de llenar, no disfrutaba cada momento y cada instante.
–¿La entienden ya?
–Va a sonar un poco agresivo, pero ¡que se joroben los demás! Es importante que podamos defendernos como personas, con nuestras rarezas, nuestros juicios bien o mal hechos y nuestras cosas extrañas y maravillosas. Pero es fundamental defender quiénes somos ante nuestra familia, nuestros amigos y nuestras parejas.
–Su retiro no ha sido una frivolidad de urbanita estresada, ya lleva allí cinco años...
–Y allí voy a seguir. La casa no es mía, voy a continuar hasta que me echen. Cuando me digan que no puedo estar más, entonces me buscaré otro lugar, y seguramente también en la naturaleza porque es donde me he recuperado y descubierto a mí misma.
–De los platós, los asuntos de actualidad y el estrés a vivir con todo tipo de bichos...
–Yo era muy miedosa con los insectos, pero cuando llegué a la casa de la montaña me encontré con cientos de bichos que no había visto nunca. Y le sumo los escorpiones, que por cierto el verano pasado me picó uno después de cinco años allí. Me hice a los insectos y al resto de los animales a base de observarlos, lo mismo que hice conmigo misma.
–¿Cómo fueron los inicios?
–El primer año en Niadela fue un proceso para asentarme y recuperarme mental y físicamente. Luego me hice preguntas: es difícil definir quién soy pero es más fácil saber qué quiero. Como decía Nietzsche, si tienes un porqué no importa el cómo. Y yo tenía mi porqué. Y por eso no me importaba que la casa estuviera hecha un desastre, que no tuviera luz ni agua o que estuviera llena de humedades. No me importó trabajar el primer año y medio para tener una especie de nido.
–Redujo su conexión con el mundo a una tarjeta de crédito y un teléfono...
–Bueno, yo exactamente no desconecté del mundo porque para mí el mundo es la naturaleza. El mundo no es vivir en una ciudad rodeada de edificios y cemento. Yo lo que hice fue todo lo contrario; a lo mejor en este tiempo no he estado muy conectada con otros seres humanos, pero sí mucho con la naturaleza.
Título 'Niadela'.
Autora Beatriz Montañez.
Editorial Errata Naturae (Colección Libros Salvajes).
Páginas 344
Precio 22€
–El drama de la pandemia, ¿cómo lo vivió desde su aislamiento?
–Con distancia física, evidentemente, porque vivo aislada y no hay nadie en veinticinco kilómetros a la redonda. Lo que me llamó la atención fue que personas con las que llevaba años sin contactar empezaron a escribirme, me mandaban mails y mensajes preguntándome cómo llevaba el confinamiento. Lo primero que me traje a Niadela fueron cientos de libros, así que de algún modo estuve acompañada. Nunca tuve miedo, no soy una persona miedosa; si no, no me habría pasado media vida recorriendo el mundo sola con una mochila.
–Está ausente de las redes sociales. Hasta que ha salido 'Niadela', no ha dado pistas de dónde ha estado estos años.
–Siempre he sido un poco guerrera con eso de las redes sociales, nunca he tenido salvo un intento durante unos meses, hace tiempo, cuando dejé 'El intermedio', y presionada por mi representante, pero vi que eso no va conmigo. Mi vida privada quiero que siga siendo mía, y si la expones estás firmando un acuerdo tácito con otras personas para ser criticada. No veo la necesidad de someterme a eso.
–Las mociones de censura y sus correspondientes contramociones, el ruido político diario, ¿cómo llegan hasta donde vive?
–Sinceramente, es que ni me llegan porque ahora elijo lo que quiero saber. Entiendo que son procesos temporales y circunstanciales de la política y no pongo mi energía en ello. Prefiero las resoluciones a los procesos.
–¿Echa de menos su trabajo como periodista, la televisión, la vida social, la popularidad...?
–No echo de menos nada de eso, absolutamente. Sí echo de menos el contacto con la piel de otra persona, un abrazo, que alguien te haga una caricia o te toque la cabeza. Lo demás no, siempre me ha creado incomodidad la popularidad o que me reconozcan por la calle. Cuando estás en un programa de televisión en 'prime time' ya sabes que hay cosas que no puedes hacer, como irte a un bar a emborracharte con tus amigos.
–¿Y el dinero?
–Estos años he tenido que vivir de forma muy austera, he necesitado organizarme para estirar los ahorros. ¡Y ha sido maravilloso! Yo era una manirrota y nunca he dado importancia al dinero, he sido de estar siempre invitando a los amigos a cenas y viajes, pero ahora todo ha cambiado. Por ejemplo, me gusta el café; y el café bueno, el de Colombia, es muy caro. Así que ahora solo puedo tomarme uno los domingos, y cuando llega ese día es una fiesta: vuelvo a sentirme como una niña que ha recibido un regalo. Así me tomo ahora las cosas materiales.
–¿Qué ha sido lo peor de estos años, se arrepiente de algo?
–También he pasado muy malos momentos, tenía una relación de pareja de muchos años que terminó mientras yo estaba en Niadela. Esos fueron meses muy dolorosos. Pero estos cinco años de mi vida he estado donde tenía que estar, lo sé. Y si hay una lección, bienvenida sea.
–¿Qué planes tiene?
–Quiero seguir escribiendo, y lo haré si económicamente es posible. Si tengo que hacer otra cosa porque no me lo puedo permitir, lo miraré con una sonrisa y me pondré con ello.
–¿Y qué tal su dedo?
–(Risas) ¡Como los lagartos, se ha regenerado!
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