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Las dos caras de la nueva economía

Las dos caras de la nueva economía

Asistimos a un cambio de cultura en los hábitos de compra y consumo a partir de la digitalización

garbiñe henry

Miércoles, 17 de abril 2019, 01:24

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Las nuevas tendencias socioeconómicas que estamos viviendo con el fenómeno de la globalización, la irrupción de las nuevas tecnologías y la rapidez con la que se producen los cambios en la sociedad de hoy en día están haciendo surgir nuevos modelos de 'hacer economía' como son la economía colaborativa, la economía circular y la del bien común, entre otros.

Asistimos a un cambio cultural en los hábitos de compra y consumo a partir de la digitalización, que viene acompañado de nuevas formas de creación de valor en su sentido amplio -económico, social y medioambiental- y de creación de oportunidades para nuevos empleos o un cambio de modelo de los ya existentes.

Los ejemplos más claros los encontramos en el sector inmobiliario, el hotelero, el del transporte y en de las finanzas con las plataformas de crowdfunding o nuevas monedas, entre otros, en los que las barreras de desconfianza se ven minimizadas por el uso de perfiles de las personas usuarias con valoraciones y referencias añadidas por otras que ya han vivido la experiencia, dando lugar a nuevas formas de relacionarse, intercambiar y monetizar bienes y habilidades, que eran impensables hace unos años y pueden considerarse nuevos modos de innovación en la sociedad.

La verdadera transformación social y económica con estos nuevos modelos de uso e intercambio es la importancia adquirida por nuevos valores como la honestidad, la responsabilidad, solidaridad, generosidad… que podríamos resumirlos como las 'tres ces': confianza, compartir y cooperar. Si no confiamos en alguien con quien vamos a intercambiar nuestra casa, o vamos a llevar en nuestro coche, o vamos a aportar dinero para una buena causa, evidentemente el intercambio no se produce. Por ello, la verdadera transformación es un cambio de mentalidad para ir adaptando una economía tradicional en la que priman los valores como el ánimo de lucro y la competencia a cualquier precio, a una economía basada en unos valores hacia la persona y su entorno, tal y como persiguen los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Y como es lógico todo cambio social lleva aparejado la fricción y el conflicto, como el que estamos viviendo en varias ciudades entre el sector del taxi y los VTC, o entre residentes y los pisos turísticos, por ejemplo, aunque también hay ciertos sectores que lo están viendo como nuevas oportunidades para formalizar ámbitos que antes eran informales, y que pueden llevar a una persona a vivir dignamente de esos ingresos al mismo tiempo que puede favorecer la conciliación familiar, porque no todo el mundo puede o quiere tener un trabajo de ocho horas diarias por cuenta ajena, de manera que se está favoreciendo el emprendimiento. Por tanto, vemos que son dos caras de una misma moneda. La idea es ampliar el abanico de opciones de la persona poniendo en valor el uso y acceso más que la propiedad del bien.

El reto de generar empleo en sectores en los que se está destruyendo también es un punto a favor de este tipo de economía. Lo que está claro es que el futuro del empleo se está redefiniendo y la Unión Europea tiene la responsabilidad de responder a los desafíos de garantizar una competencia justa, regular los derechos laborales y las obligaciones fiscales surgidos de esta nueva realidad.

Por tanto, la nueva economía tiene efectos positivos y promueve la innovación y el emprendimiento, y al mismo tiempo, el interés público como la privacidad, la protección del consumidor y el orden público no deben ser olvidados.

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