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Antonio García junto a una foto de su familia, que puede contemplarse en el Café Teatro del Balneario de Leana. En ella, su abuela Carlota Talavera con su marido Andrés Mata y, sus seis hijos, Juan, Salvador, Clotilde, Milagros, Emilio y la primogénita Carolina (la madre de Antonio). Mª J. PEÑAS
Un fortunero en la genealogía de Valderrama
Nuestro Golf

Un fortunero en la genealogía de Valderrama

Los terrenos donde se asienta uno de los complejos de golf más reputados de toda Europa pertenecieron a una familia de Fortuna, la de Antonio García, duque de Villabona

MARÍA JESÚS PEÑAS

MURCIA/CÁDIZ

Lunes, 8 de julio 2019, 22:14

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Sería relativamente fácil comenzar la crónica del recientemente celebrado Estrella Damm Andalucía Masters 2019 (del 27 al 30 de junio), en el reputadísimo Real Club Valderrama (Cádiz), vinculando al principal patrocinador de la competición, con la cerveza de referencia de la Región de Murcia -la mediterránea Estrella Levante-, integrada en el Grupo Damm. La recién inaugurada relación de la empresa cervecera española con la prueba andaluza, recuperada en 2017 para el calendario del European Tour gracias a la Junta de Andalucía y la Fundación Sergio García, supone una traquilizadora continuidad dentro del calendario de competición del golf profesional. Y es que el respaldo de la receta de cebada, arroz, lúpulo y levadura con este evento se extenderá durante los próximos cinco años; la presencia del refrescante anhídrido carbónico ya ha supuesto que este mismo año se hayan incrementado los premios hasta los tres millones euros -uno más que en 2018-.

Sería fácil también echar mano de la presencia sobre este magnífico tapete verde que cuidan con mimo 28 empleados de mantenimiento del club, de un jugador 'murcianico'-Samuel del Val- que disputó las cuatro jornadas del Edam 2019 dispuesto a disfrutar: «En semanas así no tengo mucho que perder y todo por ganar. Venir aquí es un premio para mí»; o de los muchos murcianos 'amateurs' que se trasladaron hasta el recorrido sanroqueño para seguir tanto a Del Val como a Sergio García (el defensor del título) o a Jon Rahm (el jugador español mejor posicionado en el ranking mundial); de figuras apenas imperceptibles para el público, como los árbitros de la competición, entre los que había un cartagenero, Vicente Olmos. O rizando el rizo, que el sueco Marcus Kinhult llevara bordado en su bolsa de palos el logotipo del complejo murciano de La Manga Club. El joven jugador nórdico que entrena en la Región no pasó el corte de la prueba, pero dejó muy buenas sensaciones sobre un campo del que el propio Rahm declararía: «Valderrama es uno de los mejores diseños que he visto en mi vida, visualmente es precioso y está cuidado de una manera maravillosa. No hace falta que los campos midan 10.000 metros para ser exigentes. Valderrama me parece divertidísimo, te hace pensar y jugar todo tipo de golpes y, si fallas, te la puedes jugar. Te mantiene en vilo». Para concluir afirmando: «Me encantan los campos clásicos en los que hay que emplear diferentes estrategias. Es golf en estado puro».

No. El vínculo es otro mucho más curioso. Más emocional. Más querido. Y en absoluto referenciado ni tan siquiera por los que mejor conocen el relato de Valderrama. Esta historia se remonta a principios del siglo XX y su protagonista es Pedro García Fernández. Un hijo de Fortuna, nacido en una familia numerosa, con ocho hermanos más. Un joven espabilado y con iniciativa que pronto aprendió el negocio de las telas. Lo hizo de la mano de uno de sus tíos, al que siguió hasta La Línea de la Concepción (Cádiz) para labrarse un futuro y dar una oportunidad a sus otros hermanos.

Valderrama es el único campo español que ha alojado cuatro eventos diferentes del Circuito Europeo

Hasta donde llega la memoria

Allí prosperó, se independizó de su familia y amplió negocio. No solo abrió otras tiendas de tejidos -lo aprendió todo sobre ellos-, sino también de zapatos. Y más adelante se introdujo en el mundo de los cines. Con el estallido de la Guerra Civil en el 36 poco cambió la vida de la familia García Mata, «porque se vivía dentro de la normalidad de un pueblo en guerra, pero sin estar supeditado a la escasez», rememora para 'La Verdad', el hijo de este emprendedor fortunero. Se trata de Antonio García (La Línea, 1928), que a sus 91 años cuenta con una lozana memoria y título nobiliario de duque de Villabona, aunque no hace gala de él. «Yo me críe allí junto con mis dos hermanos», dice este longevo duque, quien además es el propietario del Balneario de Leana (Fortuna), junto con sus dos vástagos.

En 1997 el campo sanroqueño fue el escenario de la primera edición de la Ryder Cup en la Europa continental

Las saneadas cuentas de su padre «aunque por supuesto también tuvo reveses económicos» -matiza Antonio-, le suponen la posibilidad de invertir en otro tipo de bienes. Fue el caso de alguna propiedad como el cortijo Paniagua. «Mi padre le cogió mucho cariño a esta propiedad», relata nostálgico Antonio. Era el típico cortijo dedicado a labores propias del campo, con casitas para los trabajadores. Paniagua «se extendía desde la playa hasta la sierra. Incluso la carretera pasaba por allí». Pero Carolina Mata, la mujer de Pedro García, también de Fortuna y propietaria del Balneario de Leana -que heredó de su madre, Carlota Talavera-, quiso regresar a tierras levantinas. «De ahí que mi padre se desprendiera de esta propiedad. No la vendió por mucho, aunque luego supimos que el que la compró después lo hizo por mucho más. Incluso el notario de aquella operación comentó: 'Es el cheque más grande que he visto nunca', en alusión a uno de 15.000.000 de pesetas, que tuvo entre sus manos.

El cortijo Paniagua fue adquirido por el financiero norteamericano Joseph McMicking, quien entonces buscaba unos terrenos en España para una urbanización exclusiva. Los requisitos: que tuviera agua (el río Guadiaro se la proporcionaba), buenas comunicaciones (cercano estaban el aeropuerto del Peñón) y que tuviera playa. Todo eso se lo proporcionaba esta finca, uno de los cinco cortijos -junto con el de Sotogrande, Valderrama, El Conchudo y Los Canos- que daban nombre a estos terrenos gaditanos. Una inicial compra a la que luego el americano sumó el cortijo de Sotogrande (de ahí el actual nombre de la urbanización) y el de Valderrama. En 1963 se construye el hoy denominado Real Club de Golf Sotogrande, de la mano del legendario diseñador inglés Robert Trent Jones (Reino Unido, 1906), al que también pertenecen los 18 de Valderrama (inaugurados en 1985), y la hoy segunda vuelta del muy prolijo en jugadores campo municipal de La Cañada. En 1982 estos eran los primeros nueve hoyos del recorrido.

Los antiguos propietarios del cortijo Paniagua son la misma familia que hoy en día es dueña del Balneario de Leana

El Real Club Valderrama, el único campo español que ha alojado cuatro eventos diferentes del Circuito Europeo (Volvo Masters, Cpto. WGC-Cadillac, Andalucía Masters y el Open de España) inicialmente se llamó Las Aves. Y fue la presencia en la década de los 80 del industrial Jaime Ortiz-Patiño quien le hizo realmente volar. Se rediseñó, se redefinió y en él se celebró la 32 Ryder Cup. La de 1997. La primera vez que una Ryder se jugaba en la Europa continental. El equipo europeo encabezado por Seve Ballesteros ganó por un margen de 14½ a 13½. Desde entonces el Real Club Valderrama ha sido más que un campo. Por cierto, una nominación la de 'Real', que según cuenta el actual presidente del club, Nuno Alberto de Brito e Cunha (vizconde de Pereira Machado), fue el último otorgamiento que el rey emérito Juan Carlos I firmó justo antes de su abdicación en junio de 2014.

«Yo me vine en noviembre de 1965 a Murcia. Era de manera temporal, porque estaba a cargo de la tienda de mi padre», sigue relatando Antonio. «Yo vendía telas. ¿Sabes cuántos metros se necesitaba entonces para un vestido de una mujer? Cuatro. ¡Ahora con una cuarta sobra!», comenta divertido al atestiguar lo mucho que ha cambiado todo. «En aquel entonces no existía la confección».

Y en Leana, un minigolf

Pero Antonio García ya no volvió a la tierra que le vio nacer y crecer. «Bueno, de visita, pero ya perdí las amistades, aunque con los años vas añorando más aquellos tiempos. El recuerdo del pasado». García se amarró poco a poco a Murcia, aunque «a través del suplemento de moda 'Blanco y Negro' del ABC estuve al tanto de los famosos que pisaban Sotogrande y de sus ¡chalets de categoría!», que nada tenían que ver con aquellas primeras casas para los empleados de Paniagua.

Se casó. «Me compré un pisito...» y lo que en 1860 fue la adquisición en pública subasta del Balneario de Leana, por Juan Cascales, uno de sus predecesores a cargo de este espacio termal en torno al manantial minero-medicinal de Fortuna de origen romano (e incluso íbero), se convirtió más de un siglo después en su responsabilidad.

Curiosamente en los almacenes del balneario se conservan apilados buena parte de las pistas que ensamblaban un precioso minigolf, que dispuesto en sus tiempos de uso, ocupaba un amplio espacio. Los denominados 'Salones del Golf', hoy en día, las oficinas de trabajo de los empleados de «este mar termal», como tras las últimas reformas acometidas lo define el conde de Leana, Pedro, el nieto de aquel murciano en busca de fortuna en La Línea.

«Este minigolf es de antes de la guerra civil», asegura Antonio. «El Balneario de Leana lo administraba por aquel entonces uno de mis tíos (...) Era un sitio de moda en toda España y fuera de Europa». Era la época de esplendor de los balnearios europeos. En ellos «se tomaban las aguas y se venía con las hijas casaderas... a encontrar marido», asegura de nuevo divertido.

Los visitantes de estos espacios medicinales contaban con diversas distracciones añadidas, como juegos de mesa, de «carreras de caballos y este minigolf», al que Antonio recuerda no haberle prestado mucha atención, «porque siempre me pareció «un deporte de mucha paciencia». Ahora guarda polvo, aunque la exposición de fotos a la entrada del Café Teatro del balneario, dan fe de su presencia en el complejo termal, sin saber -como muchos otros- que contó con un 'gran hermano mayor', aunque muy posterior a él, pero al que le une una misma sangre venida de una conocida familia murciana, orihunda de Fortuna.

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