La leyenda murciana que no podrá volver al Palacio hoy

El Fausto Vicent de Alcantarilla era privilegiado escenario de la penúltima exhibición de un jugador que venía acostumbrándose a acudir a la llamada de las selecciones inferiores de la Región de Murcia incluso siendo de primer año, pero que, desde la salida dos años antes de José Antonio Marco, primero al CB Murcia, y luego al Caja San Fernando, andaba desatado. En semifinales el CB Capuchinos de un Marcos Molina que también daría el salto a una cantera ACB (Valencia) no tuvo opción y, en la final, un CB Murcia que las había pasado canutas en semifinales frente al Infante no pudo más que rendirse a una exhibición de 34 puntos de Hernández.

El CB San José culminaba así el póker de campeonatos regionales con Hernández en sus filas (alevín en 2001 e infantil en 2003 y 2004), que ponía y punto seguido antes de emprender marcha a la cantera del Barça. Seguido, porque el final sería unas semanas después, y en el pabellón de la pedanía de la Costera Sur murciana, en un amistoso de despedida frente al único equipo contra el que le quedó jugar en esa 'Final Four', el Infante del mismo barrio en que se crió y donde jugaban varios de sus amigos, la mayoría alumnos, como él, del CEIP Mariano Aroca.

En el Barça, el nivel de un jugador con un talento innato y que dominaba el arte de la toma de decisiones en penetración, no hizo más que incrementar. Formó una temible pareja de bases con Dani Pérez y, solo un año después de su marcha del clásico equipo amarillo y morado, era parte de la lista definitiva de la selección española cadete. Esa misma que será siempre la más recordada de las categorías inferiores, pues es la que, en 2006, y en el Eurobasket de Linares, fue campeona de Europa a lomos de un Ricky Rubio que hacía circular su nombre alrededor del mundo por primera vez con aquella final ganada a Rusia en una prórroga que el propio Rubio forzó con una canasta desde el centro de la pista y que finalizó con 51 puntos, 24 rebotes, 12 asistencias y 7 robos.

Hernández continuó creciendo en el Barça como uno de los mejores del país de su generación y hasta se ganó al año siguiente hacer una pretemporada con el primer equipo a las órdenes del exigente Dusko Ivanovic. Este, incluso, le hizo debutar en la ACB en la semifinal de Supercopa de 2007, como junior de primer año, y jugaría otro partido más de liga regular un mes después. Pero, terminada su formación en la cantera blaugrana, incluidas dos temporadas en el vinculado Cornellá (en LEB Plata y, tras el ascenso, en Oro), sería en Manresa donde haría carrera.

En el equipo del Bages jugó durante seis temporadas en las que se estableció como un jugador de valor en la Liga Endesa, rivalizando algún año que otro por un UCAM en el que nunca jugó, antes de darse al extranjero para jugar una temporada y media en el Alytus lituano, donde pudo comprobar cómo el baloncesto es religión en el país báltico, y otra media en el campeón polaco Zielona Gora con el que jugó la Champions League. Después volvió a España para jugar dos años en LEB Oro con el Palma y uno en el Real Murcia, de donde marchó en 2021 a La Coruña, donde a base de talento y carisma se ha hecho un hueco en el corazón de la afición de un equipo que le renovó cuando se rompió el cruzado, y donde su mujer Ana Belén, exjugadora, trabaja como odontóloga y sus hijos crecen felices.

Después de un año complicado, con el descenso matemático de su equipo y las escasas oportunidades recibidas, en la última jugaba 13 minutos y aportaba en la anotación. Pero, tras armarse de paciencia, y justo cuando llegaba la visita a Murcia, 'crac'. Rotura de ligamento en su muñeca izquierda. Llevaba ocho años sin pisar la Liga Endesa y el de hoy pintaba a su última visita al Palacio para jugar contra el UCAM.

Una, que, como todas las anteriores, permitirá identificar el amarillo y morado del CB San José en las gradas. «Desde pequeño fue muy buena persona y, sobre todo, muy trabajador», recuerda el ahora presidente del club, Jorge Morales, uno de los jugadores sénior más reconocidos de la época y testigo de la devoción de Hernández por el baloncesto también en vacaciones. «En La Torre podías oír cómo salía botando por la puerta de su casa a la pista, que estaba a 50 metros», donde se formaban unas populares pachangas en las que «empezó como el jugador libre por ser el más pequeño hasta que al poco todo el mundo vio que las 'enchufaba' todas».