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El sector de la hostelería parece haberse convertido en el único punto de mira del Gobierno regional para frenar la Covid-19 con la disminución de aforo al 40%, distanciamiento social de dos metros entre mesas, limitación de grupos y horarios y el controvertido cierre de servicio de barras, además del cierre de discotecas y bares de copas.

Entendiendo que la situación es complicada, que las decisiones se toman con la mayor de las voluntades, es difícil asimilar que la reducción del aforo al 40% en bares y restaurantes vaya a ser determinante en la transmisión del virus. ¿No es suficiente estar a dos metros de distancia entre comensales, uso de geles hidroalcohólicos y prohibir el desplazamiento por el local sin mascarilla como medidas de contención?

El cierre del servicio de barras de bares y restaurantes es una medida injusta y desproporcionada. En la hostelería ya se están haciendo las cosas bien desde hace muchos meses. Si los números siguen siendo desfavorables, ¿qué será lo siguiente? ¿Aforo del 10%? ¿del 5? No parece que éste sea el camino.

Detecto una falta de perspectiva o de error en la premisa, en el planteamiento de contención en el Gobierno. No es en el ámbito de la hostelería donde encontramos los focos de contagios. O no parece que sean más significativos que los de otros sectores. En los casos donde se han dado, los hosteleros han mostrado una gran responsabilidad anunciando el cierre de locales y siguiendo estrictamente los protocolos establecidos. Siendo puntuales, los principales centros de propagación del virus se están dando en multitudinarias reuniones familiares, fiestas privadas y demás encuentros alejados de cualquier barra o restaurante. ¿Entonces, por qué se vuelve a mirar al hostelero?

Imaginemos que se dieran positivos en centros comerciales, en supermercados, en peluquerías, en tiendas de ropa o en centros informáticos –como así ha sido–, ¿veríamos razonable cerrarlos todos? ¿O sería más lógico actuar con rectitud, contención y firmeza en el establecimiento que así lo requiera?

Hay que castigar al infractor, perseguir a quien no cumpla las normas, aumentar multas, pedir ayuda al ejército o meter en la cárcel a quien pone en riesgo a la población por su falta de profesionalidad, pero no poner el punto de mira en la hostelería cada vez que los números no cuadren. Es, si me lo permiten, matar moscas a cañonazos y tener desviado el punto de mira.

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