El rugido que hizo temblar a la ciudad
Un ascenso de madrugada. La parada de Marc Martínez en la tanda de penaltis descorcha la euforia de una afición contenida y necesitada de una alegría así
El rugido que se escuchó esta madrugada en Cartagena, pasadas las doce y media de la noche, hizo temblar los cimientos y puso patas arriba a una ciudad contenida durante años y que pudo descorchar una euforia desbordada. Fue en el momento culminante, cuando Marc Martínez detuvo el penalti en la tanda final a Jorge Ortiz, uno de los grandes protagonistas del Atlético Baleares. El Efesé ascendió de una manera sufrida, en un partido repleto de tensión. Una nueva etapa repleta de ilusión amanece a partir de hoy en la trimilenaria. Toca celebrar. Y no llorar. Al fin.
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El enfermero cartagenero reclutado en Madrid por el coronavirus; la bandera albinegra sumergida por dos buceadores en las profundidades de Islas Hormigas; el trozo de bufanda atado en el Cristo de los Buzos; un corcho blanco, decorado de banderines, en el pequeño quiosco de la Plaza de Juan XXIII, la puesta a punto del añejo chiringuito de El Portús… Ni siquiera los estragos de una pandemia mundial ni la distancia con el estadio de La Rosaleda frenaron las ilusiones de los cartageneros por levantar el ánimo, dejar a un lado la crisis sanitaria y volcarse en apoyar al Efesé. Un premio merecido para todos.
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Sin pabellones abiertos, pantallas gigantes en el Muelle de Alfonso XII ni posibilidad alguna de organizar actos de convivencia por la Covid-19, peñistas y aficionados siguieron el devenir del partido más importante en la historia reciente del club en sus hogares, llenos de nervios y tensión. Algunos con amigos, hermanos, cuñados e incluso suegros. Nunca viene mal aprovechar el momento y estrechar lazos. Otros lo hicieron con sus particulares rituales: rodeados de camisetas históricas del Efesé y ataviados con amuletos de la suerte, como aquel gorro de lana bendecido por el ascenso de Alcoy, el 24 de mayo de 2009, que lucía un universitario en las redes sociales. Hay grandes, medianos y pequeños grupos de sufridores, en la sombra, que merecían y necesitaban sacarse de una vez esa espina. Fue en la octava temporada consecutiva en Segunda B, once años después del ascenso en Alcoy y tras fatales desenlaces. Al fin toca llorar de emoción y no de angustia.
Responsabilidad
Sin un macro punto de encuentro por la Covid-19, otra mayoría optó por juntarse en las terrazas de los bares, cuarteles generales donde pasar el encuentro en compañía. Los hosteleros se afanaron en prepararlas, no sin evadir el distanciamiento social, el uso obligado de las mascarillas y unas cuantas jarras de bebida fría. Apostaron por esta opción empresarios de todas partes del municipio, desde la Terraza del Sol, en Los Belones, hasta tascas del casco histórico, el Sector Estación y el bulevar de la Alameda de San Antón. También se movieron rápido los peñistas por el barrio de Los Dolores, donde reside una parte de los más de dos mil fieles que componen la Federación de Peñas del Cartagena.
La gente entonó cánticos desde dos horas antes del partido. Pero ya entró en calor desde el mediodía, en la Plaza del Ayuntamiento. A las ocho ya habían terrazas ocupadas a lo largo y ancho de la Alameda, a la vez que pantallas gigantes preparadas dentro y fuera de los bares. Algunos tuvieron que hacer reservas de mesas, dada la alta demanda de clientes.
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'Selfies', cánticos y cláxones bajo un despliegue policial en el Puerto
La euforia contenida durante ocho años. El rugido de una afición demasiado machacada. Un ascenso logrado de madrugada, en Málaga y en medio de una pandemia mundial que ha cambiado el modo de vida de todo el planeta. Cartagena merecía un ascenso y lo tuvo bajo unas condiciones absolutamente insólitas, lógicamente marcado por la crisis sanitaria del coronavirus. Hubogestos de responsabilidad generalizada en una celebración en las calles, donde se escucharon gritos de euforia y cánticos en todos los rincones.
A pesar del blindaje de las plazas emblemáticas, una 'marea albinegra' se encaminó pasadas las doce y media de la noche por la calle Mayor, camino de la Plaza del Ayuntamiento y en dirección al Muelle de Alfonso XII. Grupos debidamente separados, el uso de la mascarillas y los 'selfies' con las banderas albinegras del Palacio Consistorial marcaron el inicio de una madrugada eterna en Cartagena, al cierre de esta edición. También fuegos artificiales en La Manga.
El Ayuntamiento hizo un llamamiento a la calma, y a celebrar el ascenso de una manera comedida, respetando el distanciamiento social y con la obligatoriedad del uso de las mascarillas. Un portavoz de Alcaldía, al cierre de esta edición, llamó a festejar el ascenso con «calma», aunque se reforzó la presencia policial en toda la explanada del Muelle de Alfonso XII.
Los cartageneros salieron a la calle e hicieron sonar el claxon de sus vehículos, para dar ruido y ambiente a la ciudad. Un importante despliegue de la Policía Local, con un refuerzo de la Policía Portuaria, veló por la garantía del cumplimiento de todas las normas anticovid. Toda la explanada portuaria era una de las zonas 'rojas' en al que tenían previsto actuar los funcionarios.
Durante el fin de semana, técnicos municipales ya se encargaron posteriormente de velar por la seguridad. Vaciaron y vallaron tres puntos de especial concentración de hinchas, como la Plaza de España, la del Icue y la rotonda de la réplica del submarino. Hoy se estudiarán más actos.
Alrededor de 300 personas se concentraron frente al Ayuntamiento de Cartagena, custodiadas por la Policía Nacional y Local. Los ciudadanos celebraron la victoria con su vehículo circulando por el paseo Alfonso XII, plaza España, etc. Fue la nota positiva de la noche en la ciudad trimilenaria, que los aficionados prefirieron, por lo general, disfrutar del ascenso en sus coches mejor que a pie.
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