Hermitage 2010 de Chave: un recuerdo inolvidable

Fue el 20 de noviembre de 2019. A media mañana (no serían las 12) llegamos a la bodega y, en un patio de lo más austero y sencillo del mundo, nos recibió una señorita, preguntando por nuestra visita. Cuando se retiró, pensábamos que esta sería de esas ocasiones en las que el gran bodeguero no podría atendernos. Cual fue nuestra enorme sorpresa cuando vimos que sí, que estaba ahí, y nos haría la visita el propio Jean-Louis. Hombre impresionante por su sencillez, en la forma de vestir (de trabajador de bodega) y su absoluta humildad (teniendo en cuenta que es uno de los mejores bodegueros del mundo), saludando a todos, uno por uno, e interesándose por nuestro viaje y visitas. Más impresionante fue ver a su hijo (no tendría más de diez años) imitar a su papá y estrecharnos a todos la mano, uno por uno.

En la bodega, una cava subterránea, pudimos catar todos sus vinos. Muchos de ellos ya los conocíamos, porque en realidad somos unos viciosos de sus elaboraciones. Jean-Louis, sin ningún complejo, descorchó grandísimos vinos, de incalculable valor, y todo argumentado con un sencillo «los vinos son para compartirlos en estos momentos». Pasamos con él dos o tres horas inolvidables de vinos y conversación, que recordaré toda mi vida.

Hermitage 2010 de Chave, como llamaríamos al vino, lo tomamos tres días después, en la que fue (posiblemente) fue la mejor experiencia gastronómica de mi vida. Mesa para cuatro en el restaurante de Anne-Sophie Pic, en Valence. Solo la moqueta del restaurante ya me bastaría para repetir. Aquel día descorchamos varios vinos excelentes, dos de ellos tintos, muy bien seleccionados: un Cornas 2010 de Domaine Auguste Clape, y nuestro vino de hoy en Garum. El Hermitage de Chave es de esos vinos que, cuando tomas un solo sorbo, genera el silencio (de varios minutos) entre los comensales para dar paso a una larga y profunda reflexión, enfocada únicamente a intentar comprender la grandeza de un vino así. Un vino que te hace sentir chiquitito frente a él. Elegante, fino, contundente y delicado a la vez, profundo y fluido.

En fin, una serie de adjetivos (que podrían ser interminables) hacen de este uno de los mejores vinos que he probado en mi vida. Por eso recomiendo a los lectores que, si algún día tienen la posibilidad de probarlo, no la dejen escapar. Si resulta difícil hacerse con una botella por su alto coste, se puede optar por comprarla entre varias personas y recordar la frase de Chave: «Los vinos son para compartirlos».

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Descubrimiento de la semana: El Muelle de Olaso Luis Pérez

Este gran vino blanco de variedad Palomino representa en gran modo la antesala a la profundidad de los Finos y Manzanillas del Marco de Jerez. Es un vino con el carácter de la albariza, la sutileza de la variedad y el suave matiz de su crianza con velo. Elaborado por Luis Pérez, joven bodeguero de la zona de Jerez, que junto a otros (como Ramiro Ibáñez) luchan por dar valor a una zona que históricamente fue de las mejores del mundo. Y consiguen con este estilo de vinos acercar al consumidor al principio de un interminable mundo de pagos, criaderas, soleras, alberos, bodegas catedralicias y un sinfín de singularidades de la zona.

Bodega: Luis Pérez

Variedad: Palomino

Zona: Jerez

Precio: 10 euros