Los tigres sin templo
La policía confisca en Tailandia el mayor reclamo de unos monjes budistas tras hallar congelados los cadáveres de decenas de crías
ESTER REQUENA
Viernes, 10 de junio 2016, 12:48
Hacerse un selfi con un tigre, alimentar a sus cachorros con biberón e incluso acariciar a los felinos con el exótico marco de la espiritualidad de un templo budista como fondo era la más tentadora excursión que ofertan al turista nada más pisar Tailandia. Y todo por quince euros, incluyendo la entrada al llamado Templo de los Tigres de Kanchanaburi, a unos 160 kilómetros al oeste de Bangkok. A partir de ahora la ruta solo incluirá el mercado flotante de Damnoen Saduak y un paseo por el célebre puente sobre el río Kwai, porque el templo acaba de ser clausurado tras encontrarse 40 cachorros de tigre muertos guardados en congeladores.
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La leyenda popular relata que el aura de los monjes pacificaba a los tigres y que por eso los cientos de visitantes diarios se podían acercar a ellos sin peligro. Pero ni este mito tan del agrado popular ha logrado disuadir a la policía tailandesa de cerrar un complejo que acumulaba montañas de denuncias de los animalistas por maltrato y tráfico de esta especie en vías de extinción.
Lo que ni el más avezado de los agentes esperaba encontrarse dentro del templo eran los cadáveres de decenas de crías, congelados a veinte grados bajo cero. La ley impide este tipo de prácticas y lo habitual en el país es recurrir a la incineración. Los responsables del templo, que abrió en 1999, no lo han explicado; se escudan en que es bastante corriente que los bebés tigres fallezcan a edad temprana. «Deben de tener algún valor para que guarden los cuerpos; pero lo desconozco. Es algo muy inusual», señaló Adisorn Nuchdamrong, portavoz del departamento de Parques Nacionales de Tailandia.
Hay quien señala que el siniestro episodio obedece a lo cotizada que está la carne de cachorro de tigre en la medicina tradicional china, tan amiga de recurrir a los animales (bilis de oso, cuernos de rinoceronte...) para elaborar su cóctel de 'fármacos'.
Las ONGs van todas en la misma dirección: «Criaban a los cachorros y los escondían para venderlos después en el mercado negro», sentencia Edwin Wiek, de la Fundación de Amigos de la Flora y Fauna de Tailandia. Un tigre puede alcanzar en el mercado negro los 25.000 euros.
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La foto de los cadáveres ha dado la vuelta al mundo. Pero también el cierre del templo y la confiscación de 147 tigres que hasta ahora vivían en el complejo atendidos por monjes y voluntarios que facturaban, solo en visitas, tres millones de euros al año. A la entrada al recinto se le unían unos euros extras de propina para poderse acercar a los animales, hacerse fotos y darles de comer. Y sin temor a perder un brazo (o algo más) en la faena.
Los felinos, siempre mansos y extrañamente tranquilos, ni intentaban atacar por mucho que su instinto natural les haya enseñado lo contrario. Los saltos, los rugidos, las peleas de machos dominantes... también brillaban por su ausencia. «No se mueven porque hace mucho calor». «Es que acaban de comer y se encuentran descansando», repetían continuamente los voluntarios ante las martilleantes preguntas de los extranjeros, atónitos por tanta calma, por más paz que desprendiese el recinto budista. Se ha especulado con que los monjes les drogaban con opiáceos para que mostraran semejante docilidad.
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Hasta 'National Geographic'
«Los tigres vivían en jaulas pequeñas y mal equipadas que no reunían los requisitos de habitabilidad mínimos. Allí se encontraban recluidos unas 20 horas todos los días hasta el momento de llegada de los turistas para sacarse la foto con ellos», denuncian desde la organización Care For The Wild. Hasta la revista 'National Geographic' acusó a los responsables del Templo de los Tigres de promover el comercio ilegal de especies protegidas y su venta. Una sospecha que se incrementó con una inspección de las autoridades locales en el año 2001, cuando comprobaron que varios animales carecían de la más mínima documentación. Entonces los monjes esgrimieron que habían llegado al templo fruto de donaciones... como su primer ejemplar. No en vano, el origen del apodo del Templo de los Tigres se remonta a finales de los 90, cuando unos agricultores se toparon con uno y decidieron entregárselo a la comunidad budista para que se hiciese cargo de él. Y todo porque el tigre en esta religión supone un símbolo de fuerza, astucia y buena fortuna. El gesto se extendió rápidamente por todo el país y comenzaron a llegar cada vez más miembros a la manada del centro budista. En unos pocos años tenían montado un zoológico que unía a los tigres, aves y osos. Pero sobre todo se convirtió en un lucrativo negocio para los monjes, que vieron la oportunidad de destacar entre los miles de templos desperdigados por el país... y hacer caja con los turistas atraídos por la cercanía de los felinos.
Ahora el negocio se les ha volatilizado de un plumazo. Los tigres han sido trasladado a otras instalaciones. La policía ya intentó el año pasado registrar el idílico templo budista, pero los monjes sacaron las garras. El descubrimiento de los cachorros congelados en esta última inspección los ha dejado mudos.
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