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La «intifada» de los colonos amenaza la coexistencia en Israel

La «intifada» de los colonos amenaza la coexistencia en Israel

Los encarnizados enfrentamientos en ciudades mixtas como Lod, Acre, Yafa o Haifa hacen temer una «guerra civil»

mikel ayestaran

Corresponsal. Jerusalén

Sábado, 15 de mayo 2021, 20:53

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En el momento en el que se producen las mayores protestas de palestinos de Israel desde la II Intifada del año 2000, el único que ha empleado la palabra «Intifada» ha sido el jefe de la Policía de Israel para acusar al líder ultranacionalista sionista Itamar Ben Gvir de encender las llamas para una «intifada interna» y alentar los choques entre judíos y árabes. Los seguidores de Ben Gvir y del resto de grupos que forman el partido Sionismo Religioso, que obtuvo seis escaños en las últimas elecciones, se han echado a las calles al grito de «muerte a los árabes» y cada noche visitan ciudades mixtas del país como Lod, Acre, Yafa o Haifa. Desde entonces miembros de las dos comunidades han matado, apaleado, quemado negocios, coches, casas, sinagogas… y medios como Ynet llegaron a titular que «Israel está fuera de control». Hay un ciudadano árabe muerto, decenas de heridos y cientos de detenidos.

«Los colonos llevan años trabajando en estas ciudades para garantizar que el carácter judío es el dominante, están bien organizados, armados y tienen dinero, gracias al apoyo exterior. Su planteamiento aquí y en Cisjordania es el mismo: no hay sitio para quien no sea judío», lamenta Nadim Nashif, de la organización 7amleh, que sufre el terror en primera persona en Haifa y alerta del riesgo de «guerra civil porque en lugares como Yafa los radicales ya se han desplegado como milicias y lo peor de todo es que la Policía les protege, no hace nada para pararles». El alcalde de Lod, donde han matado a un vecino árabe, han quemado cinco sinagogas y se ha tenido que decretar el estado de emergencia, usa la misma expresión para definir la situación: guerra civil.

El desalojo de cuatro familias palestinas de Sheikh Jarrah, barrio del Este de Jerusalén, y los dos asaltos policías a Al Aqsa en pleno ramadán encendieron los ánimos de los palestinos de Israel y comenzaron a movilizarse. Además de la respuesta policial, se encontraron con la llegada de los ultranacionalistas y los choques no tardaron en estallar.

Incierta salida

Esta guerra interna entre judíos y árabes de Israel eclipsa incluso a la ofensiva de Gaza en los medios israelíes. El enésimo choque con Hamás terminará como los anteriores, con muchos muertos y gran destrucción en Gaza y con un alto el fuego que será un paréntesis de calma antes de la próxima tempestad, pero ¿cómo se calmará la brecha abierta entre comunidades dentro de las ciudades mixtas del país? Hace tan solo una semana se debatía la posible formación de un «gobierno de cambio» entre Yair Lapid y Naftali Bennet, que podía terminar con la era Netanyahu, un gobierno formado por fuerzas ultranacionalistas, conservadoras, de centro, de izquierda y con apoyo incluso de los islamistas. Siete días después esa posibilidad se ha esfumado y ha saltado por los aires la aparente convivencia que existía en Israel.

Los palestinos son el 24% de la población del Estado judío, en su mayoría suníes, pero hay también cristianos y drusos

El 24 por ciento de la población israelí la forman los palestinos que no fueron expulsados en 1948. Dentro de la minoría árabe el grupo más numeroso pertenece a la rama suní del Islam (1,2 millones), pero también hay pequeñas comunidades de beduinos (250.000, nómadas que habitan en el desierto y son también suníes), cristianos (123.000) y drusos (122.000, secta minoritaria del Islam con presencia en Israel, Líbano y Siria), según las estadísticas del ministerio de Exteriores que califica a este 24 por ciento de la población como «sector de clase trabajadora de clase media, un grupo periférico dentro de un estado centralizado y una minoría árabe parlante dentro de una mayoría hebreo parlante». El ministerio también subraya que el país garantiza «la libertad de credo», «los derechos de las mujeres», exime del servicio de militar obligatorio a los árabes y ofrece representación parlamentaria a sus partidos.

Los árabes denuncian que son ciudadanos de segunda categoría en el Estado judío y el giro hacia el ultranacionalismo que experimenta el país no ha ayudado a la mejora de la convivencia. En los últimos años dirigentes como Avigdor Lieberman, ex ministro de Exteriores de origen moldavo, llegó a presentar un «programa de paz» por el que animaba a los árabes de Israel «que se sienten parte del pueblo palestino» a trasladarse a Cisjordania a cambio de «incentivos económicos». Este paso resolvería, según Lieberman, «el problema que sufren de la dualidad y lealtad dividida».

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