El cocinero aficionado en silla de ruedas que arrasa en concursos profesionales
Antonio de Diego perdió las dos piernas y la movilidad de un brazo en un accidente de tráfico en 2004; fue paralímpico y subcampeón del mundo de piragüismo adaptado y ahora conquista los paladares más exigentes en certámenes nacionales
Antonio tiene buena mano en la cocina. Y esto es literal. Antonio tiene solo una mano útil, y vaya mano, para poder preparar el Mejor ... Arroz del Mediterráneo -así, con mayúsculas- o crear tapas tan deliciosas como el 'Chorindito', con la que consiguió un señor primer premio en el prestigioso Salón Gourmets, celebrado en marzo en Madrid y considerado uno de los eventos gastronómicos más importantes de Europa. La otra mano, la derecha, solo sirve de apoyo, porque la movilidad en todo ese brazo es prácticamente nula. Al menos conserva las dos manos, cosa que no puede decir de sus piernas. «La primera la perdí en la carretera. Apareció a doce metros de mi cuerpo. La otra se quedó en el hospital».
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La vida de Antonio de Diego no volvió a ser la misma desde aquel 2 de julio de 2004, cuando un conductor «con exceso de velocidad y alcohol» embistió con violencia y empotró contra los guardarraíles a este ingeniero de sistemas que entonces trabajaba como director técnico de una filial de France Telecom en España, y que volvía al trabajo en motocicleta después de pasar un rato con su amigo Carlos. Antonio pasó 22 días en coma y más de tres meses en la UCI. Más todo el tiempo posterior de hospitales y rehabilitación. El brazo derecho lo salvó de milagro, como dejan claro las múltiples cicatrices. Aunque el verdadero milagro fue no perder la vida.
Seguir viviendo no fue fácil, sobre todo porque «uno solo quiere recuperar su vida anterior. Yo me imaginaba haciendo una vida normal», recuerda. Esa vida que sí terminó con el accidente. «Mi único afán era volver a caminar y mover los brazos. Te cuesta aceptar que has perdido ciertas cosas en un accidente, que esto no es una enfermedad que ya se curará. Es un momento de recomponer las fichas. Un momento complicado», explica. Un momento que duró varios años. Todo un lustro.
Pero es que Antonio volvió a caminar. Y también volvió a correr. Porque Antonio de Diego (Madrid, 1967) había sido atleta, y seguiría siéndolo. «Me puse unas prótesis en Barcelona y he corrido en pistas de atletismo, y también por el campo, con mi hermano Quique», relata. Y esto solo supuso una etapa más en la larga carrera de superación personal que emprendió hace casi una década.
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«Perseverar sin límites»
Antonio de Diego se define en su perfil de Twitter como «apasionado de la cocina y la pastelería y deportista por vocación». También dice en ese perfil que hay que «perseverar sin límites». Un leitmotiv que le ha llevado, entre otras cosas, a ser miembro del equipo paralímpico español y subcampeón del mundo de piragüismo adaptado (paracanoe). Afincado en Cartagena desde hace unos años gracias a su conexión con La Azohía, donde se solaza buceando, Antonio de Diego siempre se ha propuesto hacer lo que le gusta. Y entre esas cosas siempre ha estado la cocina, aunque a nivel casero y sin más pretensiones que la de agradar a los comensales. Y entonces llegaron los interminables meses de hospital, y esos días largos que parecen semanas postrado en una cama. «Me aficioné a ver el programa de Karlos Arguiñano». Y la pasión se fue convirtiendo en reto. Uno más.
Tan encantador como dicharachero, tan hospitalario como generoso, Antonio de Diego come «de todo» pero ya no bebe alcohol «por temas de salud». Así que ofrece café. Y también unos bizcochos -'cupcakes'- elaborados por él mismo con un toque del cava que sobró en casa en la última fiesta familiar. En directo los decora con nata montada y unas pequeñas nubes de gominola en su cocina. La destreza y el mimo que despliega para fabricar una manga pastelera, montar la nata y meterla en la manga, y dejar las magdalenas listas para la foto es solo la demostración del tranquillo y el gusto que le cogió Antonio al mundo de la pastelería en aquellos largos días de confinamiento que trajo la pandemia.
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«Si nos pusiéramos a vender en el extranjero, esto sería otra cosa distinta»
Buscando algo con lo que entretenerse tras mudarse a la Región, Antonio de Diego entró a la Escuela de Hostelería de Cartagena en 2019, solo unos meses antes de que la Covid empezara a hacer estragos. Un obstáculo mayúsculo para seguir alimentando y formando su pasión. Pero es que Antonio es de los que elabora limonada cuando la vida da limones. «Me hice una zona de trabajo en la cocina de mi casa con tres hornos y dos amasadoras», recuerda. Hizo Antonio tantos bizcochos, tantas tartas y tantas galletas, que decidió recoger todas sus creaciones en un libro, a la venta en plataformas digitales, titulado 'Recetas dulces y una salmoneta'.
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Pero, ¿qué es una salmoneta? Pues un juego de palabras entre salmonetes (en semisalazón, en honor a Cartagena) y la salmorreta alicantina (a base de ñora) que son los ingredientes principales del Mejor Arroz del Mediterráneo, premio que ganó De Diego el año pasado en Alicante Gastronómica. La propuesta de Antonio de Diego - con arroz de la DO Calasparra, claro- se impuso a otras 300 de toda España y contó con la unanimidad de un jurado encabezado por Susi Díaz (La Finca, Elche, 1 estrella Michelin y 2 soles Repsol) y en el que también se encontraban personalidades como Paco Torreblanca, Juan Manuel Montilla 'El Langui' (La Tasca del Langui, Málaga) y José Piñero (El taller de Piñero, Alcoy). «El plato nos ha conquistado a todos», alabó Susi Díaz.
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-¿Tiene usted algún secreto?
-Es una cuestión de curiosidad y perseverancia. Tengo muchos libros y me interesa mucho la parte científica de la cocina. Cuántas partes de agua, por ejemplo, necesita un determinado tipo de arroz. Porque no todos los arroces tienen la misma proporción de almidón y no todos necesitan la misma cantidad de agua. Soy muy perfeccionista, y también es verdad que dedico mucho tiempo a investigar y a experimentar.
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Hasta el descubrimiento de esa 'Salmoneta', prácticamente nadie en el mundillo había oído hablar de Antonio de Diego. Porque este pensionista, con una discapacidad del 85%, no ha cocinado nunca para ningún cliente, a excepción de «yo mismo, mi María -su pareja-, mi familia y mis amigos». Como mero aficionado tiene que presentarse a los concursos como asesor gastronómico, entre otras triquiñuelas, para sortear determinadas trabas de la organización. Una especie de salvoconducto cuando alguien se pone a pedir documentación referente a su ocupación profesional o recibos de autónomos. «Deberían tener en cuenta que esto es un escaparate para cocineros de toda clase y condición que no tiene otras opciones de destacar», sentencia. Convencido de la «cantidad de oportunidades que deja pasar la sociedad a determinadas personas porque solo por tener una discapacidad», se pregunta De Diego «¿por qué tiene que resignarse una persona a vivir de una pensioncita, de la caridad? Hay mucha gente que, al final, es carne de cañón de la mendicidad. Y eso me da mucha rabia». Rabia siente, al mismo tiempo, cuando «alguien utiliza su discapacidad o sus problemas del pasado para dar pena, como si eso te fuera a dar un punto más», En la vida o, sin ir más lejos, en el popular concurso de televisión Master Chef, al que Antonio de Diego se presentó -sin éxito- en la octava edición. Precisamente, la misma en la que acabó concursó Sonsoles Conde, que también cocina en silla de ruedas tras el accidente de tráfico que sufrió cuando tenía 24 años.
De Diego utiliza triquiñuelas en los concursos para sortear corsés de la organización, como presentarse como 'asesor gastronómico'
Quedarse fuera de Master Chef tampoco supuso problema alguno para alguien tan obstinado y apasionado de la cocina como Antonio de Diego. Quedaban muchos jurados tan profesionales - o más- como el del programa a los que seguir impresionando con esa mezcla de cariño, pasión, superación y, sobre todo, olor, color y sabor en sus platos. El segundo premio de relumbrón lo ganó el pasado mes de marzo, cuando sedujo a los jueces que debían valorar el mejor pincho del país elaborado con productos de La Rioja, concurso nacional incluido en la programación del prestigioso Salón Gourmets de Madrid. Y eso que no había ni una rampa para poder subir al escenario. «Y la mesa estaba a la misma altura de mi oponente. Solo se me veía la cabeza, y casi no llegaba a los platos más alejados de mí. Me tuve que subir a uno de los brazos de mi silla de ruedas para ganar algo de altura», protesta.
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Escuchar a De Diego repetir de memoria los ingredientes y los detalles de esta tapa, ver cómo se ilumina su mirada mientras se explaya explicando la fusión de sabores de la India y La Rioja que concentra esta obra de arte, alimenta el alma. Pero también hace rugir fuerte al estómago. Aunque sean las cinco de la tarde. «Hice una crema de un guiso de patatas a la riojana que iba dentro de un pan indio frito (panipuri). Luego iba una mousse de pimiento morrón riojano, un 'chili jam' picante que hago yo con ajo, miel y guindilla tailandesa, y coronado con unas esferificaciones de Pimentón de la Vera». El jurado de este concurso también acabó rendido a la tapa de este 'asesor gastronómico' afincado en Cartagena. Ejem. El otro día también ganó un concurso de paellas en Los Urrutias. Aunque este último certamen no tenía dotación alguna. Del Salon Gourmets, por ejemplo, Antonio de Diego salió con un talón de 1.500 euros bajo el brazo.
En la actualidad es alumno del Centro de Cualificación Turística (CCT), donde asiste a cursos de diferentes tipos de cocina. Aunque siempre con un ingrediente principal: «Si quieres, puedes». Que, a pesar de todas las dificultades que uno se pueda encontrar en la vida, «el tren de la vida no va a parar». Y eso implica tratar de alcanzar, como lleva haciendo muchos años Antonio de Diego, «la mejor versión de uno mismo».
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