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Los jugadores del Cartagena celebran el penalti anotado por Caballero, el cuarto de la tanda. Antonio Gil / AGM

Una agonía maravillosa

El día más largo en la historia del fútbol cartagenero acaba con una loca celebración en la madrugada malagueña

Lunes, 20 de julio 2020, 02:16

Pasan cinco minutos de las dos de la tarde y en la puerta del hotel Alanda, situado en plena milla de oro marbellí, cuatro periodistas cartageneros esperan junto al autocar del Efesé la salida de Manuel Sánchez Breis, quien les atenderá en breve para un falso directo. Medio kilómetro más atrás está aparcado el bus de la Cultural Leonesa. Es el único rastro del 'playoff' en la ciudad costasoleña, poco transitada a la hora de comer. Nada que ver con el apelotonamiento de bañistas en las playas de Fuengirola, Mijas y Torremolinos. Atascos allí y calma aquí. Los jugadores albinegros pasan el día más importante de la temporada encerrados en su hotel, como si el confinamiento de meses anteriores hubiera reaparecido durante un fin de semana que para muchos será el más importante de su carrera deportiva.

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La hora de comer coincide con la caída de Marc Márquez en el circuito de Jerez. Parece que se ha hecho daño de verdad el piloto catalán. Pese a ello, un grupo de rusos arremolinados sobre una mesa con varias jarras de cerveza se ríen. Exageradamente. Son las cuatro. La hora del café. Un solo y un cortado. 5,50. No tiene mucha gracia, pero los rusos se siguen riendo. Imposible dormir la siesta y los minutos pasan muy despacio. Una tarde eterna hasta que llega el momento de ir a Málaga.

Ocho de la tarde. Medio centenar de aficionados del Cartagena cantan y animan, esperando a que llegue el autocar de su equipo. En diez minutos están ahí los futbolistas, a los que no se les ve, pero se les oye. Están reventando a golpes los cristales desde dentro. Poco después, la misma escena con el autobús del Atlético Baleares. Una veintena de fieles, que han volado desde las islas para quedarse en la puerta de La Rosaleda, se desgañitan para arengar a los hombres de Manix Mandiola.

La última espera

Después, se reparten unas hojas entre los periodistas (se han acreditado medio centenar) para que todos faciliten sus datos y escriban donde han estado los últimos 14 días. El protocolo anti Covid-19 se completa con un control de temperatura y la aplicación de gel desinfectante. Una hora y media antes de que el balón ruede en el coliseo malaguista, todos estamos dentro. Los fotógrafos, a un córner. Los periodistas, a las cabinas.

En el palco, una decena de directivas del Atlético Baleares, con su presidente Ingo Volckmann a la cabeza, jalean a los suyos con vítores y protestan cada acción con gritos. En el otro lado, Belmonte, Breis y la alcaldesa Castejón ni se mueven. «Málaga será nuestro talismán. Hoy no vamos a fallar», ha dicho la primera edil antes del choque. Pencho Angosto y su coro, desde fuera, no paran de cantar. Y se les escucha bastante bien.

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El día ha pasado a cámara lenta, pero es empezar el partido y los minutos vuelan. El escenario es imponente, la histórica Rosaleda con sus 30.000 butacas desiertas. En este fútbol pandémico, lamentablemente, hasta el partido más decisivo tiene apariencia de entrenamiento de los jueves. No obstante, se acerca el final y ya casi nadie guarda la compostura. Se va el sol. Pero el calor húmedo de la noche malagueña no da tregua. Acaba el domingo más largo de la historia. Es lunes y todavía está el Cartagena peleando por el ascenso. Llegan los penaltis y el miedo. Y esta vez cae de cara la moneda. La Rosaleda se convierte en una fiesta. Acabará casi al amanecer.

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