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Dolorido. Froome, con la bici al hombro, se dispone a volver a la carrera. Junto a él, el belga Jasper De Buyst. REUTERS
Froome y Quintana tropiezan a la primera

Froome y Quintana tropiezan a la primera

Gaviria gana en un día de caídas que le cuestan 51 segundos al británico y más de un minuto a Nairo, con Valverde delante

J. GÓMEZ PEÑA

Fontenay-le-Comte

Domingo, 8 de julio 2018, 12:40

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Pareció fácil, casi de obligado cumplimiento, el triunfo al sprint de Fernando Gaviria en la primera etapa de este Tour. «Es un sueño, un sueño», repetía en la meta achicharrada de Fontenay-le-Comte. Para Gaviria, de 23 años, era su debut en la ronda gala. Un día. Un triunfo. Así da gusto. Solo un colombiano, Víctor Hugo Peña hace 15 años, fue líder del Tour. Ni Lucho Herrera, ni Parra, ni tampoco Quintana lo fueron. En una etapa, Gaviria pudo con Sagan y Kittel, y reescribió la historia del ciclismo de su país. Con él, pareció fácil.

Pero no. Ese escenario feliz para el velocista colombiano era, en realidad, un campo de batalla tras un bombardeo de caídas y cortes en el tramo final. Una escabechina nada más empezar el Tour. El tasmano Porte golpeaba la carrocería del autobús del BMC. Había perdido 51 segundos, los mismos que Yates y que Froome, el gran favorito, el más silbado por el público. El británico llegó con el costado derecho raspado tras un trompazo. Trataba de consolarse: «Tuve suerte porque pudo ser peor». De la mala suerte se encargó Quintana. Todo se le torció.

Caída de Rojas

Primero, a 7 kilómetros del final, se cayó su guardaespaldas el ciezano Rojas, el encargado de prestarle la bici si hace falta. Y luego, a 3,5 kilómetros de la meta, en otro tropiezo masivo, el colombiano se incrustó contra una isleta. No se cayó, pero partió las dos ruedas. Con la bici amputada no podía llegar a la pancarta de '3 kilómetros', el límite donde su avería no contaría. Atornillado al suelo y sin el auxilio de Rojas, tuvo que esperar al recambio mientras el Tour le pasaba al lado. La carrera era un avispero. Locura. Los coches tardaban. Apareció la moto de Mavic con ruedas de repuesto. Mientras se las cambiaban, llegó un vehículo del Movistar con otra bicicleta. A correr. El golpe le costó a Quintana un minuto y 15 segundos. Mucho para tan poco Tour andado. Menos mal para el Movistar que Landa y Valverde entraron con los primeros, con Dumoulin, Fuglsang, Bardet, Urán y Gaviria, el que ganó tan fácil bajo la primera lluvia de balas de este Tour. Tenía que ser así. La Grande Boucle no tiene un metro de tregua. Y menos si sale de la isla de Noirmoutier. Sal para las heridas y viento para los cortes. Peligro y 106 rotondas hasta la meta.

Al Paso de Gois, la carretera que une la isla de Noirmoutier con el continente, lo llaman el camino de los milagros. Cuando la marea de Atlántico sube, queda cubierta por el agua. Y durante un rato, mientras el mar apenas alcanza un palmo sobre la ruta, los turistas caminan sobre el agua. Milagro. Justo en la entrada del Paso hay un restaurante de nombre español: 'La Casa de Campo'. Es de un antiguo ciclista francés, Gregoire Ruiz de León, hijo de exiliados españoles. Durante la Guerra Civil, su padre vivió en el hospicio de la Casa de Campo, en Madrid. De ahí el nombre del bar. Luego marchó al destierro. Gregorie nació en Nantes, corrió en el equipo ciclista Hueso y montó este restaurante pegado a la carrera anfibia en la que Alex Zulle perdió las gafas y el Tour en aquella caída masiva en 1999. Noirmoutier es una zona peligrosa para los ciclistas.

Y el ciclismo es un deporte de riesgo. Por culpa del horario del Mundial de fútbol, el Tour se atrasó una semana. Y por eso en lugar de salir de Noirmoutier por Gois, que estaba inundado por la marea, se partió por el puente nuevo. Eso sí, para que el público viera el partido de las 16.00 horas, la etapa madrugó. Había que llegar antes de esa hora a Fontenay. Y con prisa arrancaron tres franceses. Dos de ellos, Cousin y Ledanois, son de la zona. Saben de isletas, bordillos y ráfagas de viento. El otro, Offredo, sabe de los riesgos del tráfico. El año pasado, una semana después del atropello mortal de Scarponi, tuvo un incidente con un coche mientras se entrenaba. El conductor y su acompañante le propinaron una paliza. Le agredieron con un palo y un cúter. El ciclismo, aunque Gaviria no lo crea, nunca es fácil.

El equipo de Gaviria, el Quick Step, puso a tirar del pelotón al 'Tractor'. Así apodan a Tim Declerq, un tallo de 1,90 metros y 78 kilos. 'Tractor' Declerq remolcó al grupo y ahogó a los fugados, que se extiguieron al olor de la meta. «Tres cuartas partes de la etapa fueron tranquilas, pero el final fue de muchos nervios y tensión», resumió Landa. Es el Tour, siempre dispuesto a golpear. A 7 kilómetros del final la etapa se convirtió en un campo de minas. El colombiano Bernal, debutante y gregario de Froome, recibió la primera lección de una carrera, dicen, que estará un día a su alcance. Probó el sabor áspero del suelo.

«Salí disparado»

Efecto dominó. Un poco más adelante fue Froome la víctima. «Salí disparado a la cuneta, a la hierba. Estaba bien colocado, pero... Esto es parte del juego», lamentó el británico. Con él se cortaron Porte, Yates y Jon Izagirre. Después llegó la montonera que atrapó a Quintana. «Fue una pena, una catástrofe, lo de Nairo», dijo su compañero Landa, indemne como Valverde en el primer asalto de este Tour que tan sencillo parece para Gaviria, aunque por detrás de él el ruido de las caídas le desmienta. «Ufff. Por lo menos Nairo está entero», repetía Unzúe, aún con escalofríos. «Bueno, perdí tiempo, pero queda mucho», se aliviaba Froome, que comprobó lo que temía: todo en este Tour parece en su contra.

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