El 'animal más fuerte del mundo', un 'playoff' memorable y un tobillo de acero
Rogelio Diz, fisioterapeuta del UCAM, recuerda el compromiso de Rodions Kurucs durante unas semanas «en los límites del dolor»
Cuando Rodions Kurucs dio el «sí, quiero» al UCAM, su carrera no era la de un jugador que hoy ha recuperado el estatus que le ... pertenece, el de jugador de una Euroliga que cató muy joven en su primera temporada con el primer equipo del Barça, una 2017-18 en la que se ganó la confianza de Sito Alonso cuando tenía 19 años y era aún un jugador vinculado del Barça B, que competía en la entonces LEB Oro. Marchó a la NBA con cierto verdor, pronto se convirtió en moneda de cambio y el regreso a Europa no fue precisamente fácil. El Partizán se le quedó grande y la vuelta a la Liga Endesa tampoco fue cómoda, como uno de los fichajes más decepcionantes de un Betis en el que no terminó la temporada y que terminaría descendiendo. Para entonces, aparecían algunos brotes verdes en el Estrasburgo, al arropo de Luca Banchi, seleccionador de su Letonia.
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Con la etiqueta de juguete roto llegó a Murcia y algo hizo 'clic'. «Somos especialistas en hacer de trampolín para jugadores que otros clubes han tenido problemas», cuenta Rogelio Diz, fisioterapeuta del UCAM, persona que vivió muy de cerca la evolución entre el Kurucs que llegó y que se fue y de las que sentirá como más especial su regreso mañana, a las 12.30, como jugador de un Baskonia de Euroliga. En la profesión de fisioterapeuta lleva intrínseca la de confidente de los jugadores un hombre que comenzó estudios de Psicología, por lo que no le costó conectar con «una muy buena persona y de los jugadores que a mí me gustan, con mucho carácter y que van de frente».
De animal a animal, pues a Diz se le conoce en el mundillo como 'el pulpo' y Kurucs se ganó a pulso el sobrenombre de 'animal más fuerte del mundo' con sus acciones al poste bajo que tanto le recuperaron para la causa baloncestística y en donde no parecía haber rival lo bastante fuerte o grande como para no ser movido por su empuje, la conexión iba a ser fácil. En cualquier caso, Diz distribuye los méritos entre «mi compañero Pablo Ortín, los médicos, Alejandro Gómez, etc.», para que quien fue proyecto de estrella volviera a brillar. Pero innegable resulta que las horas de conversaciones en la camilla son un elemento indispensable en su mejoría. «Invertimos muchos en hablar y razonar con los jugadores y mostrarles empatía, es fundamental controlar las cabezas», asegura Diz.
«Muchas veces intentamos regularle, pero es un tío que, cuando entra en la cancha, se olvida de todo»
«Siempre en mi barco»
Uno de los grandes éxitos de aquella temporada fue la segunda medalla de bronce de la Champions League, batalla en la cual Kurucs cayó herido con «un esguince bilateral bastante decente», recuerda Diz, agravado por la aparición de un edema óseo «muy complicado». No jugó los cuatro últimos partidos de la temporada regular, pero, llegado el tiempo de 'playoff', Kurucs estaba listo. Que no recuperado. «La somatización no es ninguna locura, el estrés de vida que llevamos influye y, dolores que son más llevaderos, se somatizan y nos cuestan mucho más trabajo», explica Diz.
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En el caso del letón, pasó al contrario. No era la primera ni la última vez que se enfundaba el uniforme mientras lidiaba con dolores. «Muchas veces hemos intentado regularlo con tratamientos, hablando con Sito para dosificarle un poco... pero es un tío que, cuando entra en la cancha, se olvida de todo». Lo que, para su fisioterapeuta de confianza, le convierte «en un tío que querré siempre en mi barco». Como a otros, «en los límites del dolor, hay veces que les ponemos encima de la mesa no arriesgar, a pesar de las presiones por obtener resultados, pero es algo que va con los umbrales de cada uno, los contratos, la personalidad, etc».
«Me decía que era su abuelo por estar pendiente de él y darle consejos, tuvimos una relación muy familiar»
Por encima del dolor
Con un tobillo con el diámetro de una rodilla producto de la inflamación, para un Kurucs que había vuelto a sonreír en el baloncesto, en tiempo de 'playoff' no había debate posible. Con trabajo preventivo, descanso en los entrenamientos, láser de alta frecuencia, diatermias, baños de hielo con criogel y ejercicios de respiración para relajarse, «porque es un jugador muy bravo y muy intenso», el 00 estaba al servicio de Sito.
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Lo que siguió después no lo olvidará nunca ningún aficionado al baloncesto en Murcia. La suya mañana será la primera vez que un jugador de la plantilla que alcanzó la final de la Liga Endesa visite el Palacio como rival. Será el retorno de un jugador que ayudó a competir contra los más grandes, de los que alcanzaban su mejor nivel cuando tenían a la grada rival en contra, pero también el de «un tío muy gracioso, que disfruta mucho jugando». El juego de la competición. «Le encantaba pegarse en el buen sentido, en el cuerpo a cuerpo», forcejeos como el intercambio de golpes al que seguía un guiño a su banquillo, la defensa a pecho descubierto de sus compañeros en cualquier conato de tangana o «gestos como el de demasiado pequeño cuando anotaba contra un rival en la pintura, que alguna técnica le costó», recuerda Diz con una sonrisa de añoranza visible incluso a través del teléfono.
A ello siempre le seguían largos pospartidos con los aficionados que le esperaban a las puertas del Palacio después de cada encuentro, con charlas reposadas que iban mucho más allá del convencional autógrafo o 'selfie'. «Tenía detalles muy buenos», confirma un Diz que también reconoce entre risas que «había veces que daban ganas de matarle, pero porque yo también soy muy bravo». Como cuando le llamaba 'abuelo'. «No soy tan mayor», cuenta Diz, «pero me decía que era por darle consejos y estar siempre pendiente de él». Puya reconvertida en el más cariñoso halago. Es el recuerdo que el 'pulpo' guarda de una relación que «ha rozado lo familiar, que a veces no me gusta porque se sufre mucho más, pero tanto con él, como con su hijo, que lo tenía siempre por aquí, muy rico, y su familia, me he sentido muy cercano a él».
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