Borrar
Restauración participativa en el Campus de Espinardo. Fotos: UMU
Renaturalizar (pero bien)

Renaturalizar (pero bien)

OPINIÓN - UNIVERSIDAD DE MURCIA ·

La renaturalización del espacio urbano es un tema de moda. Algunas ciudades destacan por la reconversión de sus ejes verdes (y azules), como el Anillo Verde de Vitoria y el río Manzanares en Madrid, por citar dos ejemplos

Domingo, 5 de junio 2022, 12:28

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Otras intentan imitarlas, con mayor o menor éxito, como nuestra capital con su ya conocido 'Murcia-Río'. Aunque en él ya empieza a ser visible la implicación de muchos investigadores de la Universidad de Murcia, aun falta un gran esfuerzo para que el conocimiento aportado cristalice en una verdadera estrategia de renaturalización urbana. Aprovechando esta tribuna, intentaremos esbozar las líneas maestras de esa necesaria estrategia, reivindicando valentía y visión de futuro, más allá del cortoplacismo electoral. Celebrando como seña de salud democrática las alternancias en el poder, no podemos admitir que frenen los grandes proyectos y líneas de trabajo ya consensuadas y con sobrado soporte científico y técnico. Murcia-Río no debe ser un ejemplo de estos cambios de criterio en iniciativas que, si algo requieren, es continuidad en su aplicación y seguimiento.

¿Qué necesita una ciudad como Murcia –paradigma de ciudad mediterránea surgida por capricho de la historia en un territorio difícil, domesticado históricamente hasta optimizar el uso de sus impredecibles recursos–, para lograr una verdadera renaturalización? ¿Cómo fomentar el desarrollo de la biodiversidad en su tejido urbano? Vayan por delante algunas propuestas:

–Renaturalizar los cauces fluviales, manteniendo caudales apropiados y regenerando sus riberas, como ejes de ampliación de la infraestructura verde, al estilo de otras ciudades.

–Utilizar estos ejes para absorber inundaciones (recuperando antiguos cauces, meandros cortados y desdibujadas ramblas), recargar acuíferos, y aumentar la residencia del agua incrementando la biodiversidad.

–Conservar y recuperar la maltratada red de acequias y todo el patrimonio que conlleva: la infraestructura socio-cultural asociada a la distribución del agua en la ciudad y su huerta no admite un solo entubamiento más, y deberían reintegrarse al paisaje urbano las que discurren enterradas bajo él.

–Preservar la huerta y revalorizarla para producir alimentos de proximidad, mitigar el cambio climático, acoger actividades al aire libre y ampliar las conexiones emocionales y afectivas de los ciudadanos con su naturaleza más cercana.

–Reconvertir los jardines urbanos, apostando por especies autóctonas y ornamentales tradicionales, frente a modelos banales basados en césped y arbolado exótico de crecimiento rápido que introducen plagas de difícil y costoso control.

–Manejar menos intensivamente el verde urbano, posibilitando el desarrollo de la vegetación espontánea para fomentar la fauna (aves, invertebrados polinizadores): ¡no tanta siega!. Reivindicamos el 'tercer paisaje' que no es más que respetar el valor natural de los espacios residuales (por ejemplo, solares abandonados) donde esa vegetación crece sin limitaciones . Estos espacios ya han sido incorporados con éxito al urbanismo actual, como en el Parc Matissse (Lille, Francia).

–Desterrar y sustituir elementos artificiales de nuestros jardines, como el cemento o el césped artificial del tranvía y otros espacios, sustrato para bacterias y fuente de microplásticos.

–Gestionar adecuadamente los espacios suburbanos, fomentando el uso de especies autóctonas y la conservación de remanentes de vegetación forestal natural y cultivos tradicionales.

–Frenar la expansión de especies invasoras, oportunistas y predadoras que desplazan a la biodiversidad autóctona, abandonando estrategias como la creación de colonias felinas, y apostando por la tenencia responsable de mascotas y el establecimiento de zonas libres de estos predadores de efecto negativo científicamente demostrado.

Queremos convertir los campus de la Universidad de Murcia –aquí una llamada directa a nuestras autoridades académicas– en escuelas de renaturalización. Modestamente, en la Facultad de Biología lo llevamos intentando desde que arrancó la Década de Naciones Unidas sobre Restauración Ecológica (2021-2030). Ya en dos ocasiones, en 2021 (en el marco del proyecto ODSesiones) y 2022 (durante la Semana de Biología), estudiantes y profesores, con ayuda del viverista Rubén Vives (Viveros Muzalé) y la Unidad Técnica del Campus de Espinardo, hemos intervenido para convertir una antigua trinchera del ferrocarril en un hábitat de rambla, plantando baladres, tarays, lentiscos, y otras especies autóctonas donde antes proliferaban invasoras exóticas. No todo se logra con grandes inversiones públicas: la renaturalización puede surgir también de la suma de esas pequeñas acciones individuales e institucionales a las que con tanta frecuencia nos convocan como voluntarios. Y no hablamos del 'greenwashing' de limpiar los residuos de otros (cuya gestión ya hemos pagado a quienes los ponen en el mercado), sino de múltiples iniciativas restauradoras de administración y ONG, orientadas a apuntalar estrategias y proyectos de mayor alcance que debemos apoyar política y cívicamente.

La naturaleza mejora nuestra salud, nuestra felicidad y nuestro aprendizaje, entre sus múltiples contribuciones al bienestar humano. Hará nuestras ciudades más habitables y nuestra vida más agradable. Durante lo más duro de la pandemia la hemos visto resurgir desde nuestro encierro. Ciertas especies han recuperado terreno o simplemente se han hecho más visibles (o audibles). Se trate de realidades biológicas o de simples percepciones, la gradual apertura hacia la normalidad ha puesto de manifiesto nuestra necesidad de contacto con la naturaleza.

Pero no parece buena estrategia salir en tromba de la ciudad buscando ese recurso vital, incrementando la presión sobre la biodiversidad y el paisaje de los espacios protegidos más frágiles. Una alternativa más sabia es acercar la naturaleza a la ciudad, permitir su desarrollo dentro de ella y generar espacios de transición (huerta, río, ramblas, grandes parques periurbanos, parques forestales municipales, urbanizaciones y campus biodiversos), aliviando al mismo tiempo nuestro impacto sobre la naturaleza. Estrategia que debe extenderse desde la ciudad hacia los espacios naturales protegidos, que no debemos contemplar como parques o pistas deportivas donde ejercitar nuestras aficiones más extremas.

Para prevenirlo no solo hace falta renaturalizar lo próximo, sino vigilar adecuadamente nuestros espacios naturales, informar y educar a sus usuarios con una dotación suficiente de personal y medios. Aquí es donde debe poner el foco la administración, y no en malgastar –desoyendo a la comunidad científica– los escasos recursos disponibles para renaturalizar espacios ya plenamente naturales (como el empeño de nuestro gobierno regional con la Marina del Carmolí).

Francisco Robledano Aymerich, profesor titular y director del Departamento de Ecología e Hidrología de la Universidad de Murcia

María Rosario Vidal-Abarca Gutiérrez y María Luisa Suárez Alonso, catedráticas de Ecología en el mismo departamento.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios