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Jueves, 1 de febrero 2018, 03:04
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El entrenador murciano Pepe Robles lo tuvo a sus órdenes durante dos años en el juvenil del Real Murcia; nunca entendió la razón por la que Quique Pina no acabó consolidándose como centrocampista de élite. «Reunía todas las condiciones necesarias para llegar a actuar en la Primera División, pero le faltó dedicación. No sé si es que no necesitaba del fútbol o que sencillamente no le gustaba la vida del profesional, pero lo cierto es que tenía mucha calidad y sobradas condiciones para haber triunfado».
La dedicación, si efectivamente no la demostró cuando vestía de corto, sí que la explotó una vez colgadas las botas. Consiguió vivir del fútbol, y mucho mejor que la mayoría de los futbolistas con los que compartió vestuario.
Quique Pina se convirtió en el presidente del Ciudad de Murcia, un equipo al que ascendió desde Preferente, paso a paso, hasta coquetear con la Primera División. Parecía que tenía la fórmula del éxito. Pero en Murcia no encontró el calor de una afición que siempre lo mantuvo a distancia, que realmente no lo vio como uno de los suyos.
Al distanciamiento de la grada se unió el freno que puso el Ayuntamiento a algunos de los planes que quiso poner en marcha, como el de la remodelación de Santa María de Gracia, considerado por Pina como la única salida viable para el Ciudad. Entonces miró para otro lado. Vendió el equipo a Carlos Marsá, se dijo en su día que por unos 20 millones, para fundar el Granada 74. Con esta operación se intentó repetir la jugada en una ciudad que ya tenía una afición fiel a un equipo, el Granada. A Marsá le salió mal el negocio, aquel Granada 74 terminó jugando en Motril, descendiendo a Segunda B y abocado a la desaparición.
Pero Pina reapareció en la ciudad de La Alhambra. Lo hizo como hombre de confianza del italiano Gino Pozzo, dueño del Udinese. Con dos ascensos consecutivos llevó al histórico Granada CF a la Primera División, 35 años después. Pero su identificación con la ciudad nunca estuvo al nivel de sus logros deportivos. Como le ocurrió en Murcia, también tuvo algún choque con el Consistorio granadino.
Aún así, Quique Pina es muy querido por el granadinismo, que aún lo recuerda después de su salida del club hace un par de veranos, cuando Pozzo decidió vender la entidad al chino John Jiang. Pero aquí no acaban la coincidencias entre Pozzo y Pina. El pasado año, el italiano también fue investigado por la justicia, tanto española como italiana, por delitos fiscales, por el movimiento de varios millones de euros entre sociedades de Italia, España y Reino Unido.
El murciano no llegó a Los Cármenes con los bolsillos vacíos. Había hecho dinero con el fútbol. Su primer pelotazo fue la venta del argentino Turu Flores a Las Palmas por 560 millones de las antiguas pesetas. Después vinieron Iván Helguera, el traspaso del italiano Vieri al Atlético de Madrid o el de Riquelme al Barcelona.
No es de los que está mucho tiempo con los brazos cruzados, así que, tras dejar Granada, siete años después de llegar, desembarcó en el Cádiz. Los amarillos están cerca del ascenso a la máxima categoría del fútbol español, son segundos en la clasificación de Segunda, y viven su mejor momento de los últimos lustros, lo que deja claro que el éxito deportivo acompaña a Pina, pese a que este habitualmente esté unido también a las dudas.
Sus referidos desencuentros con los Ayuntamientos de Murcia y Granada, así como con dirigentes de su propio club, como le ocurre ahora en el Cádiz con el bando que lidera Manuel Vizcaíno -actual presidente-, también han estado a la orden del día a lo largo de su trayectoria. Las dudas que siempre han rodeado a Quique Pina, y que nunca han podido ser demostradas empiezan a ser razonables.
Hasta que ayer fue detenido en una operación contra el blanqueo de capitales, era quien, por ejemplo, presidía el Granada CF aquel día de julio de 2010 que aparecieron en unos contenedores de la ciudad andaluza, cercanos a la sede del club, bolsas de basura llenas de billetes. Y no pasó nada.
Nadie puede negar que Quique Pina posee olfato y entiende de fútbol, pero lo que tiene encima es mucho más serio. Es un partido diferente que el empresario y dirigente no ha jugado nunca.
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