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El entrenador del Atlético de Madrid, el argentino Diego Simeone. REUTERS
La sombra de Simeone merodeó el Metropolitano
Contracrónica

La sombra de Simeone merodeó el Metropolitano

El técnico del Atlético vivió el partido desde un palco VIP como si estuviera en el banquillo con pasión y nervios

Javier Varela

Madrid

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Jueves, 3 de mayo 2018

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Nunca salta al terreno de juego, no se viste de corto, no da pases de gol, no asiste a sus compañeros, no corta balones, pero Diego Simeone es vital en el césped cuando juega su equipo. El Atlético echó de menos a su entrenador durante los 90 minutos de un partido en el que había en juego el pase a una final. Añoró sus paseos cabeceando en el área técnica, sus nervios constantes, sus indicaciones sin parar, sus peticiones de ánimo a la grada cuando el Arsenal apretaba y su equipo se atrincheraba en su área.

Seguramente Simeone hubiera dado dos gritos, hubiera permutado a los jugadores de banda, hubiera 'dado' la primera parte a Vitolo y Lucas -los futbolistas que más cerca estaban de su banquillo- y hubiera corrido varios metros para celebrar el gol de Diego Costa justo antes del descanso que les acercaba a Lyon. Pero esta vez Simeone estaba en la grada, en un palco rumiando lo que podría haber hecho desde el césped. En su lugar estaba Germán 'Mono' Burgos, que es la mano derecha del Cholo, pero no es el Cholo. Más tranquilo, pensativo y mirando de vez en cuando al banquillo como si esperara que se le apareciera Simeone para comentar la jugada y tomara una decisión que cambiara el devenir del partido. Esta vez no hubo comunicación.

Simeone tuvo que jugar el partido en la previa y lo hizo como mejor sabe, apelando al corazón tanto de sus jugadores como de los aficionados rojiblancos, que no fallaron a su líder espiritual y convirtieron por primera vez en sus 230 días de vida al Metropolitano en lo más parecido al Vicente Calderón. La nueva casa del Atlético sonó como el viejo estadio en la previa y durante todo el partido. Pero Simeone lo tenía que ver desde un palco. Tuvo tiempo de saludar a la afición de agradecer los gritos de aliento, pero anda de comunicarse con su banquillo o con alguien que hiciera de intermediario, como pasó en el partido de ida en Londres.

En el pequeño espacio del palco VIP, Simeone mantuvo sus pequeños hábitos que acostumbra a cumplir, casi a rajatabla, cuando están en el banquillo. Traje negro, como la camisa y la corbata, y paseos, muchos paseos a pesar de no poder comentar nada con su escudero Burgos. Seguramente, nadie sabe cómo se comunicó con el banquillo, fue el que do la orden de que Fernando Torres, Savic y Correa calentaran según el colegiado Gianluca Rocchi ordenó el comienzo de la segunda parte.

Atacado y 'enjaulado'

Las cámaras de televisión desvelaban un Simeone al borde de un ataque de nervios con cada pérdida de balón de su equipo, que se mostraba nervioso y e impreciso, a pesar de tener el resultado a favor. El argentino tenía que sujetarse para no bajar a dar dos gritos a sus muchachos. El marcador, aunque favorable, tampoco permitía tomarse un respiro. La grada, como para quitarse los nervios, coreaba el nombre de su entrenador para segundos después recordarle a Burgos que confían en él. Simeone esta vez no hacía de 'speaker' del Metropolitano, pero los aficionados -siempre obedientes- apretaban cuando el equipo flaqueaba.

Burgos tomó la primera decisión al dar entrada a Correa por Vitolo, que recibió su primera gran ovación como rojiblanco. El 'Mono' daba instrucciones y parecía que se apoderaba del nervio de Simeone con paseos en su área técnica, cabezazos e indicaciones a diestro siniestro. Se notaba la tensión del partido. Tuvo tiempo hasta para discutir con Diego Costa que le pedía a gritos el cambio mientras se tiraba al césped. Burgos dio paso a otro de los suyos, a Fernando Torres, que alcanzaba los 400 partidos como rojiblancos en su último partido en Europa en su estadio. El estadio era una fiesta y Burgos seguía con sus paseos en el césped y Simeone en el palco VIP. Dos almas gemelas. Pero Simeone celebró el pase a la final de la Europa League en la soledad del palco, mientras todo el estadio -con Germán Burgos incluido- lo hacía en el césped.

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