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Antonio Zomeño
Sábado, 7 de junio 2025, 08:44
La Autovía del Mediterráneo escapa por el límite occidental de la Región hasta penetrar en la comarca del levante almeriense. La vegetación xerófila del paisaje semiárido se extiende sin interrupciones a lo largo de los 150 kilómetros de línea quebrada que dividen Almería y Murcia. Una frontera 'artificial', sin límites geográficos; una barrera imaginaria derribada a diario, en ambas direcciones, por un trasvase centenario de costumbres y tradiciones vertebradas en torno al sector hortofrutícola. Pero el deporte rey no podía ser menos.
Cada fin de semana, desde hace décadas, cientos de jóvenes futbolistas cruzan junto a sus aspiraciones deportivas por esta frontera, trazada con precisión milimétrica en los mapas pero desdibujada sobre el territorio. Una situación anómala aceptada con total normalidad, cuyos motivos más profundos residen en heridas abiertas por su localización geográfica, y que este año puede provocar que el representante regional del Grupo XIII en la final nacional por el ascenso a Segunda Federación no sea un equipo de la Región de Murcia.
El Atlético Pulpileño, el Huércal-Overa CF y el CD Vélez-Rubio son los tres equipos almerienses integrados de lleno en el ecosistema futbolístico murciano. Históricamente más vinculados a Lorca y su área de influencia que a la lejana capital almeriense, agolpados contra la extensa frontera provincial, los aficionados de estos tres clubes ven al Poli Ejido o el CD Vera como un vestigio del pasado, mientras que viven los enfrentamientos ante el Puerto Lumbreras o el Águilas como un derbi actual.
El último de estos equipos almerienses en cruzar la línea divisoria con un balón entre los pies ha sido el CD Vélez-Rubio. Desaparecido y refundado en demasiadas ocasiones, el club de fútbol base cambió la Federación Andaluza por la murciana en 2016, tras un proceso burocrático con tintes kafkianos que se prolongó durante tres años. «Hicimos el cambio por los niños del pueblo», argumenta Diego García, secretario del cuadro velezano. «Los desplazamientos más lejanos que tenemos en la Región eran los más cortos en Almería. Los niños no pueden estar haciendo 150 km cada quince días. Sin el cambio, directamente no tendríamos fútbol».
La vasta extensión de territorio del levante almeriense presenta núcleos urbanos con una ínfima densidad poblacional, esparcidos cada muchos kilómetros y, en multitud de casos, conectados mediante infraestructuras deficientes. Su entrada al ecosistema murciano les permitió pasar de competir contra los equipos de Adra o El Ejido, a unos 200 kilómetros, a disputar partidos en Lorca o Puerto Lumbreras, cinco veces más cerca de la humilde Vélez-Rubio.
Hasta su integración en el fútbol regional, donde «el trato ha sido excelente desde el primer día, tanto por parte de los equipos como de la federación», Diego García sentía muestras de menosprecio por parte del resto del fútbol almeriense hacia el Vélez-Rubio: «En Murcia es diferente; hay tal cantidad de equipos que permite dividir los grupos por zonas. Pero en Almería la mayoría de clubes están en la capital, así que para el resto estamos en el culo del mundo», asegura.
Un telegrama que nunca llegó, una reunión sin representante y unos méritos deportivos no reconocidos. Es el caldo de cultivo en el que, a mediados de la década de los 80, la Federación Andaluza y el Atlético Pulpileño firmaron su divorcio definitivo, tras no inscribir al cuadro del San Miguel en una categoría de nuevo cuño para la que se habían clasificado sobradamente sobre el verde.
En 2002, tras la última refundación vivida, constituido en la barriada lorquina de Las Campanas, el club almeriense con acento murciano adoptó su denominación actual, bajo la que se ha convertido en un auténtico gallito del grupo XIII de Tercera RFEF en la última década. Sin ir más lejos, en la campaña 20/21 logró el ascenso directo a Segunda Federación, un auténtico hito para el club de Pulpí, aunque el sueño sólo duró una temporada.
Este curso podrían repetir la hazaña por el camino largo del 'playoff' para seguir los pasos de sus vecinos de Lorca. Encuadrado en las eliminatorias de ascenso como el peor clasificado, el aguerrido Pulpileño del lorquino Paco Jurado, construido bajo la dirección deportiva de Jesús Zurano, viene de dar la sorpresa en las semifinales regionales tras eliminar al todopoderoso Cieza, el favorito para lograr la promoción.
Este domingo, desde las 19.00 horas, visitarán Santomera con el pase a la final nacional de ascenso a Segunda RFEF en juego. Tras el empate a cero cosechado en la ida, el Pulpileño está obligado a ganar. Más de 200 aficionados acompañarán a su equipo en el intento de conquistar el césped de El Limonar. Una victoria les separa de cruzar de vuelta esa frontera que el fútbol desdibuja cada fin de semana, desde hace décadas, como el representante de la Región en la final nacional.
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Ivia Ugalde, Josemi Benítez e Isabel Toledo
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