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Pedro Saura. J. M. Rodríguez/ AGM
Elecciones generales 28-A en Murcia: Las siete vidas de Pedro Saura

Las siete vidas de Pedro Saura

El pachequero ganó por primera vez en sus quintas elecciones como número uno

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Miércoles, 1 de mayo 2019, 00:35

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Dos imágenes, en el mismo lugar y con idéntico protagonista. La primera, el 27 de mayo de 2007. Elecciones municipales y autonómicas. Pedro Saura (Torre Pacheco, 1962), secretario general del PSRM y candidato a la Presidencia de la Comunidad, comparece en la sede de la calle Princesa tras cosechar el peor resultado en la historia del socialismo murciano y se niega a dimitir. La segunda foto es del 28 de abril de 2019. Elecciones generales. El PSOE acaba de ganar unos comicios en la Región después de 28 años y el mismo Saura, el número uno de la lista vencedora, pide administrar la victoria «con responsabilidad y moderación».

Con mejor imagen en Madrid que en la Región, se ha mantenido en primera línea política a pesar de que, como a Pedro Sánchez, se le dio por muerto muchas veces

Entre esos dos momentos han pasado doce años en los que el secretario de Estado en funciones, que siempre estuvo mejor visto en Madrid que en Murcia, ha sabido caminar sobre el alambre para mantenerse en la primera línea política. Y eso que, al igual que a su jefe de filas, Pedro Sánchez, se le dio muchas veces por muerto.

La trayectoria política de Pedro Saura arranca en 1991, cuando con 29 años fue por primera vez candidato en unas elecciones encabezando la candidatura del PSOE al Ayuntamiento de Torre Pacheco. No logró desbancar a los independientes, pero sacó un decente resultado que lo impulsó como uno de los valores más prometedores del entonces partido hegemónico. Carlos Collado se fijó en él y se lo llevó al Gobierno regional, ocupando la Dirección General de Economía y Planificación hasta 1994, año en el que María Antonia Martínez lo ascendió a secretario general de la Consejería de Economía y Hacienda.

En 1995, con el PSOE en decadencia, se enfrentó a su segunda cita electoral como número uno, también en Torre Pacheco, con unos resultados mucho más pobres. Su experiencia municipal llegó a su fin en 1999, cuando Saura empezó a ocupar cargos de relevancia en la estructura del PSRM, bajo el liderazgo de Ramón Ortiz, y enfocó su carrera política hacia la Asamblea Regional. En mayo de 2003, tras el segundo fracaso de Ortiz y su renuncia a dirigir el partido, se produjo un vacío de poder en el PSRM. Y muchos ojos se posaron en él.

Joven, formado y con aire kennediano, parecía la persona adecuada para pilotar el resurgimiento del PSOE en la Región. Entabló complicidad con José Luis Rodríguez Zapatero y volvió a liderar una lista, la del Congreso por Murcia en las elecciones generales de 2004, comicios que estuvieron marcados por los atentados del 11-M en Madrid. Sin embargo, la Región no se sumó al voto de castigo al PP por la gestión que hizo de la tragedia y los socialistas quedaron muy lejos del PP, con la mitad de escaños.

El travase del Ebro

En esos años ocurrió algo que lastró sus aspiraciones políticas en la Región. El Congreso votó la derogación del trasvase del Ebro y Saura, diputado del PSOE, obedeció la disciplina de partido. Y encima aplaudió tras la votación. El PSRM pasaba de exigir celeridad en la ejecución del PHN de Aznar a apostar por las desaladoras. Fue una losa que nunca pudo superar.

Solo fue una vez candidato autonómico, en los mencionados comicios de 2007, cuando perdió un diputado y se dejó en el camino importantes ayuntamientos como Lorca, donde él apostó personalmente por prescindir de Miguel Navarro. Desde ese momento, su futuro como líder del PSRM estaba hipotecado. José Blanco, con quien tenía una buena relación, se lo llevó al Ministerio de Fomento, dándole la dirección del Sepes.

Aun así, se mantuvo en la secretaría general hasta 2012. Entre medias se celebraron un congreso del PSRM, en el que se impuso a Javier Mármol, y tres elecciones (generales de 2008 y 2011, y autonómicas de ese mismo año, en las que no quiso ser candidato y dejó paso a Begoña García Retegui), en las que los socialistas siguieron empeorando resultados. Abandonó el liderazgo con un amargo sabor de boca, pues sus compañeros suspendieron su gestión, algo que no le ocurrió a ninguno de sus antecesores.

Tras este varapalo, encontró acomodo en Madrid, volviendo al Congreso, donde el PP de Mariano Rajoy tenía mayoría absoluta. Lo nombraron portavoz de Hacienda y relanzó su carrera convirtiéndose en el azote del ministro Cristóbal Montoro. Se hizo un asiduo de las tertulias televisivas y Pedro Sánchez, durante su primera etapa como secretario general del PSOE, lo ensalzó como gurú económico.

La posterior caída de Sánchez no le afectó. Supo ganarse la confianza de la gestora que constituyó Susana Díaz y mantuvo su protagonismo en el Congreso. Apostó por la andaluza en las primarias pero, al contrario que con María González Veracruz, el renacido Pedro Sánchez no tomó represalias contra él tras su retorno triunfal a Ferraz. Todo lo contrario. Pedro Saura continuó como portavoz de Hacienda y, tras la moción de censura, sonó incluso como ministro. Al final tuvo que conformarse con ser secretario de Estado de Infraestructuras, que tampoco está nada mal. Y de la mano de José Luis Ábalos. Este, como Blanco en su momento, es el responsable del aparato del PSOE.

La del 28-A fue la primera victoria que el superviviente Pedro Saura celebra tras cinco procesos electorales como cabeza de la lista socialista. Más vale tarde que nunca.

Vio venir el pinchazo de la burbuja inmobiliaria

Puede presumir el diputado electo por Murcia que fue de las pocas personas en la Región que vio venir la crisis económica que cambió el mundo en la última década, provocada por el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Durante sus años como jefe de la oposicion en la Región, Pedro Saura centró su discurso en atacar el modelo de desarrollo urbanístico de Ramón Luis Valcárcel, basado en la construcción de urbanizaciones y campos de golf, porque, a su juicio, generaba corrupción y era pan para hoy y hambre para mañana. Esta línea política le costó enfrentamientos internos con alcaldes socialistas como Miguel Navarro (Lorca) y Juan Escudero (Los Alcázares), que apostaban asimismo por la política del ladrillo. También se enfrentó con la clase empresarial, que le calificó como enemigo del desarrollo de la Región. El tiempo le dio la razón.

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