El secreto de 'la señora H'
La gran dama de la moda americana desdeña a las estrellas que «visten como si fuesen desnudas»
LUIS GÓMEZ
Lunes, 18 de julio 2016, 11:06
En casa de las Herrera, nada de cuchillos de palo. La familia se maneja con las mejores herramientas del mercado, un clasicismo en permanente revisión y la posesión de unos códigos sobrios que desdeñan cualquier riesgo. Carolina Herrera (Caracas, 1939) se ha convertido en la gran dama de la moda estadounidense. Ha tomado el relevo de su íntimo amigo Óscar de la Renta, fallecido en octubre de 2014, y conseguido conectar con las nuevas generaciones. La historia de María Carolina Josefina Pacanins Niño, verdadero nombre de la marquesa consorte de Torre Casa por su segundo matrimonio con el aristócrata Reinaldo Herrera, tiene miga. Nacida en una acaudalada familia, empezó a tejer su emporio superados los cuarenta. En vez de seguir la estela de sus ricas amigas neoyorquinas y pasar el invierno en yates de lujo en las Bahamas, se embarcó en un negocio por el que pocos apostaban.
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Contaba a su favor con los recuerdos de una infancia que le remiten a su abuela, que la llevaba con 13 años a los desfiles del gran Balenciaga. Cuando vivía en Caracas, cuenta, solo le interesaba el tenis y montar a caballo. «Esa era mi vida», reconoció a la revista 'Harper's Bazaar'. Pero a los 15 años descubrió el glamour de Hollywood y la niña modosita decidió ser una chica 'vamp'. Quería vestir de negro y fumar cigarrillos con boquilla, como Lauren Bacall o Marlene Dietrich. Sus padres le cortaron las alas. Y a la pequeña Carolina no le quedó más remedio que ponerse la ropa que le ordenaban. Tuvo suerte de haber crecido en una familia en la que todos vestían bien. «De ahí esa manía mía de que las prendas tengan que ser bellas por fuera y por dentro. Incluso cuando cuelgan de una percha», reflexiona.
Madre de cuatro hijas y abuela de doce nietos, esta magnate encara el futuro de la industria de la moda con las mismas armas con las que se inició: muestra con paciencia «las formas de las mujeres». Fue la poderosa editora Diana Vreeland quien le animó en 1981 a crear su primera colección. Luego sacó tiempo para criar a sus hijas y codearse con lo más granado de la noche neoyorquina: Andy Warhol, Mick Jagger, los modistos Yves Saint Laurent y Halston... Todos se reunían en la famosa discoteca Studio 54. «En los años setenta, los grandes escritores y artistas, grandes talentos como Mapplerthorpe y Basquiat, se mezclaban sin miramientos y eso creaba una atmósfera muy interesante. Era maravilloso. Ahora es imposible ver algo así», lamenta.
Carolina vistió a Jackeline Kennedy y diseñó el traje nupcial de su hija Carolina. La creadora venezolana siempre ha mantenido estrechos vínculos con el poder y ha entendido perfectamente que no necesita estar de moda -«lo que medra demasiado rápido, nunca dura, y a mí me gustan las cosas que duran»- para imponer un estilo que traza con Patricia Lansing y Carolina Herrera de Báez, la dos hijas que trabajan a su lado y que controlan férreamente los escotes de sus vestidos. «Mis hijas no son 'trendy', son niñas clásicas con un 'twist' moderno en su pensamiento y nunca me mienten. Confío en ellas plenamente y adoro sus estilos. No siempre resulta fácil encontrar a alguien que te diga que no le gusta lo que haces. Si a ellas no les parece bien algo, enseguida me dicen: 'Mamá, ¿estás loca?' Eso es de agradecer», confiesa.
«Yo tengo la última palabra»
Pese a rodearse de un equipo creativo, «la última palabra» siempre es suya. Pero ¿cuál es el secreto de 'la señora H', como la llaman en el trabajo, para encandilar a tantas mujeres desde hace 35 años? Algo tan sencillo en apariencia como «no diseñar disfraces. A las mujeres les gusta que las admiren, no que se burlen de ellas, porque si se visten como un payaso la gente se reirá de ellas».
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Una evolución sin revolución. En esas anda ahora Herrera, que ha echado mano de tecnologías de bordado en 3D para acomodarse al paso de los tiempos. 'Queen Carolina', tituló la última edición del 'WWD', la biblia de la moda estadounidense en su portada. Aun así, camina con el freno de mano echado, lo que le ha acarreado fuertes críticas. A diferencia de los diseñadores que pretenden revolucionar el negocio poniendo a la venta las prendas nada más terminar los desfiles, Herrera rechaza este modelo. «Creo que nunca funcionará, porque significa asumir un gran riesgo y yo no voy a cambiar porque los demás lo hagan. Un diseño debes desearlo, no importa si tienes que esperar un poco para tenerlo». Aunque es consciente de que las redes sociales y el comercio electrónico son el futuro, lamenta la factura que la era digital está pasando a la industria, ya que muchas prendas «de tanto verlas» parecen «viejas» cuando llegan a las tiendas. También se rebela contra el poco «uso» que se le da a la moda de lujo. «A la gente le da miedo que la fotografíen y luego se sepa que han lucido el mismo modelo otras veces, pero no hay que tener miedo a repetir cuando se tiene estilo».
A sus 77 años, Carolina valora la sutileza y desprecia todo signo de exhibición: «Antes, la feminidad tenía que ver con lo romántico y lo misterioso, con dejar algo a la imaginación. Ahora es mostrar todo lo que tienes. Lo peor de la moda actual son las mujeres que salen casi desnudas», señala en referencia a estrellas como Kim Kardashian, Beyoncé o Jennifer Lopez. «La clave es el misterio. Después de a Eva, estar desnuda no le sienta bien a nadie, pero lo peor es que las mujeres que no se pueden poner solo una hoja de parra son las que insisten en ponérsela», proclama esta enemiga de los 'selfies'. «Si voy por la calle y alguien me pide hacernos uno, digo que no porque todo el mundo sale horrible y podemos llamar a alguien para que nos haga una fotografía».
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