El sabor de la madurez

La madurez nos llega a todos, y nos damos cuenta de que somos a quienes seguimos, a quien escuchamos, de lo que nos alimentamos, a quién abrimos la puerta, el mal que elegimos tener cuando de algo hay que presumir; lo que creemos creer, lo que pensamos pensar y lo que imaginamos ver cuando nuestros instrumentos ni siquiera están acaso afinados.

Pago de Santa Cruz Gran Reserva representó para mí esta revelación. Era el vino que gustaba a mis mayores, ese del que yo no quería saber nada, el que eludía subido a mi atalaya imberbe, con menos conocimiento que verborrea. No es fácil ese paso. Cambiar de opinión no es caerse del caballo camino de Damasco. Son botellas abiertas, personas conocidas y ansiedades pasadas. Una vez aceptado que no todo lo nuevo es mejor, y que mantenerse inerte a ruidos y modas tiene más mérito que ir dejándose mecer por olas y momentos, fue cuando de verdad aprecié todo el trabajo que se estaba haciendo aquí.

Los vinos de la familia Sastre son ejemplos vivos de lo que es la Ribera del Duero. Son tintos potentes, exuberantes, con mucha fruta, pero al mismo tiempo con la frescura propia que te da la acidez. El Pago de Santa Cruz es una parcela rodeada de almendros y encinas a unos 800 metros de altura, y representa uno de los parajes más especiales de La Horra. La familia Sastre cultiva aquí varias parcelas de diferentes orientaciones. Son viñedos en vaso con una media de 85 años que siempre se han cultivado de forma tradicional. En esta parcela se elaboran dos vinos tintos: Pago de Santa Cruz y este Gran Reserva al que nosotros prestamos atención hoy, que se elabora solo en las mejores añadas y al que van destinadas las viñas más viejas.

El vino envejece en barricas y fudres de roble americano y francés no menos de 30 meses, y aún nos hacen esperar más a los fieles dejándolo otros 30 meses en la botella antes de que llegue al mercado. La dedicación casi extinta de los Sastre se nota en cada sorbo. El vino es limpio e intenso, con una boca sabrosa y bien estructurada. En resumen, es un gran vino con todo el recorrido por delante. Quizá después de mucho reflexionar, la conclusión es que lo único inteligente que pude hacer un hombre en su vida es contradecirse.