Región de Murcia Gastronómica
«El cóctel se agita de pie y hasta que duela la mano del frío»La terraza de Región de Murcia Gastronómica acogió un taller de Schweppes donde los asistentes pudieron elaborar y mezclar sus propias bebidas
A finales del siglo XVIII Jean Jacob Schweppe logró desarrollar un método para carbonatar agua, que fue el preludio de la popular tónica, cuya receta se ha mantenido inalterable hasta la actualidad. La bebida ha tenido un desarrollo tal que hasta viajó en el Titanic junto al primer jefe de exportación de la compañía. En ese momento, todas las botellas se hundieron junto al transatlántico, pero cien años después, una de ellas resurgió en perfectas condiciones tras llevar décadas a 4.000 metros de profundidad.
Se trata de uno de los hitos más destacados de la marca, como quiso remarcar este domingo Martín, el formador de Schweppes que ofreció el taller en Región de Murcia Gastronómica de elaboración de cócteles en la terraza del recinto. A la cita acudieron una veintena de bármanes en potencia que se sentaron frente a una caja de la marca repleta de varios tipos de tónicas, un medidor y una cuchara de coctelería, que después se pudieron llevar como obsequio y recuerdo del taller.
Dividido en dos grupos, el público elaboró dos tipos de cóctel: un 'moscow mule', a base de vodka, limón y 'ginger beer' (un refresco de jengibre), y un 'berry summer' sin alcohol, con puré de frutos rojos, 'Supasawa', sirope de flor de cerezo y sal. Para comenzar, sus vasos se llenaron de hielo sin escatimar en cantidad: «Poned bien de hielo, que no hace mal a nadie. Lo que hace mal suele ser el alcohol», bromeó el experto. El siguiente paso para el cóctel perfecto pasa por enfriar la cuchara con los hielos del vaso y dirigirse a la coctelera, donde llega el momento que todos estaban esperando.
Aunque los asistentes comenzaron el taller sentados, pronto tuvieron que ponerse de pie para mover con fuerza las mezclas que habían añadido a la coctelera. «Hay que agitar de pie y nunca ponerse de cara al cliente, para evitar mancharlo», explicó Martín, con una demostración. «Se sitúa de forma paralela a la barra y a la altura del pecho, sosteniéndolo con las dos manos y solo moviendo la muñeca», continuó. «¿Cuánto hay que agitar?», preguntaron los asistentes. La respuesta fue clara: «Hasta que les duela la mano del frío».
Cuando todos los ingredientes estuvieron bien unidos, los recién convertidos bármanes vertieron el contenido en sus vasos y remataron con los últimos toques de sabor, algo de hielo pequeño y una pajita. Ya solo queda el mejor momento, el de catar la creación. Por eso, para finalizar el taller, algunos de los asistentes no pudieron evitar dar las gracias con unos sorbos en lugar de aplausos.