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Una violación cada 7 horas

Una violación cada 7 horas

Aquí, no en Brasil, donde la agresión múltiple a una adolescente ha conmocionado a medio mundo

ZURIÑE ORTIZ DE LATIERRO

Lunes, 11 de julio 2016, 11:57

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Una joven vigorosa, el rostro roto de pánico, grita ¡cabrón, cabrón, suéltame, cabrón! El desconocido aprieta el cuchillo contra su cuello, la obliga a salir de su portal, en Logroño, y la mete en un coche. Cuando llegan a un polígono industrial, la viola. Luego coge una bolsa de plástico del maletero, se la pone en la cabeza y ella piensa que es el final. Le ata las manos y la deja allí tirada, sin dinero, sin documentación ni móvil. Aterrada, tarda una hora en llegar a pie al hospital.

Eso ya pasó. Rosana tiene pareja y un niño precioso. Da clases particulares en su propia academia. Pero no puede pisar Logroño. Casi veinte años después se lo impide el miedo que le estrangula aún la voz, agudizada por el llanto.

-Las secuelas psicológicas son muchas. Por la noche no puedo ir sola por la calle. He tenido recaídas de un año de baja, pastillas, tratamiento psicológico... Mi estado de ánimo es una montaña rusa. No puedo salir de mi ciudad. Muchas cosas me dan miedo. Los recintos con gente, que alguien se me ponga detrás... El fantasma siempre estará ahí. Aunque con mucha ayuda y trabajando mucho se sale, se supera y se sigue adelante.

El agresor lo volvió a intentar con otra chica, en otro portal, otra noche de sábado. Pero les escuchó un vecino y lo detuvieron. Con la prueba de ADN que guardaban del asalto anterior lo enviaron veinte años al calabozo.

La tragedia de Rosana se repite cada siete horas en España, como mínimo. El año pasado se denunciaron 1.227 violaciones, según el Ministerio del Interior, pero las asociaciones que socorren a las víctimas, los abogados que las defienden y los profesores que estudian este tipo de delincuencia calculan que hay otras tantas. La incalificable violación de varios hombres a esa pobre chica de 16 años en una favela de Río de Janeiro ha dado la vuelta al mundo. También la de la joven holandesa condenada a un año de cárcel en Catar por denunciar al tipo que la forzó. «Pero hay muchas otras aquí, muy cerca de nuestra casa, que pasan desapercibidas y hay que darles visibilidad. Esas denuncias registradas son la punta del iceberg, pueden ser el 20% del total», calcula Ana Marcos, trabajadora social del Centro de Asistencia a Víctimas de Agresiones Sexuales (CAVAS) en Valencia.

Santiago Redondo, profesor de psicología y criminología de la Universidad de Barcelona y autor de diversos estudios sobre delincuencia sexual, reduce un poco esa cifra negra, oculta: «En todo Europa se calcula que se denuncian solo la mitad de los casos porque las mujeres no quieren que se enteren en su entorno; otras se autoinculpan, tienden a pensar que han hecho algo indebido, algo que contribuyó al delito».

En la apacible Galicia o en la caótica noche de Magaluf, la amenaza acecha en el momento más inesperado. Hace tres semanas, el acusado de agredir sexualmente a dos peregrinas en el Camino de Santiago, a su paso por Mazaricos, aceptaba una pena de 3 años de cárcel. Mientras, en la 'Sodoma y Gomorra' balear detenían a un británico por violar a una joven de 20 años. Preguntamos en una de esas ciudades donde parece que nunca pasa nada, Palencia: tienen un procedimiento abierto contra un universitario que presuntamente ha violado a otra estudiante de 20 años en una residencia. Hay dudas sobre la versión de la chica, pero el hecho es que la dejó marcas con una navaja por todo el cuerpo.

Luis Antonio Calvo, abogado en Castilla y León de Clara Campoamor, asociación que lleva peleando por los derechos de las mujeres desde principios de los 80, afina en la casuística y asegura que cada vez es más raro que te viole un extraño. «Es más frecuente que sea alguien del entorno, por lo que es más complicado explicar si ha habido o no consentimiento». En La Bañeza (León), una mujer denunció que su marido la violó de forma reiterada, pero solo se ha podido demostrar en una ocasión, y porque salió espantada de casa y la escuchó una vecina. Su maltratador la tenía aislada en casa, había roto todos sus vínculos familiares. A una vitoriana le asaltó su ex con una escopeta. Le golpeó con ella en el mentón y luego le 'pidió' que mantuvieran relaciones sexuales. En el juicio le perdonó, pero al hombre le cayeron dos años de prisión y la prohibición de asomarse por la capital vasca durante tres años.

«Las violaciones han aumentado y son más brutales. Las últimas víctimas atendidas han tenido que ser ingresadas. A una de ellas la han violado entre cinco, y los han puesto en la calle a falta de pruebas. Hay una falta total de sensibilidad. Nos acaba de llegar una violación en Bizkaia y la víctima está pensando en si retira o no la denuncia», lamenta Blanca Estrella Ruiz, presidenta de Clara Campoamor. El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, se «complacía» hace unos meses de que esta «tipología delictivo criminal tan abominable haya experimentado un descenso del 18,9%» en la pasada legislatura. Las asociaciones se encienden: «Lo que ha bajado es la confianza de las víctimas con la Justicia».

Del entorno

Las profesionales de CAVAS Madrid andan tan saturadas que apenas rascan unos minutos a la jornada para comer un sandwich entre consulta y consulta. Les preocupan los recortes de la crisis y la cada vez «más frecuente» falta de empatía de algunos agentes de las Fuerzas de Seguridad. «Hace falta una formación continua y a veces no se les da. Hay ocasiones en que mandan a las víctimas en autobús, de punta a punta de Madrid. Cuando les preguntan si les acercan en coche patrulla, alguna ha tenido que oír cosas como '¿y luego quieres que te abaniquemos?'», repasa Lola Cidoncha, psicóloga y coordinadora de la asociación.

Están muy preocupados con la burundanga, una droga que los agresores suelen diluir en la copa de su víctima. En pocos minutos anula la voluntad de la persona, su capacidad para resistirse a cualquier tipo de agresión. Y desaparece del organismo en horas. Su efecto es tan diabólico que puede dejar una secuela amnésica: cuando la víctima se da cuenta de lo que ha pasado, no puede demostrar gran cosa ante el juez. Por eso, hay que actuar rápido, ir inmediatamente a un hospital para que busquen su rastro en la sangre y la orina. Cada vez son más los servicios de urgencia que saben cómo encontrarla.

A Lucía le acaban de archivar su caso en un juzgado madrileño por falta de pruebas. Se presentó en un hospital y contó lo que le había ocurrido: «En medio de una nebulosa me han violado y no he podido hacer nada para impedirlo». Sin hematomas, ni arañazos, ni restos de semen porque el agresor usó preservativo, la querella no ha prosperado.

-Es desesperante ir recordando poco a poco lo que pasó, esa copa que me trajo, un pequeño mareo, el sentirte como en una nube. A todo le decía que sí, hasta que nos metimos en el coche y me dijo que me quitara la ropa. Me desnudó y me violó. Yo quería gritarle, pero no podía. Mi cuerpo no respondía.

-Al menos en casa le habrán creído.

-Pues no... Lo peor vino después. Tener que justificarte una y otra vez, cuando eres la víctima, es muy duro.

Las denuncias falsas rondan el 0,01%, pero basta que surja un caso para que se amplifique, como el de la joven malagueña que en 2014 se desdijo de su primera declaración y acabó admitiendo que lo había inventado. ¿El motivo? Evitar que se difundiese el vídeo que grabaron mientras mantenía relaciones sexuales con los acusados. Fue condenada a 10 meses de prisión y 2.160 euros de multa.

Hay casos realmente complicados de creer, como el que se acaba de cerrar en Logroño. Un voluntario de la Cruz Roja, al que le guardaron el puesto de trabajo durante todo el proceso, abusó sexualmente y golpeó con ensañamiento a al menos once chicas a las que sorprendía en el portal. Su abogada, Victoria de Pablo, aún se asombra de la «cantidad de informes de buen chaval que se presentaron. Pero al final lo admitió y acaba de terminar de pagarles cerca de 200.000 euros de indemnización. Fue al psiquiatra y ha sido de los pocos que ha tomado conciencia de la salvajada que ha hecho».

Los Mossos d'Esquadra detenían en marzo al autor de siete asaltos a chicas cuando volvían de disfrutar la noche del sábado barcelonés. Consumó la violación en cuatro casos y en los otros tres las jóvenes lograron huir. Cinco meses antes, cazaban a otro depredador sexual, el 'violador del cúter', tras cometer al menos nueve agresiones. En la capital catalana manejan datos menos entusiastas que en Interior: las violaciones han pasado de las 181 denunciadas en 2014 a las 198 de 2015, una cada dos días.

Con la llegada de la temporada festiva hay otro tipo de agresiones sexuales, mal llamadas de 'baja intensidad', que preocupan a las instituciones. El chupinazo de Sanfermines acostumbra a vomitar imágenes de jóvenes semidesnudas sobadas por decenas de manos anónimas y el Ayuntamiento se ha propuesto implicar a toda la ciudad. «Que cuando te pase algo, la gente te proteja, aísle al agresor y cree entornos seguros para la mujer», propone Pilar Mayo, técnica municipal de Igualdad.

El trabajo de prevención, coordinado con otras instituciones, se desarrolla todo el año, pero a partir del 6 de julio se extremarán las medidas de vigilancia. Habrá un punto de información en la plaza del Castillo, un teléfono 24 horas, una guerrilla de colaboradores elaborarán un estudio de campo en bares, en la calle, para estudiar «cómo se experimentan las agresiones en contextos de ocio, con alcohol y drogas. Hay jóvenes que creen que este tipo de actitudes son normales en fiestas, que te baboseen, que te acorralen, que te digan cómo vas sola a casa...».

«Me quedaba muerta»

De norte a sur, en numerosas comunidades se impulsan campañas similares. «Toda mujer tiene derecho a decir NO en cualquier momento y circunstancia, y todo hombre tiene que aceptar ese no, sin matices», insiste Elena Ruiz, directora del Instituto Andaluz de la Mujer, que cuenta con un servicio de atención integral, gratuito, que atiende cada año a una media de casi 1.500 ciudadanas. Son situaciones especialmente graves, que muchas veces ocurren en los entornos cercanos, incluso familiares, y en circunstancias de alta vulnerabilidad de la víctima. «Por ello, buscamos que se sientan amparadas y protegidas».

Marta lo está ahora. Ha recibido «tanto» de la asociación CAVAS Valencia que da charlas, agarra de la mano a chicas perdidas en pozos insondables. El suyo estaba en casa. Papá la empezó a violar a los 11 años, después de la primera regla, hasta los 19. Había días que hasta tres veces. A su madre la ingresaron en un psiquiátrico y el juez le dio la custodia a un monstruo que a diario decía a la niña «ahora vamos a hacer eso».

-Yo me quedaba muerta, en shock, como un soldadito de hierro. 'Date la vuelta', y la daba. Me metía consoladores, hasta el mango de un cuchillo, quería que disfrutara y a mí me daba muchísimo asco. Era una alumna ejemplar, pero en octavo de EGB me sacó del colegio. Me quería a todas horas en casa. Me tenía amenazada de muerte y no dije nada hasta que se descubrió todo.

Marta había conseguido un puesto en una oficina y aquel día, cuando iba a salir de casa, su padre le advirtió: «Al mediodía haremos eso». Le contestó que no, que tenía una comida. Él se presentó en el trabajo y la intentó estrangular con un pañuelo. La joven lo contó todo. Las manchas de semen mezcladas con la sangre de la víctima en colchas y cojines confirmaron la historia que sigue sin creerse la familia paterna de Marta. Vive en Alicante, es autónoma y «con mucho esfuerzo» ha conseguido tener una pareja estable. Su padre acaba de salir de la cárcel después de cumplir los 15 años íntegros que le cayeron.

- De esto se sale. Si te propones unos objetivos, puedes tener una vida. Hay esperanzas. Aunque la cicatriz queda. A día de hoy no abro la puerta a nadie.

-¿Qué teme?

-Que me vuelva a hacer daño. Creo que no voy a tener hijos, no quiero tener nada con lo que me pueda dañar.

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