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Sainz de Baranda, junto a José Manuel Palao y Enrique Ortega, en el Laboratorio de Ciencias del Ejercicio de la Universidad de Wisconsin-Parkside; debajo, la profesora con uno de sus equipos. LV
Sobre la comida, las rotondas y el civismo

Sobre la comida, las rotondas y el civismo

Domingo, 14 de julio 2019, 09:42

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Pilar Sainz de Baranda realiza una investigación de seis meses en EE UU financiada por el programa 'Salvador de Madariaga' estudiando técnicas para mejorar el rendimiento en equipos y deportistas. Vive en Kenosha, en el campus de la Universidad de Wisconsin-Parkside junto a su marido, Enrique Ortega, que disfruta de la misma beca para investigación y es profesor de Ciencias del Deporte, al igual que ella. Ambos han colaborado con equipos de las ligas universitarias de la NCAA junto al profesor José Manuel Palao, destacando el trabajo desarrollado con el equipo de fútbol femenino de la universidad. Viven en uno de los apartamentos reservados a profesores extranjeros que hay en el campus junto a sus dos hijos, Jesús y Quique, de 6 y 11 años, a quienes les hacen a diario la comida, que es quizá lo que más echen de menos de España. «Aquí pueden comer en el colegio, pero no me gusta mucho lo que comen y por eso les hacemos la comida para que se la lleven», cuenta la profesora. De hecho, en el colegio hicieron una votación para ver quién comía mejor en toda la clase y vino a salir su hijo mayor.

Explica Pilar Sainz de Baranda que el alquiler del apartamento les sale por unos 700 dólares al mes y un poco más el del coche, «porque aquí sin coche lo llevas mal. Hay que ir hasta el súper, que estará como a unos diez minutos en vehículo, porque lo cierto es que no hay tiendas de barrio». En total, incluida la comida, pueden llegar a unos 2.000 dólares al mes en gastos. Aunque la comida y las distancias no son lo mejor del país, a la profesora Sainz de Baranda, que cumple su segunda estancia en EE UU, le ha sorprendido gratamente «el civismo existente aquí. Y la carretera es un ejemplo. Al contrario que en España, no hay rotondas. Nosotros hemos contado tres en toda la ciudad y no en carreteras principales. En cambio, tienen muchos stops, pero nadie intenta colarse o dejarte sordo a bocinazos. Siempre respetan el turno para pasar».

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