Arrimar el ascua a su sardina
El mar. ·
Este humilde pescado se captura masivamente en toda la costa mediterránea de la RegiónDicen que el olfato es el sentido más determinante a la hora de fijar sensaciones en la memoria. Debe de serlo porque, en el caso ... de la 'Sardina pilchardus' –que así se llama, la pobre– es definitivo. Olemos a sardina a la parrilla y de pronto acuden a nuestra mente imágenes de mil y un veranos, de tantas playas y momentos felices, de olor a sal y de decenas de chiringuitos y hasta de una caña servida en un vaso de plástico.
Por eso nos resulta tan simpática la sardina, una especie pelágica –que vive en aguas medias o cerca de la superficie– gregaria que se adapta como un guante a la salinidad y temperatura de nuestro Mar Menor. Pero ojo, a estas, en concreto, ni tocarlas. Hasta mediados del XIX se pescaban sardinas en la laguna –más rechoncha y más grasienta y sabrosa– con un arte de pesca llamado 'sardinal' que ya no se utiliza. Pero actualmente está prohibida su captura.
Así que tenemos que conformarnos con la que nos llega del Mediterráneo –miles de toneladas– donde ocupan todo el litoral, de Águilas a San Pedro. Es aquí y en Mazarrón-La Azohía donde se consiguen los mayores volúmenes de capturas, pero también se pescan cerca de los puertos de Lo Pagán y Cartagena. Y es que somos muy sardineros. Los españoles, digo. Nos zampamos 42 kilos por persona y año, unas cifras que nos llevan al tercer lugar en la Unión Europea, cuya media de consumo es la mitad.
De las dos subespecies de sardina, la nuestra –'Pilchardus pilchardus'– es prima hermana del arenque, la alacha, la anchoa o boquerón, el espadín y el sábalo. «Una sardina es el mar, todo el mar, aunque recomiendo al lector que no se coma menos de una docena», escribía el gran Julio Camba, quien aseguraba que «la sardina no es para tomar en el hogar, con la madre virtuosa de nuestros hijos, sino fuera, con alguna amiga golfa y escandalosa». Don Julio sería hoy tachado de políticamente incorrecto. Pero es verdad que asociamos a nuestra amiga –la sardina– con la fiesta y el aire libre. Porque en casa, ¿cómo evitar que todo el vecindario se entere que tenemos sardinas para comer y que enloquezcan todos los gatos del barrio? Muy fácil, haciéndolas al horno de una y mil maneras. Evitaremos impregnar nuestro domicilio y todo lo que se encuentre en un kilómetro a la redonda de un persistente e indeseado aroma.
Beneficios y consejos
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1. Omega-3 La sardina es uno de los pescados azules más saludables por su alto contenido en ácidos grasos Omega-3, que provocan la reducción de los niveles de colesterol y triglicéridos en la sangre
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2. Vitaminas. Las sardinas contienen también cantidades significativas de vitaminas liposolubles como la vitamina E, y muy notables de vitamina D, que favorece la absorción del calcio y su fijación al hueso y regula el nivel de calcio en la sangre.
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3. Minerales. El fósforo es el oligoelemento mayoritario -la porción comestible de una ración de sardinas cubre el 100% de las ingestas diarias recomendadas.
No es esta una región de espetos, tradición más propia de Andalucía. Pero la pilchardus admite múltiples preparaciones: el asado, como hemos dicho, a la plancha, en guisos y ensaladas o simplemente marinadas. Aunque cierto es que la mejor manera es a la parrilla sobre unas brasas. En los últimos años la humilde sardina ha sido puesta en valor por la restauración moderna, incluyéndola en forma de lomos sometidos a maceraciones o marinadas formando parte de tostas, bocados de aperitivo y entrantes. Una combinación ganadora es un lomo de sardina marinado sobre un montoncito de un buen pisto.
Aunque tenemos sardinas todo el año, de primavera a octubre son los mejores meses para su consumo. El agua es más cálida, el plancton más abundante y nuestra sardina engorda, acentuando su contenido en sabrosa grasa.
Así que, ya saben: arrimen el ascua a su sardina y vayan a la pescadería o al chiringuito, que arranca la temporada.
Lomos de sardina a la cazuela
Ingredientes: 12 sardinas. / 2 cebollas tiernas medianas. / 1 pimiento rojo. / 2 tomates rojos. /½ copa de vino blanco. / 1 hoja de laurel. / Aceite de oliva virgen extra. / Sal. / Pimienta negra.
Ponemos una sartén al fuego con aceite y a pochar en ella las cebollas en juliana y el pimiento rojo en tiras finas, hasta que se pongan blandos. Añadimos los tomates, pelados y picados en cuadraditos. Removemos y cuando se haya ido la humedad de los tomates, añadimos , el vino blanco y el laurel. Salpimentamos y dejamos que reduzca el vino cinco minutos. Trituramos y devolvemos a la sartén. Metemos los lomos del pescado en la salsa un minuto antes de terminar la cocción. Serviremos en cada plato un fondo con la salsa y encima, los lomos bien alineados con la piel hacia arriba.
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